«La presencia cristiana en Tierra Santa está en serio peligro» - Alfa y Omega

«La presencia cristiana en Tierra Santa está en serio peligro»

Se marchan de Israel y Palestina empujados por el sectarismo y el sentimiento de rechazo

ABC
El atentado contra la iglesia copta Mar Girgis, en Tanta (Egipto), causó 21 muertos el último Domingo de Ramos. Foto: EFE

«Cuando los israelíes ocuparon la Ciudad Vieja en 1967 pasaron casa por casa para hacer un censo y nos dieron un papel para que, pasada una semana, fuéramos a recoger un documento de identidad. Era el cuarto documento para mi padre, que antes había tenido el turco, el británico y el jordano. Yo tenía entonces 13 años y mi padre, para enfado del soldado israelí, me mostró el papel y me dijo que yo vería un quinto documento», recuerda Harout Sandrouni en su taller de cerámica del barrio armenio de la Ciudad Vieja de Jerusalén, abierto desde 1983 y uno de los centros de referencia para los amantes del arte armenio. Dos semanas después de que Donald Trump reconociera Jerusalén como capital de Israel y anunciara el traslado de la embajada de Estados Unidos una mezcla de impotencia y malestar se ha instalado en casas como la de los Sandrouni, miembros de una minoría cristiana cada vez menos numerosa en Tierra Santa. «Todos pelean por los lugares santos, pero nadie puede pretender tener su control absoluto, diga lo que diga Trump. Israel afirma que esta es su tierra, pero a nosotros no nos quieren. No se puede ocupar tierra con gente a no ser que les eches o les mates», reflexiona con tristeza este artesano que «aunque amo profundamente Jerusalén, me iría mañana mismo».

Pocas horas antes de su discurso sobre Jerusalén, los líderes cristianos de Tierra Santa dejaron a un lado las diferencias internas entre comunidades y pidieron al presidente de EE. UU. que «nos ayude a todos a movernos en dirección a la paz y a un amor duraderos», una paz que «no puede ser alcanzada» si no se considera la ciudad santa como patrimonio «de todos». El Papa Francisco también solicitó a Trump «respetar el statu quo» para evitar «nuevos elementos de tensión en un panorama mundial ya convulsionado». En la misma línea se pronunció el arzobispo de Canterbury, cabeza de la iglesia anglicana. Desde Egipto, el Papa copto, Teodoro II, rechazó reunirse con el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, que finalmente ha cancelado el viaje que tenía previsto a la región, en señal de protesta por la decisión Trump, que «no respeta los sentimientos de millones de árabes», y los caldeos de Irak también pidieron «respeto a las resoluciones de Naciones Unidas» sobre Jerusalén.

Comunidad partida por el muro

En la Ciudad Vieja de Jerusalén se encuentra el Santo Sepulcro y a menos de diez kilómetros, en Belén, la basílica de la Natividad. Los lugares santos se encuentran divididos por el muro levantado por Israel en 2004 y los cristianos que viven en Cisjordania, como el resto de palestinos musulmanes menores de 50 años, necesitan permisos especiales para poder acceder a la ciudad santa. Se estima que «el número total de cristianos en el territorio histórico de Palestina es de 170.000, de los que 120.000 viven en Israel y otros 50.000 residen en Jerusalén Este, Gaza y Cisjordania», según los datos del pastor luterano Mitri Raheb, que acaba de publicar el estudio «Cristianos de Palestina. Emigración, desplazados y diáspora» con la universidad Dar Kalima. Para este religioso nacido hace 55 años en Belén «nuestra simple existencia como cristianos es un inconveniente que imposibilita que el conflicto se pueda etiquetar de guerra religiosa entre judíos y musulmanes. No es un problema religioso, es un conflicto por la tierra y los recursos».

El estudio, realizado en base a mil entrevistados en los territorios ocupados, 500 cristianos y 500 musulmanes, refleja que «el porcentaje de población cristiana es cada vez menor y hemos pasado de ser el 11 por ciento de la población en 1850 al 1,7 por ciento, hoy». En cuanto a los motivos para dejar Tierra Santa «los dos principales son la crisis económica y los problemas políticos, es decir, la ocupación. Aquí los problemas religiosos o de presión del islamismo radical como motivo para emigrar no son los más importantes para los encuestados». El padre Raheb lamenta que «Trump y Pence hablan de los cristianos perseguidos en Siria o Irak, pero se olvidan por completo de quienes vivimos bajo ocupación de Israel y no se dan cuenta que está en serio peligro la presencia cristiana en Tierra Santa».

