El feminismo de las ninfas del XIX - Alfa y Omega

El feminismo de las ninfas del XIX

Pedro J Rabadán
Foto: Manchester City Galleries

Este lienzo se titula Hylas y las ninfas; el autor, el británico John William Waterhouse, lo pintó en 1896. Quiso representar a Hylas, que según la mitología griega era hijo del rey Tiodamante, y cuya belleza llevó a las ninfas a raptarle en ese instante que ven. Con dulzura tiran de su brazo aunque él no parece oponer resistencia, embelesado con las siete deidades femeninas. El cuadro tenía cierta fama, pero el autor nunca hubiera sospechado que más de un siglo después su obra alcanzaría repercusión mundial no por su calidad artística, sino por una polémica completamente artificial.

La Galería de Arte de Manchester tenía el lienzo en una sala denominada En busca de la belleza. Aunque alguien decidió buscar otra cosa, quizás colgarse alguna medalla aprovechando la estela que deja la prolongación de un debate necesario de origen, pero que por forzarlo interesadamente derivada en ridículo. Me refiero a los movimientos #TimesUP y #MeToo que arrancaron hace algunas semanas en Hoollywood en favor de los derechos de las mujeres tras destaparse numerosos casos de abusos sexuales a actrices y una serie de discriminaciones inaceptables. A ese carro se han subido a la velocidad de un bólido en la Fórmula 1, en la Madrid Fashion Week, en los Goya, y en muchos otros actos y lugares. Tanto que corre el riesgo de banalización, no por la razón de la reivindicación, sino porque entre quienes cogen la bandera hay muchos que la agitan esperando que caigan otro tipo de manzanas.

Eso pasa en Manchester. En el hueco vacío de la pared los visitantes pueden dejar un pósit con su opinión sobre la mujer en el arte y decir si obras como esta hieren sus sentimientos. A mí me queda lejos, pero si algún querido lector pasa por la galería, le agradecería dejara allí pegado mi artículo. Me aventuro a creer que el público moderno sabe distinguir perfectamente entre la idea de machismo y un cuadro prerrafaelista que representa una fantasía erótica de la época victoriana. Estoy seguro de que saben diferenciar entre un desnudo creado desde la perversión de una representación de la belleza a través del cuerpo de la mujer. Veo, en cambio, más problema en el público y en los responsables de museos absorbidos por la posmodernidad. Aquellos que entran siempre en el rebaño del buenismo y hacen de lo políticamente correcto una ideología que castiga a quien no la profesa. Esos que cuelgan etiquetas –como los pósit de la galería– a quienes osan discrepar de su idea del mundo. No me sorprendería que lo siguiente que hagan sea pintar el torso de las ninfas como si fueran activistas de Femen.