Apóstol de la alegría - Alfa y Omega

Conchita. Así se llamaba una señora de 80 años que a finales de diciembre moría en su casa, sola, sin nadie que se diera cuenta. Ella nos ha enseñado a todos los que la hemos conocido que se puede ser feliz y vivir con alegría con poquito, caminando sola en la periferia de nuestra ciudad. Por eso no exageramos si decimos que fue a lo largo de su vida un apóstol de la alegría. Desde pequeña quiso ser monja, pero no llego a cumplir su sueño. Se casó y tuvo dos hijos. El marido la maltrataba y luego la abandonó. El comedor Ave María, el centro de Vélez de Guevara de Cáritas y la Comunidad de Sant’Egidio eran lugares donde acudía y se sentía acogida y querida.

Laura, una religiosa, nos dice: «Dentro de su insignificancia tenía un gran significado. Conchita era pequeña, flaquita pero con una vitalidad arrolladora. Su presencia era alegría aun a pesar de su larga y muy cargada vida de sufrimiento y penurias. Siempre estaba dispuesta a cantar, bailar y contar alguna gracia. Dondequiera que estaba provocaba alguna risa, tal vez porque también era algo peculiar en sus formas. Quería vivir, decía cuando oía a alguna que esto no era vida; no se quería morir porque entonces no podría vernos.

El mayor impacto que produjo en quienes compartimos con ella muchos momentos fue su solidaridad, junto con su fe y su sentido moral. Siempre estaba preocupada y pendiente del que tenía alguna necesidad. Se la veía cargada de bolsas con comida para este, ropa para aquella, a pesar de que parecía que no podía con su alma, arrastrando un carro destartalado. Alguna vez se veía en problemas por defender a quien pensaba que no era tratado debidamente.

Nadie podía pensar que en esa imagen, muy coqueta ella, se encerraba una gran persona. Quería ser feliz y hacer felices a los demás, a pesar de que de vez en cuando nos dejaba ver su pena, la de no merecer la situación que tenía. Conchita: gracias por tu ejemplo y los buenos ratos que nos has hecho pasar… Dios ya te ha premiado y gozas de tu felicidad merecida».