Miércoles de Ceniza: «¡Vuelve, sin miedo, a experimentar la ternura sanadora de Dios!» - Alfa y Omega

Miércoles de Ceniza: «¡Vuelve, sin miedo, a experimentar la ternura sanadora de Dios!»

Mirar a Cristo «es la invitación esperanzadora de este tiempo de Cuaresma para vencer los demonios de la desconfianza, la apatía y la resignación». Esta ha sido la invitación del Papa Francisco, durante la Misa con imposición de la ceniza

María Martínez López
El Papa Francisco en la Santa Misa del Miércoles de Ceniza. Foto: REUTERS/Alberto Lingria

Francisco quiere que la Cuaresma sirva a los fieles para «desenmascarar» todas aquellas cosas que crean disonancia en la vida cristiana, y «enfrían y oxidan nuestro corazón». Así lo ha pedido en la Eucaristía con imposición de la ceniza, celebrada este miércoles en la basílica de San Anselmo y Santa Sabina.

Ha advertido, en particular, contra tres «demonios que cauterizan y paralizan el alma del pueblo creyente»: la desconfianza, la apatía y la resignación. Y, para exorcizarlos, ha propuesto un itinerario de tres pasos: detenerse, mirar y volver. «¡Vuelve sin miedo –ha exclamado al final de la homilía–, a participar de la fiesta de los perdonados! ¡Vuelve, sin miedo, a experimentar la ternura sanadora y reconciliadora de Dios!».

Dejar las prisas y la presunción

Antes, el Papa había invitado a detenerse frente a la agitación que hace «sentir que nunca se llega a ningún lado»; frente a lo instantáneo y fugaz, frente a las prisas que dispersan y acaban con el tiempo que se ha de dedicar a la amistad, a los hijos, a los ancianos y a Dios.

Hay que frenar también la «necesidad de ser visto por todos», así como las actitudes altaneras y despectivas que «nacen del olvido de la ternura» y nos impiden encontrarnos con los demás.

Francisco ha alertado además sobre la «compulsión de querer controlar todo, saberlo todo». El encierro en uno mismo y la autocompasión –ha continuado– solo fomentan «sentimientos estériles e infecundos», y nos incapacitan para «compartir las cartas y sufrimientos y los demás».

De los rostros humanos, al rostro de Cristo

A continuación, el Santo Padre ha invitado a «mirar los signos que impiden apagar la caridad, que mantienen viva la llama de la fe y la esperanza», y que se refleja en muchos rostros: los de las familias que se esfuerzan por salir adelante y ser «escuela de amor»; los de los niños y jóvenes, «cargados de futuro y esperanza»; los rostros sabios de los ancianos; los de los enfermos y quienes los cuidan, y por último, el «rostro arrepentido de tantos que intentan revertir sus errores».

«Mira y contempla –ha continuado– el rostro del Amor crucificado, que hoy desde la cruz sigue siendo portador de esperanza; mano tendida para aquellos que se sienten crucificados, que experimentan en su vida el peso de sus fracasos, desengaños y desilusión». Mirar a Cristo «es la invitación esperanzadora de este tiempo de Cuaresma para vencer los demonios de la desconfianza, la apatía y la resignación».

Así, Francisco ha pasado a la tercera invitación: «Vuelve a la casa de tu Padre rico en misericordia que te espera». La Cuaresma «es el tiempo oportuno para volver a casa. Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón. Permanecer en el camino del mal es solo fuente de desilusión y de tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto».