Arzobispo de Tánger: Los países del norte de África son gendarmes pagados por la UE - Alfa y Omega

Arzobispo de Tánger: Los países del norte de África son gendarmes pagados por la UE

Nuestra compañera Cristina Sánchez, junto con el presentador de La Noche, de COPE, Lartaun de Azumendi, entrevistaron anoche al obispo español Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, sobre la decisión del Gobierno español de poner cuchillas en las vallas fronterizas de Melilla con Marruecos. Ofrecemos una transcripción literal de la entrevista:

Redacción

Merece la pena pararse a profundizar, desde el punto de vista humano —más allá de guerras intestinas entre Gobierno y oposición en España—, en la vida y la situación todas esas personas que hacen miles y miles de kilómetros en la indigencia, en condiciones infrahumanas, pasando sed y calor, siendo atracadas y violadas… y que ven como el paraíso en la tierra poder saltar esa valla, para llegar a un lugar donde se les trate con mayor humanidad…
El problema de los emigrantes no es una cuestión que tengamos que dilucidar con los Gobiernos, sino que lo tenemos que enfrentar en la puerta de nuestras casas. Un emigrante sin papeles, en situación ilegal, es decir una letanía de problemas humanos muy serios, de mucho sufrimiento para ellos. En este sentido, me gustaría resaltar que más allá del asunto de las cuchillas en las vallas, que es muy concreto, está el problema general de la emigración. Un problema que los políticos tienen que hacer frente, y lo han de hacer de una manera razonable. Hay muchos elementos para decir objetivamente que las medidas que se han tomado hasta el momento, siendo muy costosas, han sido inútiles y para esta humanidad, muy perjudiciales, poco respetuosas de sus derechos y poco atentas a sus necesidades.

Usted está cerca de la hipotética meta de esa peregrinación de las personas que vienen del África subsahariana para llegar a Europa. ¿Cómo llegan esas personas hasta usted, y cuál es el trabajo que hacen desde la diócesis de Tánger?
Tenemos diversos modos de actuación, según las circunstancias en las que se encuentran los emigrantes de la diócesis. No es lo mismo la situación de quien está en Tánger ciudad, que la situación de los que están en los bosques, cerca de las fronteras de Ceuta y Melilla. Al bosque hay que ir. En Tánger, el emigrante viene a nuestra casa, podemos atenderle casi como el médico atiende a sus pacientes. En los bosques la situación es distinta, es necesario ir, pero difícil; y se encuentra uno con una situación humana, desde un punto de vista sanitario y dignidad de la vida, muy diferente a lo que se encuentra en la ciudad. En las organizaciones de la Iglesia respondemos según la situación. En un monte cercano, detectamos la presencia, estos días, de cuatro mujeres y una quinta con una niña de cuatro años. Las hemos propuesto sacarlas del monte para traerlas a la ciudad. Dos de esas mujeres están embarazadas de varios meses. Las dos que no lo están, aceptaron venir. Las embarazas dijeron que no, porque quieren intentar, de todos modos, saltar la valla, con lo que eso significa. No es una cosa que se pueda racionalizar.

Uno de los males del siglo XXI, y también de parte del final siglo XX, es el de las condiciones por las que los Estados, sobre todo los desarrollados, impiden la entrada de emigrantes. Dadas las circunstancias que se están viviendo en el norte de África como respuesta a la oleada de personas que llegan a la valla, ¿usted tiene alguna propuesta que hacer para que, dentro del marco político que impera en el mundo occidental, esto se pueda mejorar?
A todos nos tiene que hacer pensar el hecho de que estos millares de personas que se acercan a las vallas y ponen en riesgo la vida por pasar, tienen un porqué, hay algo que explica su decisión. Entiendo que hay dos cosas que la sociedad y las autoridades de los pueblos tienen que considerar: para que un joven se eche a un camino a poner en peligro su vida a lo largo de muchos kilómetros son necesarios dos factores. Uno, es el de la situación del país de donde salen, que es inaceptable en lo social, en lo económico, en lo político, por causa de guerra… por los motivos que sean. Pero el país donde han nacido deja de ser un lugar deseable para vivir, y los empuja hacia fuera. Luego están los países de tránsito y de destino. El país de destino tiene unas políticas de frontera que impiden entrar a los que se ven obligados a salir. Nos encontramos con una humanidad, con vidas preciosas, metidas en un callejón sin salida, atrapadas sin remedio en una situación en la que poco tienen, más que sufrimientos y enfermedades. Yo creo que las autoridades de los pueblos tienen la responsabilidad, de ofrecer una salida digna a esta gente. Una salida digna no es una ayuda económica, es una posibilidad de futuro.

Y los países de tránsito, ¿no ofrecen posibilidades para estas personas?
Cuando hablamos de emigrantes, hablamos de subsaharianos. Salen de un cinturón de países en los que la situación económica, política y social es muy semejante y poco atractiva para estos chicos y salen. En países de tránsito como Marruecos, Mauritania, Argelia o Libia, la política de la UE los ha constituido como gendarmes de las fronteras europeas, de tal manera que se han externalizado las fronteras. Esto se paga con muchísimo dinero, y por eso decía que medidas se han tomado muchas, costosísimas. La evidencia es que no se producen los efectos deseados, porque la gente continúa entrando en Europa, y lo hacen a costa de muchísimo sufrimiento, y a costa de la vida, en ocasiones. En los últimos 20 años, en las fronteras de Europa han muerto más de 20.000 personas. Pero más terror que el número de muertos, me causa el modo de vida que tienen las miles de personas que están todavía en el camino con la esperanza de llegar, algún día, a un destino que, en ningún caso, con las políticas actuales, será un buen destino.

Es verdad que los países europeos, sobre todo los limítrofes como España e Italia, están invirtiendo mucho dinero para que esos países del norte de África ejerzan como gendarmes. Cuando hablo con gente a favor de las fronteras, incluso de las cuchillas, me dicen que todo tiene un límite y aquí no se puede hacer frente a una oleada incesante de inmigrantes. ¿Es un problema económico, o el problema es que no nos queremos mezclar? Porque si es un problema económico, no tendría sentido, porque nos estamos dejando un dineral para que sean los africanos los que tengan que taparlo.
Lo del dineral para mi resulta incomprensible. Si se hubiese invertido en políticas de acogida lo que se ha invertido en políticas de rechazo, el problema estaría resuelto desde hace muchísimo tiempo. En todo caso, el moverse, el emigrar, para las personas que se encuentran en una situación de dificultad es un derecho fundamental. Una política humana, racional, de control de las migraciones, no puede limitarse a ser una política represiva. Yo no tengo soluciones, no es mi papel. Yo me encuentro sólo con la realidad que tengo delante de los ojos, y es inaceptable. Para esta realidad inaceptable, la iglesia puede buscar un camino de humildad y de acogida y de trato, pero no puede dar la solución. Los poderes políticos sí que tienen obligación de dar una respuesta. A mi no me cuesta trabajo pensar que si yo, español, para llegar a Marruecos no necesito más que un pasaporte válido, pues que un marroquí no necesite más que un pasaporte válido para ir a España. Hemos puesto dificultades a los pobres para que puedan vivir. Si una persona que ha entrado en España no encuentra trabajo ni posibilidades, no se quedará allí, buscará otro lugar a dónde ir.

Para escuchar la entrevista, pinche aquí: http://www.cope.es/player/id=2013120402390001&activo=10