La libertad de la clausura hecha arte - Alfa y Omega

La libertad de la clausura hecha arte

Tres actores representan una performance sobre el Modo de visitar conventos, un viaje de tres horas en el que el espectador recorre diferentes momentos en la vida de una monja carmelita de clausura. La última muestra tuvo lugar en el Museo Reina Sofía de Madrid, «para dialogar con espacios laicos», aunque el objetivo inicial es representarlo en conventos, especialmente los abandonados. La idea surgió tras una «brutal» conversión

Cristina Sánchez Aguilar
Un momento de los 15 minutos de contemplación acompañados por las carmelitas de Santa Ana y San José. Foto: Modo de visitar conventos

«El 24 de agosto una monja carmelita llamada Teresa de Ahumada funda un convento en Ávila con seis mujeres, oponiéndose a su priora y a la opinión pública». Un sobre de estraza con este mensaje dentro da la bienvenida al heterogéneo grupo de 40 personas –entre los que hay desde carmelitas laicos a caras conocidas de la televisión y las artes escénicas– para el que el museo de arte contemporáneo de Madrid, el Reina Sofía, abre las puertas en martes, su día libre. Una flor natural acompaña al texto, que también explica al espectador que «Teresa reivindicaría una nueva manera de hermandad de mujeres contemplativas» que dialogaron entonces, y lo siguen haciendo ahora, «desde la libertad de la clausura».

Se cierra la puerta de la calle. Los asistentes entramos de lleno en este Modo de visitar conventos que, durante tres horas, nos sumergirá de la mano de dos actrices y un actor en la experiencia de «conocer el patrimonio de los conventos» y «tener una experiencia estética que esté inspirada en las prácticas contemplativas carmelitas», como se describe en el dossier. Eso sí, desde un espacio completamente ajeno a la vida religiosa: las salas desconocidas de uno de los museos más relevantes del país.

Patricia Ruz, Tomi Ojeda y Jesús Barranco, tres actores de renombre en el mundo de las artes escénicas españolas, saludan a los recién llegados. «Cuando escuchéis la campanilla debéis avanzar, en silencio» por el inventado convento. Durante la performance hay tiempo de escuchar, tiempo de meditar, tiempo de observar. «Hemos convivido con las comunidades carmelitas descalzas de Batuecas, Toro, Cabrerizos y Madrid y queremos mostrar al mundo laico que la vida de clausura hoy es un acto constante de reivindicación espiritual y de libertad», explica Jesús Barranco, intérprete del elenco del Teatro de la Abadía de Madrid y artífice de la idea.

13 capítulos o estancias

«El corazón vacío, de Dios lleno», se lee en las escaleras que adentran al espectador en el sótano del museo. Un vestido de novia depositado en el suelo espera a la monja que lo porte. «No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho». «Yo soy para mi amado», seguimos leyendo, y descendemos hasta encontrar a Patricia Ruz, vestido en mano y que, a partir de entonces, hará de cicerone para los que se atreven a traspasar la reja invisible del convento carmelita de clausura imaginado.

El recorrido consta de 13 capítulos o estancias que transitan por diferentes momentos que vive una monja de clausura: la toma de hábito, donde la actriz recrea el paso de la novia vestida de blanco a la monja pertrechada con el pesado hábito; la soledad en la celda; el momento de oración en la iglesia, en el que el espectador observa un vídeo de artes plásticas; el rezo de vísperas, a través de un fragmento grabado en el monasterio de San José de Cabrerizos; la vocación de las monjas, explicado por las propias carmelitas de Toro y, no podía faltar, el tiempo de colación en el refectorio con un cuenco de sopas de ajo para cada espectador, acompañadas de queso y membrillo. Mientras, alguien lee Las Cautelas de san Juan de la Cruz.

Es en este momento cuando asistentes y actores comparten conversación. «Admiro a estas mujeres, son libres viviendo en clausura», reconoce Tomi Ojeda, actriz en silla de ruedas. No especialmente creyente –atea… o no–, como ella misma se define, afirma que las carmelitas de Toro, con las que ha compartido tiempo y experiencia para crear esta performance, «me han abierto un ventanal». Las recuerda, casi una a una, y muestra sin prejuicios una servilleta donde una de las religiosas le escribió unas líneas de recuerdo. «La llevo siempre conmigo».

Patricia Ruz durante la performance en el preestreno que tuvo lugar en el Carmelo de Toro. Foto: Modo de visitar conventos

Oración y recreación

Tras la colación es el turno del juego. Los actores reviven junto a los espectadores la tradición carmelita de buscar una imagen del Niño Jesús, escondido por la superiora en algún lugar del convento. «Las madres de Santa Ana y San José, en Madrid, juegan el primer domingo del tiempo ordinario después de Navidad y es uno de los días más divertidos del año para ellas», explica Jesús Barranco. El improvisado claustro que rodea el edificio principal del Reina Sofía se convierte en un convento donde los asistentes, en plena noche ya, corren entre los árboles buscando la escultura. «¡La tengo!», grita una chica. El regalo por haberla encontrado, mermelada hecha por las religiosas.

Después de la tormenta llega la calma y, con ella, el silencio. «Al atardecer de la vida te examinarán del amor», aparece proyectado en una pared. Y las 43 personas allí reunidas, con un vídeo de las carmelitas del madrileño convento de Santa Ana y San José de fondo, acompañan virtualmente a las religiosas durante 15 minutos de contemplación.

