Segundo Tejado Muñoz: «En la acogida se ve muy bien dónde está nuestro corazón» - Alfa y Omega

Segundo Tejado Muñoz: «En la acogida se ve muy bien dónde está nuestro corazón»

El sacerdote Segundo Tejado Muñoz (Madrid, 1960) entró en 2003 en el Consejo Pontificio «Cor Unum». Con la integración de «Cor Unum» en el Dicasterio para el Servicio Humano Integral ha pasado al mismo, y nombrado subsecretario en julio. Es también miembro de la fundación Populorum Progressio para América Latina, que acaba de cumplir 25 años

María Martínez López
Inmigrantes hacen cola a 15º grados bajo cero para recibir alimentos en Belgrado (Serbia), en enero de 2017. Foto: AFP Photo/Andrej Isakovic

El Papa ha centrado la Jornada Mundial de la Paz en los refugiados y migrantes. ¿Por qué nos jugamos la paz en acoger y ayudar a estas personas?
A estas y a cualquier persona. Porque en la acogida se ve muy bien dónde está nuestro corazón y si estamos dispuestos o no a ser operadores de paz. El rechazo al prójimo significa que nos da miedo, que tememos que el otro amenace de alguna manera nuestra tranquilidad, nuestro sistema. Esta actitud es la que provoca los conflictos: cuando los pueblos piensan solo a sí mismos sin preocuparse de lo que sucede a su alrededor, aquí está la raíz de muchos males de nuestra sociedad.

Francisco alude a los dos pactos internacionales que se negociarán en 2018, y para los cuales el Dicasterio ha hecho propuestas muy claras. ¿Qué acogida están teniendo en los países y en los organismos supranacionales?
Efectivamente. El Papa se refiere a los llamados Global Compacts 2018, dos acuerdos internacionales promovidos por las Naciones unidas: uno sobre el tema de los refugiados y otro sobre la cuestión de las migraciones seguras. El Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, a través de la sección Migrantes y Refugiados, ha propuesto 20 puntos de acción aprobados por el Papa Francisco, ideados como líneas de actuación en vista de estos Global Compacts. Estos puntos de acción han sido ya enviados a las diferentes Conferencias Episcopales y a las organizaciones católicas activas en el ámbito de las migraciones. El deseo es que estos puntos sean asumidos por los gobiernos que tendrán que suscribir este pacto global, o bien, que sean tomados en consideración para garantizar el respeto de los derechos de emigrantes y refugiados.

2018 es el Año de la No Violencia. Francisco ya dedicó a este tema la Jornada de la Paz de 2017. ¿A qué responde su apuesta?
El Papa, en esto, sigue el Evangelio, que dice algo distinto, aunque con similitudes, a lo que decía, por ejemplo, Gandhi. Jesucristo no se opuso al mal, no respondió a la violencia con violencia, sino perdonando, amando y dando la vida por quienes le mataban. Esta no violencia es revolucionaria. Como Iglesia estamos llamados a vivirla. Pero aplicarlo a la sociedad no es fácil ni automático; no se puede obligar. Hay que dialogar y convencer con nuestra propia vida de que es la única forma de acabar con la violencia.

Estos dos años, el Papa ha vinculado la paz a cuestiones muy concretas.
El Papa baja mucho al terreno de juego, pero siempre con el Evangelio en la mano. Pero me da la impresión de que no es un hombre de muchas estrategias, sino que él es así, de las cosas concretas. Vive las preocupaciones de la humanidad y del hombre de hoy como algo propio. Es normal que la gente lo aprecie.

En 2017 la mirada del Papa ha tenido bastante presente a Latinoamérica. Del 11 al 15 de diciembre Roma acogió un encuentro con motivo del 25º aniversario de la fundación Populorum Progressio. ¿Qué radiografía del continente ha salido de esta cita?
La mirada del Papa en este último año al continente nos ha servido de agenda para la reunión de la Fundación: el proceso de paz en Colombia, el sínodo especial sobre la Amazonia en 2019… Hemos mostrado nuestro apoyo a todos estos procesos que se están llevando a cabo y que el Papa está impulsando. Considerando las dificultades que pasa en este momento el pueblo venezolano, hemos incluido en nuestro consejo de administración a monseñor José Luís Azuaje, obispo de Barinas. Así, aunque la fundación trabaja para toda Latinoamérica, esperamos que la Iglesia de este país esté más presente en la fundación y podamos activar los proyectos que vienen de allí.

