Exposición de belenes en el Matadero de Madrid: Una llamada a la reconciliación - Alfa y Omega

Exposición de belenes en el Matadero de Madrid: Una llamada a la reconciliación

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Belén de lata, de Zimbaue. Foto: Fundación Germán Sánchez Ruipérez

«El belén, frente a todos los tópicos, está en pujanza y no en recesión. Además es una de las señas de identidad de nuestra cultura», dice el editor Antonio Basanta, director de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y propietario de una de las mayores colecciones de belenes del mundo, buena parte de los cuales se exponen hasta el 5 de enero en la Casa del Lector del Matadero de Madrid, uno de los espacios culturales más vanguardistas de la capital.

«¿Hay algo más vanguardista que el amor?», subraya Basanta, que añade que «en los últimos tiempos hemos avanzado mucho en libertad e igualdad, pero poco en fraternidad, y ese es un reto que tenemos por delante. La globalización no nos vale de nada si no nos hace hermanos». De este modo, el contraste entre algo tan tradicional como los belenes y el entorno moderno y avanzado que los acoge se disipa «cuando compruebas los testimonios de la gente. Hace poco dos chicos que algunos catalogarían como perroflautas nos dijeron: “Qué gusto que en este barrio haya algo que nos permita reflexionar desde el corazón”. Hay que tener confianza en las personas y en el corazón de la gente; ahí hay mucho de positivo».

Belén de la cultura Djbele, de Mali. Foto: Fundación Germán Sánchez Ruipérez

La muestra lleva por título Noche de Amor, y recoge más de 2.500 figuras pertenecientes a cerca de 200 belenes, con una rica variedad de escenas, personajes, materiales, estilos y procedencias.

Todas ellas son parte de una colección de 25.000 piezas que en este momento están distribuidas en varias exposiciones en Madrid, Sevilla, Cáceres, Ávila y Salamanca. «Comenzamos a coleccionar belenes en 1977, como manera de continuar una tradición familiar», afirma Antonio Basanta, para quien el belén «es una llamada a la reconciliación permanente y al amor: ese es su auténtico sentido. Es un homenaje al amor como fuerza de unión y de aproximación. En el belén conviven todos los contrarios y los convierte en complementarios y en fraternos. Ese es su gran mensaje. Estamos en un momento de crisis y de civilización, por tanto es imprescindible restituir el amor, y eso es el belén. Cuando la gente lo contempla, te das cuenta de que en el rostro de las personas asoma una sonrisa y vuelve la mirada limpia de la infancia. El belén es un mensaje directo al corazón».

La Pastora de la Vida, de Perú. Foto: Fundación Germán Sánchez Ruipérez

Un relato lleno de alegorías

Basanta lleva toda la vida estudiando, meditando y rezando ante el belén, y allí ha descubierto «un relato simbólico inacabable, lleno de alegorías», como el río que está presente en todos los belenes: «es símbolo del río de la vida donde vive el pez principal, el Ictis [acróstico de Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador, por sus iniciales en griego]. Ahí es donde todos los peces –nosotros–, bebemos y volvemos a beber, como dice el villancico, porque del amor de Cristo nunca te sacias». A ese río acude una figura también presente en todos los belenes, la lavandera, que es «figura de toda la comunidad, y va al río a lavar todas nuestras carencias, nuestros problemas y nuestras rivalidades»; como también es habitual el molinero, «que lleva la harina del pan eucarístico»; o la mula y el buey, «dos animales despreciados en aquella Palestina por ser estériles, y de los que se rodea en su nacimiento nuestro Dios, porque Él viene voluntariamente a los más pobres y desprotegidos».