El estreno, en el convento

Intervenir un espacio como el del Reina Sofía fue una decisión tomada a posteriori, «cuando vimos que se podía construir un diálogo con espacios no religiosos y así poder investigar diferentes maneras de habitar estos espacios, creando una experiencia contemporánea de un modo de vida ancestral», afirma Barranco. Pero la idea originaria, que nació tras la peregrinación del actor a diversas fundaciones carmelitas abandonadas durante el centenario de santa Teresa, «era recuperar estos conventos vacíos. Me di cuenta de la estructura de la clausura, un patrimonio que no se conoce. Y pensé en lo importante de dar a conocer al mundo laico la cotidianidad del rezo, de la cocina, de la recreación, de la oración contemplativa… Y así, que el espectador entienda esta clausura como una opción de vida en libertad», explica el actor a Alfa y Omega. «Las personas que vivimos en el mundo atadas a horarios, al metro, al teléfono móvil… creemos que somos libres, pero desde que conocí a las monjas me di cuenta de que ellas viven la verdadera libertad. La repetición de sus acciones, de hecho, las aleja del apego».

El preestreno de la pieza fue en exclusiva para las carmelitas de Toro y el estreno en Madrid, en las dependencias del convento de Santa Ana y San José. «Nosotras no vimos la representación, porque estábamos en la clausura, pero cuando Jesús nos contó su propuesta nos pareció una forma muy interesante y distinta de dar a conocer la vida contemplativa y la vida de santa Teresa. Y quisimos ayudarle, porque a través de su arte ha sabido hacer llegar a la gente hasta Dios», explica la madre Milagros, priora del convento. Dos únicas representaciones con una mezcolanza de asistentes, tanto cercanos al mundo religioso como amigos actores de los intérpretes, aprovecharon la estructura real del edificio con sorpresa final. «En lugar de un vídeo, como en el Reina Sofía, en los 15 minutos de silencio estuvimos en el locutorio con las monjas», cuenta Barranco. «Valoraron mucho nuestra presencia callada», añade la priora. «Fue increíble encontrarnos con las monjas allí», reconoce uno de los asistentes.

Ruz en el sótano del Museo Reina Sofía, lleva a los espectadores hasta su celda. Foto: Lucas Calvache

Por una conversión

La primera vinculación de Barranco con el Carmelo fue tras once días de retiro en el convento de carmelitas descalzos de Batuecas, en Salamanca. «Nunca había estado en una hospedería católica, aunque sí en retiros de otras religiones, porque siempre he tenido una intensa vida espiritual, pero me hablaron de este lugar y tras una operación difícil conectada a una experiencia personal decidí ir». Alejado del catolicismo, «allí empecé a acudir cada día a Misa con el padre Ramón, mi guía espiritual ahora, y me quedé impactado con sus homilías, siempre vinculadas a san Juan de la Cruz y a santa Teresa». Fue, como él mismo reconoce, «una iluminación brutal».

Así empezó su peregrinaje por el Carmelo, que le llevó a conocer en profundidad a comunidades como la de Toro. Y con él, arrastró a sus dos compañeras y amigas. «Las carmelitas de Toro me han mostrado que hay gente que puede no moverse del sitio y estar apoyando la transformación del ser humano, que está muy perdido hoy en día», explica Ojeda, que no deja de citar también a los capellanes de las monjas, «y sus homilías revolucionarias, que agradecí muchísimo». Y añade: «La espiritualidad es lo único que puede cambiar este mundo, por eso nosotros queremos que la gente se cuestione qué tiene que ver la cultura con lo místico».

Hasta ahora más cercanos a filosofías budistas, sufís o hare krishna, los actores –sin desvincularse de su anterior espiritualidad– se sienten especialmente unidos al Carmelo de Toro. «Cuando las conocí, me enamoré de santa Teresa y de ellas. Rezan por el mundo, aunque haya gente a la que no le parezca nada útil. Pero es muy bonito cuando te dicen que rezan por ti, por una amiga tuya, por lo que pasa en Lavapiés», explica Patricia Ruz, bailarina que da clases de baile a las religiosas cuando va de visita al convento. De hecho, esta Semana Santa, Ruz, Barranco y un grupo de actores y amigos –algunos, no muy cercanos a la Iglesia–, han compartido por primera vez con ellas las celebraciones de Semana Santa. «Ellos nos dan mucho más de lo que podemos aportar nosotras», afirma Amalia, la superiora de Toro. «Tenemos conversaciones que no habíamos tenido antes con nadie más», añade. La ayuda es recíproca.

Barranco, Ojeda y Ruz en el refectorio, durante la representación del Reina Sofía. Foto: Lucas Calvache

Visitar conventos en toda España

El siguiente paso para este Modo de visitar conventos, nacido tras la amistad y la cercanía de una comunidad carmelita a un grupo de actores, es que los ayuntamientos, las diputaciones o las autonomías se interesen por la pieza, tanto para representarla en conventos como en espacios laicos. «Un porcentaje de la recaudación irá destinado a la comunidad de carmelitas del lugar», sostiene Barranco. Además, «sería interesante que otras órdenes contemplativas conocieran el proyecto, para estudiar la manera de acompañarnos o descubrirnos otros lugares de intervención, y que la pieza fuera un motivo de diálogo con otras realidades contemplativas».

«¿Hermosura, gentileza, / honor, placeres…? No quiero. / Este es el camino ancho / en cuya holgura no siento / sino pena y amargura, / cansancio y muy tristes dejos», escribe sor Carmen de Santa Teresita, carmelita fallecida en 2015. Un papel de estraza que el espectador recoge al salir del convento inventado. Para no olvidar que «solo anhelo descansar / en ese florido lecho / do duerme sueño de amor».