Anuncios navideños: Como yo te amo... - Alfa y Omega

Anuncios navideños: Como yo te amo...

Isidro Catela
Carmen Maura y Serrat, en un fotograma del anuncio navideño de Campofrío
Carmen Maura y Serrat, en un fotograma del anuncio navideño de Campofrío. Foto: Campofrío.

Nadie te amará, nadie más que yo. La canción que inmortalizara la más grande ha pasado a formar parte también de nuestro ADN publicitario. En un tiempo en el que algunas de las mejores piezas audiovisuales que la televisión nos brinda se encuentran en la publicidad, se han hecho imprescindibles los anuncios de la Lotería (por fallido y extraterrestre que haya sido el de este año) y los retratos con sabor de Campofrío, que lo mismo nos junta, nos emociona y nos reconcilia en plena crisis y en torno a la tumba de Gila, que nos encierra en un manicomio en el que el virtuoso término medio deja paso a un amor-odio desbocado. Nos pierden los sentimientos, somos hipérboles emocionales, que dice la protagonista. Por eso y porque no quieren que nadie les quite su peculiar manera de disfrutar la vida, han incorporado al diccionario patrio el término amodio. A los viejóvenes que salen de fiesta los juernes les costará menos entenderlo. En resumen no es más que la vieja idea de que los españoles pasamos del frío al calor y del amor al odio en un tristrás.

El nuevo anuncio, dirigido por Isabel Coixet, tiene la miga y la gracia de hacernos pensar sobre nosotros mismos, en un contexto paródico por el que desfila gente tan dispar como Carmen Maura, Joan Manuel Serrat, el eterno Chiquito de la Calzada y la Jurado, con la letra de la canción casi intacta. La selección inteligente de lo que se cuenta y de cómo se cuenta hace que el anuncio llegue a todos, porque no hay abuela o millennial que no tenga en la historia su guiño bien medido. A pesar de todo, hay a quien, paradójicamente, el relato que exalta nuestros extremos le ha parecido tibio y equidistante. Es parte del drama y del bucle en el que andamos metidos: tenemos que hacer un análisis político hasta de una rodaja de chorizo. Y así, con las anteojeras ideológicas bien apretadas, corremos el riesgo de que el amor se vaya antes de que acabe una legislatura y de que el odio se nos quede a vivir en casa para siempre.