La tendencia a emigrar entre los cristianos de los territorios ocupados se extiende también a los que viven en Israel, «aunque en este caso no viven bajo ocupación y las condiciones económicas son mejores, pero eso no hace que no tengan en su mente el deseo de irse porque se sienten ciudadanos de segunda clase», apunta el padre Jamal Jader, del Patriarcado Latino de Jerusalén, que aclara que «es imposible tener cifras exactas de quienes se marchan, pero gracias a este estudio ahora sabemos la tendencia y el deseo de abandonar Tierra Santa».

Presión de los cristianos sionistas

Frente a este rechazo general por parte de la iglesia, la organización evangélica Cristianos Unidos por Israel (UCI, por sus siglas en inglés), liderada por el pastorJohn Hagee y con más de 3,8 millones de miembros en EE. UU., publicó un anuncio a toda página en The Washington Post de agradecimiento a Trump con el lema «nosotros y los millones de cristianos a los que representamos nunca olvidaremos tu acto de valentía». Este es uno de los grupos de presión más importante en el país y «Trump recibió el voto del 80 por ciento de la comunidad evangélica en las últimas elecciones, una cifra nunca alcanzada por otro candidato», según datos recogidos por The Washington Post.

En opinión de la UCI, «el gran obstáculo para la paz hasta ahora ha sido el oscuro sueño palestino de que podían echar a los judíos de Jerusalén e Israel». Este medio se puso en contacto UCI para intentar recabar su opinión frente al rechazo general de la iglesia en Occidente y en Oriente Próximo a declarar Jerusalén capital e Israel, pero la respuesta fue negativa.

Cristianos armenios en Jerusalén

Pueblos para la comunidad aramea

Quien sí habla, y en voz alta, es Shadi Jalul, activista de la comunidad aramea de Israel e impulsor de un proyecto que persigue «la construcción de tres pueblos para la minoría aramea en Galilea porque esta es nuestra tierra y los cristianos israelíes tenemos una identidad propia, no árabe. Lo que propongo es una revolución y que, como los judíos, también los cristianos tengamos derecho a nuestro pueblo sin contaminación árabe. Lugares a los que incluso se podría traer a cristianos de Irak y Siria que buscan refugio». Jalul, católico maronita de 41 años y padre de dos hijos, fue el primer cristiano en convertirse en oficial del Ejército de Israel, con el que combatió en Líbano, acusa a los líderes de la Iglesia de «debilidad» porque «tienen miedo frente al islam radical y por eso critican declaraciones como la de Trump. Además, saben que Israel, a diferencia de los terroristas, no les cortará la cabeza por decir cosas así. En este país hay democracia y todos somos iguales ante la ley».

Jalul vive en Jish, al norte del país y muy cerca de la frontera con Líbano y Siria. Reza en arameo, la lengua empleada por Jesús, y lamenta profundamente que en Tierra Santa «los cristianos somos rehenes de los musulmanes y por eso se toman medidas como la de suspender las celebraciones navideñas en ciudades como Nazaret en señal de protesta por la decisión de Trump. ¿Alguien imagina los musulmanes cancelando un día de ramadán en solidaridad con los cristianos masacrados por el grupo yihadista Daesh en Mosul? Hay que decir la verdad de una vez y el mundo debe saber que vivimos oprimidos por la sociedad árabe, no por Israel».

A la espera del cambio

Alejado del debate político generado por Trump, Sandrouni prepara la Navidad y la llegada del nuevo año y ha colocado un timbre especial que arranca una serie de villancicos cada vez que un cliente se acerca al escaparate de la tienda. Un árbol iluminado preside la entrada y desde la cristalera principal, desde la que se divisa una de las rutas principales para llegar al barrio judío, ve pasar los días y observa los cambios que se producen en Jerusalén. «Amo esta ciudad, pero no me siento querido ni por mi propia Iglesia, que tampoco se esfuerza en exceso porque sigamos aquí y por eso no quedamos más de 700 armenios. Ya me he sacrificado bastante, ¿para qué seguir?», se pregunta este artista en mitad de una tienda repleta de pequeñas obras de arte con colores y dibujos que solo pueden salir de sus manos. «Mi última esperanza es esperar el quinto papel del que habló mi padre en 1967 porque esto es Tierra Santa y la historia nos ha enseñado que las cosas cambian, sobre todo en Jerusalén».

Mikel Ayestarán / ABC. Jerusalén