Monseñor Osoro: «El drama más grande es no creer» en el valor de toda vida humana - Alfa y Omega

Monseñor Osoro: «El drama más grande es no creer» en el valor de toda vida humana

Las madres en dificultad, los niños con discapacidad, las familias numerosas y los ancianos fueron los protagonistas de la Eucaristía y la Vigilia de oración por la vida que este miércoles presidió el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro. Tras recordar que el mismo Dios eligió la misma casa que nosotros para venir al mundo –el vientre de una madre–, el obispo subrayó que «el drama más grande que existe es no creer» en el valor de la vida humana como imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, en la lucha para defenderla, «Dios está con nosotros» y para Él «no hay nada imposible»

María Martínez López

La señal que da Dios hoy sobre el valor de la vida humana, la alegría y la esperanza de que «para Dios no hay nada imposible» fueron las claves de la Eucaristía y la Vigilia de oración por la vida que, este jueves, presidió el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro. En vez de en la catedral de la Almudena, el acto se celebró en la colegiata de San Isidro, con el objetivo de encomendar especialmente la causa de la vida a la familia formada por el Patrono de Madrid y su esposa, santa María de la Cabeza. Este acto fue el momento central de la Semana por la Vida, organizada por la Delegación de Pastoral Familiar y la asociación pública de fieles Spei Mater y que concluye este sábado.

La señal que Dios da hoy a los fieles es la «maravilla de descubrir cómo Dios, para venir a esta tierra y solidarizarse con todos los hombres, quiere tomar rostro y elige una casa donde habitar, el vientre de la Santísima Virgen María», comenzó monseñor Osoro su homilía. Esta primera casa «la tenemos todos nosotros. En el momento de surgir a la vida, el Señor nos regala una vivienda excepcional: el vientre de nuestras madres. Y en eso no hay distinción» entre «el rey más poderoso que haya podido existir» y la persona más pobre del planeta.

El vientre materno –continuó– es «un lugar sagrado, santuario de la vida. El Señor se ha identificado con todos nosotros, haciéndonos iguales en el origen de nuestra vida», aunque luego, «cuando salimos al mundo y olvidamos nuestro origen, vienen las diferencias».

Por ello, «en la memoria de la Encarnación, nosotros también tenemos una señal de que somos de Dios, y el hombre y la mujer que hemos venido a este mundo para vivir, para dar vida, para defender la vida desde el origen de la misma hasta que Él nos llame de este mundo». Citando a san Juan Pablo II, el obispo de Madrid subrayó que «el drama más grande que existe en este mundo y momento de la historia es precisamente no creer en la vida. Esto nos puede llevar a situaciones terribles».

«El Señor está de nuestra parte»

La segunda clave de la homilía fue la alegría. «Alegraos, porque el Señor está de nuestra parte», nos ama «entrañablemente y triunfa siempre». El obispo exhortó a no entristecerse porque «hoy se pueda discutir sobre quién es dueño de la vida, y se pueda limitar la vida del ser humano».

La cultura del encuentro, de la que tanto habla el Papa Francisco, «es la cultura de la vida, de la reconciliación, de la entrega, del amor verdadero que nos descubre Nuestro Señor Jesucristo, una cultura donde el ser humano es importante desde el mismo inicio de la vida. El ser humano es lo más importante, porque Dios ha querido hacerlo a imagen y semejanza suya». Por tanto, «no podemos descartar a nadie, porque somos imagen y semejanza de Dios».

«Nada hay imposible para Dios». La cultura de la vida no surgirá «mediante odios y diatribas». Los hombres ponemos barreras, «pero cuando nos decidimos a orar a Dios», si le pedimos «que ponga en el corazón de todos los hombres el significado profundo que tiene ser imagen y semejanza suya, desde nuestro mismo origen en el vientre de nuestras madres, nada hay imposible». En esta oración para construir una cultura de la vida se juega «el futuro de la humanidad».

Oración y testimonios

Al terminar la Misa, se celebró una vigilia de oración. Ante el Santísimo expuesto, se alternaron textos bíblicos, del Papa Francisco y los testimonios de Yudi, una mujer que vivió un embarazo con mucha dificultad (LINK); una familia numerosa; Agustín, Ania y su hija Myriam, que tiene síndrome de Down; y Pilar, abuela de una familia de 31 miembros. Después de cada testimonio, monseñor Osoro improvisaba una oración.

Rezando por las madres que viven un embarazo en dificultad, pidió: «Haznos ver a todos los hombres que el santuario» de la vida que es el vientre materno «no puede ser roto, estropeado, mancillado». Sobre las familias numerosas, agradeció a Dios el ejemplo de la Familia de Nazaret, y la existencia de tantas familias que la imitan y «se convierten en iglesias domésticas donde el amor, la entrega, el servicio, la oración, el encuentro, la disculpa, el perdón, la alegría llenan ese santuario, el más bello que hay para una sociedad, la familia. Gracias, Señor, por la alegría que dan los hijos a los padres, porque los hijos son regalo, son únicos e irrepetibles».

Agradeció también que Madrid tenga el ejemplo de san Isidro Labrador y santa María de la Cabeza. «Tú nos has dejado este lugar para que sigamos descubriendo lo que es una familia cristiana que crece al calor de tu amor». Y terminó pidiendo por «todas las familias; que descubran la sabiduría que da el vivir juntos el discipulado de Cristo y ser discípulos misioneros que entregan la alegría que nace del encuentro contigo».

«Los cinco niños» con discapacidad «que rezan por mí»

Al rezar por las personas con discapacidad, recordó a «esos cinco que ya tengo rezando por mí: Fabro, Jonás, María, Juan y Alberto. Que estos niños desarrollen en nuestra vida, por el amor, la ternura y la sencillez que tienen, nuestra capacidad de amar. Ellos tienen más amor que nosotros, y el Señor los pone a nuestro lado para que en su fragilidad, su fe, sin complicaciones de ningún tipo, nos hagan descubrir que Dios nos ama, nos hagan sentir necesidad de crecer en humanidad, que es crecer en amor».

Por último, el arzobispo pidió por los abuelos, que «son riqueza, son sabiduría, son los grandes catequistas que en estos momentos tienen muchos nietos. Gracias, Señor, por la riqueza que nos entregas a través de ellos y por el testimonio de unas vidas gastadas para que Tu nombre sea conocido, alabado y acogido en el corazón de los que más cerca están de ellos. Son un don para la Iglesia y para el mundo; nos hacen descubrir las raíces verdaderas en las que tenemos que poner nuestra vida». Y pidió «que todos nosotros sepamos dar a los ancianos y a los abuelos» la consideración y el amor que necesitan. «Señor, que nunca estorben, que nunca los descartemos».

Al final de la Vigilia, monseñor Osoro bendijo una por una a las madres embarazadas presentes, y se repartieron a cinco parroquias madrileñas los manuales de Parroquias por la vida elaborados por la Delegación de Pastoral Familiar.