La alegría de Elías Yanes - Alfa y Omega

Tuve la gracia de colabora con don Elías en la redacción, difusión y puesta en marcha del proyecto de formación para laicos Ser cristianos en el corazón del mundo que la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar está editando y animando. Esta colaboración se trenzó con el cariño y la amistad. Era su forma normal de trabajar, mezclando el trabajo muy serio con la cercanía y el cariño. Así lo conocí yo. Era arzobispo de Zaragoza todavía y cuando yo contaba a algún cura amigo de su diócesis que lo que mas me gustaba de él era su alegría, me miraban raro. No era la cualidad que ellos destacarían primero ni mucho menos; antes lo veían como serio, trabajador, intelectual, teólogo, con sabiduría… Otras muchas cualidades, pero no precisamente la de la alegría.

Sin embargo lo que más recuerdo yo son sus risas. ¡Como se reía de las tonterías que en un momento dado le podía decir! Se reía como un niño sin complejos. ¡Lo vi tan feliz trabajando en la formación de los laicos y con los laicos! Feliz de participar en las asambleas de la Acción Católica, en las conferencias, con una humildad enorme, tomando notas. Agradeciendo el cuidado y asumiendo sus límites. Recuerdo que en la última Asamblea General de la Acción Católica a la que asistió le pusimos a una persona para que lo fuera a buscar, lo acompañara, por las instalaciones, y me dice: «Menos mal que me has puesto a este ángel que yo puedo salir por una ventana en vez de por la puerta». Me maravillaba su humildad al retirar una aportación que él hacía en el grupo de trabajo del itinerario de formación Ser cristianos en el corazón del mundo porque pensábamos que era poco clara o poco adecuada a laicos normales de las parroquias, y cogía su escrito y lo apartaba o dejaba que le podáramos un texto hasta dejarlo en un muñón.

Pero, como digo, su risa luminosa y su entusiasmo al hablar de experiencias que compartía, como cuando le tiró el caballo en Bulnes con mitra y todos los ropajes o la admiración y el regocijo con el que hablaba de las amistades y la sociabilidad de don Atilano Rodríguez que fue su secretario, eran muy hermosas de compartir.

Si querías que se le iluminara la cara no había más que preguntarle por las estrellas: era un grandísimo aficionado a la astronomía y sabía un montón de constelaciones y de agujeros negros y de velocidades y tiempos interestelares. Hablábamos de eso y sacaba de la cartera un recorte de periódico de la sección de ciencia que hablaba de no se qué descubrimiento sobre la expansión del universo. Otro de los temas que le encantaban era la demografía y esto le hacía tener una conciencia clara de los cambios, de la hondura y velocidad de los cambios en el mundo y de los que se avecinaban.

Hablaba mucho también de su tierra, en los viajes yo reconozco que no paraba de preguntarle cosas, de cómo fue su infancia, su familia y él con naturalidad y sencillez compartía. Lo recuerdo contándome que en La Palma conocía los nombres de muchas plantas autóctonas y que le gustaba saberlos aunque era un crío, y me recitaba una retahíla de ellas.

A veces se agobiaba si no veía el mar. Le pregunté si viviendo en Zaragoza no lo echaba de menos, y me dijo: «Me imagino que está ahí, sobre todo por las noches. Si me asomo al campo, las estrellas me ayudan a imaginarme el mar».

Yo también a veces lo pinchaba con cosas pero no conseguí que me hablara mal de nadie nunca. A veces se callaba, a veces expresaba su preocupación y sus dudas sobre determinadas prácticas, pero guardando respeto a las persona. Lo vi también sufrir por su diócesis, sufrir hasta enfermar pero no le salió maledicencia ni desesperanza, sus últimas palabras fueron: «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo».

¡Bendito sea Dios! Tantas cosas hay que agradecerle siempre, pero hoy especialmente, gracias por don Elías Yanes, por hacerle testigo y agente de un inmenso amor a la Iglesia, al apostolado seglar, a la formación de la identidad cristiana, a la Acción Católica. Gracias por su entrañable amistad y cariño. Ahora, ya en el gozo de la meta, él será de nuevo y como nunca mediación de la bendición de Dios para con nosotros. Gracias, don Elías. Gracias, Señor.

Lourdes Azorín Ortega
Ex secretaria general de la Acción Católica de España