Manuel González García: Seise, periodista, obispo y santo - Alfa y Omega

Manuel González García: Seise, periodista, obispo y santo

Fue seise, periodista, arcipreste de Huelva, obispo de Málaga y de Palencia. Escribe sobre don Manuel González, para los lectores de Alfa y Omega, un miembro de la Sociedad Española de Médicos Escritores

Francisco Ruiz de la Cuesta

La Comisión vaticana para la declaración oficial de los nuevos santos acaba de dar el visto bueno a un milagro extraordinario que elevará al venerable obispo don Manuel González García, sevillano, a los altares. Será un nuevo Beato, añadido a la ya magnífica lista, donde sobresalen san Juan Grande, sor Ángela de la Cruz y el cardenal Marcelo Spínola, entre los más recientes. Una peritonitis, curada milagrosamente sin dejar secuela alguna, por intercesión de don Manuel, en una señora castellano-leonesa que aún vive, junto a cientos de milagros y de gracias que don Manuel sigue realizando, envolviendo su vida y su obra, proclaman su santidad.

Nació en Sevilla el 25 de febrero de 1877, en la calle Vidrio número 22, de la parroquia de San Bartolomé. Sus padres, Martín y Antonia, eran de Antequera (Málaga). A los nueve años entra a formar parte de los seises de la catedral hispalense. En septiembre de 1889, ingresó en el Seminario Menor de Sevilla, que se encontraba en la iglesia de la Trinidad. Escribió: Si mil veces volviera a nacer, mil veces volvería a ser sacerdote.

Es ordenado por el cardenal Spínola, fundador del periódico El Correo de Andalucía, donde colabora desde su época de seminarista y entra a formar parte de su redacción como corrector de pruebas, redactor, colaborador y propagandista del diario sevillano. Celebra su primera misa el 29 de septiembre de 1901, en la iglesia de la Santísima Trinidad, consagrada a María Auxiliadora. ¡Cuánto quería don Manuel a los salesianos! Siempre tuvo a María auxiliadora como mediadora.

A Palomares del Río, un bello y recoleto pueblo del Aljarafe sevillano, vino don Manuel González, enviado por el arzobispo de Sevilla, para predicar una misión. Nadie salió a recibirle… Se dirigió a la iglesia. El más grande abandono encontró allí: polvo, suciedad, telarañas hasta en el Sagrario, manteles rotos… De rodillas, ante Jesús Sacramentado, don Manuel González pensó en la cantidad de Sagrarios abandonados que habría en el mundo… Y ésta fue la semilla de su futura Obra: Las Marías de los Sagrarios, las Marías Eucarísticas Nazarenas, Discípulos de San Juan, Niños Reparadores

Su primer cargo fue como capellán de la Residencia de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres de Sevilla. Con 28 años es enviado por sus superiores a la luminosa Huelva. Allí llega a la iglesia mudéjar de San Pedro. Hay muchos niños sin escuela, golfillos callejeros. A estos dedica don Manuel su principal atención. Y se le ve jugar con ellos a la pelota. Poco a poco logra escuelas: Las de San Francisco; el Polvorón. Con paciencia y partiendo el pan… a los pequeñuelos, logra una catequesis entusiasta con la ayuda de sus feligreses.

El 6 de diciembre de 1915 el Papa Benedicto XV lo nombra obispo auxiliar de Málaga, y es obispo propio de la diócesis en 1920. Para celebrarlo, se le ocurrió preparar un banquete fuera de serie: no irían autoridades, ni jerarquías. Sería con niños pobres, los más pobres de Málaga. Tres mil niños llenaron el templo de la Virgen patrona de Málaga, Nuestra Señora de la Victoria, para dar gracias a Dios. Después, en el campo, donde está ahora el Seminario Diocesano por él fundado, entre risas y alboroto, comieron y rieron toda la tarde. Así celebró don Manuel su nombramiento de obispo de Málaga, y los niños le acompañaron luego hasta el Palacio Episcopal… Siempre los niños, los pobres, los desamparados estuvieron presentes en la vida del obispo de Málaga.

La noche del 11 de mayo de 1931 es incendiado el Palacio Episcopal de la bella ciudad mediterránea. Armados con barras de hierro, pistolas y latas de gasolina, arrojaron de su casa al señor obispo, destruyéndolo todo. Se trasladó a Madrid. El 5 de agosto de 1935 Su Santidad el Papa Pío XI le nombra obispo de Palencia.

Visitando Zaragoza, en 1939, se encuentra seriamente enfermo. Ya venía padeciendo unas febrículas sostenidas desde que llegó a Palencia. Enferma de gravedad. Tuvo que ser trasladado a Madrid. Allí, un 4 de enero de 1940, a la 1 de la tarde, moría don Manuel González García en la clínica de Nuestra Señora del Rosario.

Fue trasladado a Palencia. Quiso ser enterrado junto a un sagrario. Así lo dejó escrito pocos días antes de morir: Pido ser enterrado junto a un sagrario para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: “¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No dejadlo abandonado! Madre Inmaculada, san Juan, santas Marías, llevad mi alma a la compañía eterna del Corazón de Jesús en el cielo”.

En Sevilla, Palomares, Huelva, Málaga y Palencia, dejó la impronta de su santidad. Está enterrado a los pies del sagrario de la bella catedral palentina, la gran desconocida, a los pies del sagrario de sus amores y desvelos.

Pronto tendremos en los altares a este sevillano. Un seise de la catedral de Sevilla. Su fama de santo, su vida y su obra, sus escritos, sus muchos favores y milagros, adelantan cada días más el de la beatificación de don Manuel González García, el obispo de los Sagrarios abandonados, que ya es una realidad.