«Jóvenes profetas» y «viejos soñadores» salvarán el mundo - Alfa y Omega

«Jóvenes profetas» y «viejos soñadores» salvarán el mundo

Vivimos en «una sociedad desarraigada», que empuja a los jóvenes a buscar el sentido de la vida en sucedáneos como el alcohol, las drogas o «la sexualidad consumista». Se hipervalora la juventud, pero se margina a los jóvenes, negándoles incluso la capacidad de ejercer la denuncia, condenada a la esterilidad cuando la persona carece de «memoria». En un nuevo libro-entrevista, Francisco propone una alianza entre «viejos soñadores y jóvenes profetas» para la «salvación de nuestra sociedad desarraigada». Es lo que ha comenzado a poner en práctica él mismo en la asamblea presinodal que le reúne con 300 jóvenes de todo el mundo hasta el 24 de marzo

Ricardo Benjumea
El Papa Francisco saluda a un grupo de jóvenes, durante un encuentro presinodal en el Pontificio Colegio Internacional Maria Mater Ecclesiae en Roma, el 19 de marzo. Foto: AFP Photo/Alberto Pizzoli

Solo una consigna: «Dejad la vergüenza en la puerta, hablad con valentía», decía Francisco al comienzo de esta reunión de seis días que preparatoria del Sínodo de los Obispos de octubre. El Papa quiere escuchar sin filtros las voces de jóvenes de todo el mundo, representantes de distintas realidades de Iglesia, a los que se añaden cristianos de otras confesiones y no creyentes, junto a víctimas de situaciones como la prostitución forzosa o las drogodependencias. Un total de 300 chicos y chicas que ocuparán la mayor parte de su tiempo trabajando en grupos idiomáticos más pequeños y manejables, análogos a los círculos menores del Sínodo de los Obispos. La Santa Sede ha pedido simultáneamente la máxima participación desde cualquier rincón del planeta a través de las redes sociales.

En sus primeras palabras el Papa subrayó que, «con frecuencia, se habla de los jóvenes» pero «sin preguntarles a ellos», algo que «en la Iglesia no debe ser así». La comunidad católica «tiene que aprender nuevas formas de presencia y cercanía», para paliar la soledad en la que a menudo deja la sociedad hoy a la juventud.

De las respuestas al cuestionario para la preparación del Sínodo, a Francisco le llamó la atención la frecuencia con la que los chicos y chicas «piden a los adultos que estén a su lado para ayudarlos a tomar decisiones importantes». Esa falta de referencias y asideros –añadió– es un factor que agrava los peligros de buscar soluciones en «el alcohol, la droga y una sexualidad vivida de manera consumista», cuando no «alistándose en el Estado Islámico». De manera particular, al Papa se le quedó grabada en la mente la súplica de una joven que decía: «Ayudadnos porque nuestro mundo juvenil se cae a pedazos».

El Papa Francisco junto a Thomas Leoncini, autor de Dios es joven. Foto: Facebook Thomas Leoncini

Para una Iglesia que quiera potenciar el protagonismo de los jóvenes, el Obispo de Roma extrajo como lección desterrar «la lógica del “siempre se ha hecho así”, para estar de modo creativo en la senda de la auténtica tradición cristiana». «Si la creatividad de aquellos [primeros] cristianos la tradujésemos a comportamientos de hoy, nos asustaríamos», aseguró.

La prostitución es «un crimen»

No faltaron alusiones a los problemas que afrontan hoy los jóvenes, como la explotación laboral o el desempleo juvenil, sobre lo cual el Pontífice hizo una alusión clara a España, aunque sin nombrarla.

Momento especialmente intenso el lunes, primer día de la asamblea, fueron las preguntas que dirigieron varios jóvenes al Obispo de Roma. La primera, la nigeriana Blessin Okedion, fue obligada por una red de trata a prostituirse en Italia, testimonio que ha relatado en el libro Il coraggio della libertà. Alentada por la firmeza con la que el Papa se ha referido siempre a esta cuestión, le preguntó cómo contrarrestar la mentalidad machista que, también dentro de la Iglesia, «reduce a la mujer a esclava, a propiedad del varón» o a un objeto con el que este «satisface de forma egoísta su propio placer». Y dejó lanzado el comentario de que, entre sus clientes, «muchos eran católicos».

Ahí el Pontífice no ahorró en calificativos. La prostitución «es torturar a una mujer», de ningún modo «hacer el amor». «No confundamos los términos. Esto es un crimen», dijo.

En su respuesta a otra de las preguntas, la que le dirigió la argentina María de la Macarena, miembro de Scholas Occurentes, el Papa aludió a los excesos del «mundo virtual», que él critica «pero no porque sea viejo atrasado –matizó–, sino porque tiene sus peligros», llevando a la incomunicación y a «un nivel de alienación muy grande, que te hace no ya líquido, como decía el gran Bauman, sino gaseoso. Sin arraigo». No se trata de «demonizar» las redes, pero sí de poner unos limites.

La última de las intervinientes, la religiosa china Teresina Chaoying Cheng, suscitó la cuestión de la difícil incorporación de jóvenes en algunas congregaciones, bien porque se las pretende proteger en exceso, o se las obliga a «adoptar una compostura típica de hermanas de edad madura». A lo que el Papa respondió que esas actitudes han degenerado después en algún caso en «abusos sexuales» a terceros debido a «la falta de maduración afectiva» de esas personas. Y enfatizó que prefiere que una religiosa o un sacerdote «pierdan la vocación a que se conviertan en enfermos, porque hacen daño».

Dios es joven

La asamblea presinodal coincidía con la publicación simultánea en varios países del libro-entrevista al Papa Dios es joven, editado en España por Planeta. En la conversación con el periodista y escritor italiano Thomas Leoncini Francisco asegura que «debemos pedirles perdón a los chicos porque no siempre los tomamos en serio» ni «sabemos hacerles soñar».

«Un joven tiene algo de profeta», dice el Papa en otro momento. Pero para ejercer esa necesaria labor de denuncia, es necesario «mirar con perspectiva», algo imposible en «una sociedad desarraigada», en la que los chicos y chicas crecen sin raíces.

Frente a ello, la propuesta del Pontífice es «el diálogo de los jóvenes con los ancianos: una interacción entre viejos y jóvenes, incluso saltándonos, temporalmente, a los adultos».

El problema es que «esta sociedad rechaza a los unos y a los otros, rechaza a los jóvenes al igual que rechaza a los viejos. Y, sin embargo, la salvación de los viejos es darles a los jóvenes la memoria, y esto convierte a los viejos en unos auténticos soñadores de futuro; mientras que la salvación de los jóvenes es tomar estas enseñanzas, estos sueños, y seguir en la profecía». «Viejos soñadores y jóvenes profetas –sentencia el Papa– son el camino de salvación de nuestra sociedad desarraigada: dos generaciones de rechazados nos pueden salvar a todos».