El Papa les ha pedido un «compromiso más firme» para acabar con problemas como la pobreza y la desigualdad. ¿Se está retrocediendo en estos ámbitos?
Sí existe ese riesgo: en el tema del cuidado de la creación, de los derechos humanos, del tráfico de personas, de la migración —por ejemplo de Venezuela a Colombia—, de las nuevas esclavitudes… El obispo de Arequipa nos habló, por ejemplo, de la explotación laboral y sexual de niños en torno a las minas de oro de la selva peruana. Hay un proceso, bastante peligroso y oculto, de explotación en torno a los movimientos de personas por conflictos que olvidamos. Hemos acogido estas palabras del Santo Padre como una llamada de atención a toda América Latina, un estímulo para nosotros y toda la región.

En 2019 habrá Sínodo extraordinario sobre la Amazonia. ¿Por qué específicamente sobre la Amazonia y no sobre todo el continente?
Es una zona muy importante, un pulmón de la humanidad. Y es además una región muy amplia y difícil desde el punto de vista pastoral. Ya ha habido otros sínodos que se han preocupado de zonas pastorales concretas, donde hay que hacer un estudio claro para llegar mejor. La iglesia siempre ha estado y sigue estando allí, pero se trata de ser más eficaces. El cardenal Baldisseri, secretario general del Sínodo de los obispos, nos habló de llevar a esta región una preocupación integral por el hombre, algo que corresponde mucho con la visión del Papa. El hombre no es solamente una boca que alimentar, también tiene una dimensión espiritual. La presencia de la Iglesia siempre lleva este carácter integral allí donde va. Y esta es la preocupación del Papa en la zona de la Amazonia. Y creo también que esta decisión da medida de la atención de este Papa a lo concreto, no solo a los grandes temas. Desde la fundación, nos hemos ofrecido a la secretaría del Sínodo para todo lo que se necesite, con la experiencia de 25 años ayudando a las poblaciones indígenas.

La Iglesia latinoamericana es posiblemente la Iglesia regional con una personalidad más marcada. ¿Qué puede aportar a la Iglesia universal?
Efectivamente, en América Latina hay una gran comunión y un diálogo constante entre las iglesias. Se nota en el CELAM, con Aparecida… Una de las causas puede ser el idioma, pero eso no lo explica todo. Hay un estilo de cooperación y de hacer Iglesia, una unidad eclesial y episcopal dentro de la diversidad, que el Señor ha querido que pase a la Iglesia universal con la elección del Papa Francisco.

«Traen la riqueza de su valentía y de su cultura»

La migración afecta hoy a 250 millones de personas, de las que 22,5 millones son refugiados. Esta tendencia «seguirá marcando nuestro futuro», y por ello el Papa ha decidido dedicarle la Jornada Mundial de la Paz de 2018. En su mensaje, Francisco subraya explícitamente el interés de la Iglesia por la aprobación, prevista para el nuevo año en el seno de la ONU, de sendos pactos mundiales sobre migración segura y sobre refugiados. Esos acuerdos deben estar «inspirados por la compasión, la visión de futuro y la valentía», para que «el necesario realismo de la política internacional no se vea derrotado por el cinismo y la globalización de la indiferencia».

Vivir en paz —aclara el Pontífice— no es solo el objetivo de quienes huyen de sus países debido a la violencia. Tampoco puede vivir en paz —añade— quien está separado de su familia, no logra un trabajo digno o una buena educación. Muchas personas que viven estas situaciones abandonan sus países. Si lo hacen de forma ilegal, es «a causa de la desesperación» o porque la vía legal «parece imposible, bloqueada o demasiado lenta».

Frente a la retórica que subraya los «riesgos» y «el coste de la acogida», Francisco pide una mirada contemplativa que descubra que los migrantes y refugiados «traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura».

De esta mirada surgirá —continúa el Pontífice_ una estrategia con cuatro pilares: «Acoger», facilitando la entrada legal, protegiendo los derechos humanos de los migrantes, y no devolviéndolos a lugares donde corran peligro; «proteger» su dignidad y evitar su explotación; «promover» su desarrollo humano integral, fundamentalmente mediante la educación; e «integrar», buscando su plena participación en la vida de la sociedad de acogida.