El auge de la distopía: la pesadilla sobre el futuro - Alfa y Omega

Aunque el término distopía aparece en el Diccionario de la Lengua Española, es más sencillo definirlo a partir de su opuesto, esto es, la utopía, como la cara y la cruz de un mismo ejercicio de imaginación sobre la sociedad. Así, si la utopía describe una sociedad ideal –no existente en la realidad– caracterizada por la armonía y la felicidad de sus habitantes, el rasgo característico de las distopías sería que se trata de sociedades que se encuentran gobernadas por el miedo y la opresión, que hacen que la existencia en esos regímenes resulte asfixiante y, desde luego, infeliz. Una dictadura puede ser considerada, en líneas generales, como una distopía –más o menos severa– hecha realidad.

Si durante siglos el ser humano imaginó –soñó– y escribió sobre sociedades perfectas y, con ello, sobre la forma en que deberían realizarse cambios en las sociedades reales para acercarse a dicha perfección, hoy la tendencia parece llevar a imaginar escenarios de pesadilla. Como toda manifestación artística, la literatura y el cine de distopías nos dan pistas sobre el sentido, el origen y el contenido de los miedos que experimenta una sociedad en un momento determinado de su historia. De este modo, en nuestros días, la proliferación de distopías nos debería servir para percibir, en primer lugar, la presencia de una cierta angustia sobre el devenir de nuestras sociedades. Por otra parte, un análisis de los contenidos de estas obras nos servirá para rastrear los elementos que componen esos miedos contemporáneos.

Señal de una angustia

Sin duda, el género distópico –es decir, las obras producidas en torno a la idea de la distopía– experimenta en estos últimos años un verdadero auge. Desde luego, no es su primer momento de apogeo, como demuestra el hecho de que las principales distopías clásicas fueron escritas en la primera mitad del siglo XX, después del trauma de la Primera Guerra Mundial, en el contexto previo a la segunda gran conflagración bélica de dicho siglo. En esa época encontramos clásicos como Un mundo feliz (publicado originalmente en 1932) o 1984 (publicado en 1949). Después de la Segunda Guerra Mundial, en el escenario de la Guerra Fría, la posibilidad de un conflicto nuclear llevó a que el género distópico adoptase formas más posapocalípticas –y una revisión a la literatura y a la filmografía de esas décadas así lo atestiguaría–. Hoy los miedos son otros y la distopía rebrota con una peculiaridad que no habían presentado estas obras en otras épocas: la juventud de sus protagonistas. Sagas literarias y cinematográficas tan famosas como Los juegos del hambre o Divergente tienen en el público adolescente su principal objetivo comercial, introduciendo a estos lectores y espectadores en un relato sobre realidades sociales alternativas –y absolutamente indeseables–, que bien puede servir para que tomen conciencia de su responsabilidad para que tales escenarios negativos, tales pesadillas, no lleguen a hacerse realidad.

La utilidad redentora

Tradicionalmente se ha acusado a los autores de distopías de pesimistas o agoreros. Estas críticas descansan en la idea de que este tipo de obras presentan mundos sin esperanza y reflejan la miseria de la propia naturaleza humana. El autor de género distópico, desde esta perspectiva, estaría señalando el camino que, inevitablemente, habría de recorrer la humanidad, incapaz de cambiar su destino. No obstante, también puede verse este género literario –y cinematográfico– desde una mirada más positiva: denunciando la posibilidad de que el futuro adopte tintes tan aborrecibles, el autor puede estar situándonos ante la necesidad de actuar sobre el presente, para conjurar, precisamente, la posibilidad de que el futuro acabe siendo del modo en que se presenta en sus obras. En general, podríamos decir que la recurrente presencia de obras de este tipo en la actualidad es síntoma inequívoco de un malestar con respecto a la forma que está adoptando nuestra sociedad y, sobre todo, supone un atisbo de graves conflictos sociales en caso de seguir por la senda que marcan las tendencias actuales. El género distópico y, quizás especialmente, el género distópico juvenil y adolescente constituye una llamada de atención para actuar sobre el presente, a fin de evitar que el futuro sea una pesadilla.

Mariano Urraco Solanilla
Profesor de Sociología en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA)

El autor participa en el Congreso internacional sobre narrativas distópicas. De 1984 a Los Juegos del hambre, organizado por la Universidad CEU San Pablo –con la colaboración de la UNIR– del 26 al 28 de febrero en la Facultad de Humanidades y CC. de la Comunicación