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Cómo combatir la ideología de género

Es importante que, a la vez que combate la ideología de género, la Iglesia escuche a las personas homosexuales

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Foto: Pixabay

Toca pasar de las palabras a los hechos. De los pronunciamientos episcopales a las respuestas concretas. La ideología de género ya está aquí, a través de diversas leyes autonómicas, sin que siquiera buena parte de la sociedad –tampoco muchos católicos– sepan muy bien todavía en qué consiste ni por qué supone una amenaza. Es tiempo de hacer pedagogía y armar respuestas concretas en ámbitos como la escuela o la atención sanitaria, donde una ideología que se impone a golpe de ley quiere sustituir a la buena praxis profesional e incluso al sentido común más elemental. ¿Hasta qué punto puede un centro educativo abordar materias de sexualidad muy sensibles para los padres sin conocimiento ni aprobación de estos, y desde postulados que nada tienen de científicos? ¿Es lícito que una comunidad autónoma –la andaluza– le prescriba al médico o al psicólogo al detalle cómo actuar en casos de conflicto de identidad sexual, alentando, por ejemplo, a ayudar al paciente a asumir una homosexualidad, pero proscribiendo –incluso con fuertes multas– tratamientos razonables en sentido inverso, aun cuando sea el paciente quien lo pida?

Nunca está de más el énfasis habitual en que este rechazo a la ideología de género no va contra los homosexuales. La defensa de la dignidad de las personas y la lucha contra toda discriminación injusta son principios innegociables la Iglesia. Y ahí es evidente que queda mucho por avanzar. De hecho, las leyes de ideología de género se explican como reacción a agravios intolerables en el pasado y en el presente. Otra cosa es que se pasen de frenada.

Por eso es importante que, a la vez que combate la ideología de género, la Iglesia escuche a las personas homosexuales. No hace falta irse muy lejos a buscarlas, aunque sí es mucho el camino que queda andar con ellas para superar incomprensiones y sanar viejas heridas. Sin miedo a hacer examen de conciencia y a abordar cualquier asunto de frente. Desde una doctrina que no cambia pero que –como insiste el Papa– no está hecha para ser arrojada como piedras contra nadie. Porque el bien de la persona está por encima, algo que, de forma escandalosa, han perdido de vista las leyes de género, como sucede cada vez que una ideología intenta imponerse a golpe de ley.