Podemos ver más lejos sobre los hombros de Newman - Alfa y Omega

Podemos ver más lejos sobre los hombros de Newman

La entrada de John Henry Newman en la Iglesia católica supuso la subsiguiente conversión de miles de personas, y también ayudó a que los católicos ingleses, perseguidos durante siglos, salieran del ostracismo. El autor, biógrafo de numerosos literatos católicos ingleses y él mismo converso, analiza en este artículo su importancia histórica y su legado cultural

Joseph Pearce
Detalle de la estatua del cardenal John Henry Newman, situada en el oratorio de Londres.

La acogida de John Henry Newman en la Iglesia católica en 1845 anunciaba un nuevo amanecer para la fe en Inglaterra. De hecho, no sería exagerado decir que su conversión fue, propiamente, el comienzo del renacimiento católico inglés. Antes de Newman, la presencia católica en Inglaterra se había marchitado, hasta el punto de que sólo los restos de antiguas familias recusantes todavía transmitían la fe de una generación asediada y perseguida a la siguiente. [Desde el reinado de Isabel I hasta el siglo XIX, los católicos que se negaban a participar en celebraciones anglicanas sufrían penas civiles e incluso criminales]. Estos valerosos seguidores de la antigua fe vivían el catolicismo en sus corazones y en sus hogares, pero de hecho se les excluía de llevarla a la vida pública. Después de la conversión de Newman, sin embargo, el catolicismo adquirió una presencia capital en la vida cultural inglesa y, tras la estela de Newman, miles de ingleses siguieron su ejemplo, convirtiéndose al catolicismo en masa.

Si la importancia histórica de Newman está fuera de cuestión, lo mismo le ocurre a la gran herencia que ha legado a la Iglesia y al mundo en teología, filosofía, educación y literatura. Su obra El desarrollo de la doctrina cristian ha tenido una profunda influencia en el estudio del desarrollo doctrinal, ayudando a dilucidar la autoridad doctrinal de la Iglesia a la luz de su compresión como cuerpo místico de Cristo.

Fe, razón y Humanidades

Sus discursos sobre la educación liberal, pronunciados ante audiencias católicas en Dublín en 1852, cuando se preparaba para convertirse en Rector de la nueva Universidad Católica Irlandesa, se publicaron dos años después como Idea de la Universidad, un libro que permanece como una de las obras mejores y más elocuentes en defensa de la eficacia de una educación integral de las Humanidades. Su mayor contribución a la filosofía es su obra La gramática del asentimiento (1870), fruto de 20 años de trabajo, que subrayaba las bases racionales de la fe religiosa y la insuficiencia del empirismo.

Podría decirse que su Apologia pro vita sua (1864) es la eneida espiritual autobiográfica más grande jamás escrita, obviamente a excepción de las incomparables Confesiones de san Agustín. Años antes, en 1848, sólo tres años después de su acogida en la Iglesia, Newman había presagiado su Apologia con su primera novela, Perder y ganar, un relato novelado, semiautobiográfico, de la busca de la fe de un joven, entre el escepticismo y las incertidumbres del Oxford de principios de la era victoriana. También aborda el tema de la conversión en su novela histórica Calixta. Retazos del siglo tercero, publicada en 1855.

El más hábil y brillante

Como prosista, el crítico George Levine juzgó a Newman como, «quizá, el escritor de prosa más hábil y brillante del siglo XIX», un juicio que también emitió James Joyce, a través de su personaje Stephen Dedalus en Retrato del artista adolescente. Newman fue también uno de los mejores poetas de la era victoriana, con poemas como El signo de la cruz, La prisión dorada y La reina peregrina, que igualan a los mejores versos de sus ilustres contemporáneos. Su poema más ambicioso es El sueño de Geroncio. Esta obra presenta la visión de un alma en el momento de la muerte, y cómo su ángel custodio la lleva a la gracia purificante del Purgatorio. «A veces recuerda a Milton —sugirió el crítico A. S. P. Woodhouse— y, notablemente, se anticipa a T. S. Eliot en su presentación de Cristo como el cirujano que escarba en la herida para curar».

La beatificación de Newman sirve de confirmación de que este sagaz cruzado de la verdad ha alcanzado la recompensa celestial. Aun así, entró en la otra vida sin haber salido totalmente de ésta. Sigue vivo en las obras que ha dejado y en la influencia que ha ejercido. De hecho, se podría decir que Newman no es sólo el padre del renacimiento católico, sino que todo el renacimiento que siguió su estela sigue levantándose sobre sus resistentes y estudiosos hombros. Recordando las famosas palabras de sir Isaac Newton sobre cómo había «visto más allá… puesto de pie sobre los hombros de gigantes», a los que vivimos en el asediado mundo de hoy nos puede consolar el saber que podemos ver más lejos poniéndonos de pie sobre los hombros de John Henry Newman.