Medicina de vida - Alfa y Omega

Medicina de vida

Maica Rivera

Apenas a un mes del Congreso internacional sobre cuidados paliativos organizado en Roma por la Academia Pontificia para la Vida parece más que propicia la nueva oportunidad que Galaxia Gutenberg nos ofrece de acercarnos a este libro. Si Ser mortal no recibió en tapa dura todas las atenciones que merecía, ahora podemos hacerle justicia con un formato más manejable y apetecible (que ojalá nos acercase un poquito al éxito estadounidense que revistió su permanencia en la lista de bestsellers de The New York Times). Desafortunadamente para el ámbito sociosanitario, no ha perdido un ápice de vigencia la denuncia que el autor realiza de las limitaciones e incapacidades de la medicina con los pacientes de edad más avanzada.

Atul Gawande lo narra todo como un hábil novelista, hilando con soltura una serie de anécdotas reales muy escogidas de profesionales, ancianos y pacientes con discapacidades graves o terminales. Por ejemplo, nos cuenta la historia del debut por todo lo alto de Bill Thomas como director de una residencia neoyorquina. Tras descubrir que la ausencia de factores «problemáticos» en un geriátrico puede no estar reñida con la existencia de «desesperación en todas las habitaciones», el joven médico discierne que su centro «está confundiendo atención con tratamiento». Desde su cargo directivo decide «combatir lo que denomina las tres plagas de la existencia en las residencias: el aburrimiento, la soledad y la impotencia». Y lo hace apostando por cambiar las reglas: ordena sustituir las plantas de plástico por otras de verdad, y, aquí viene lo más grande, solicita permiso a Sanidad para introducir en el recinto un galgo, un perrito faldero, cuatro gatos y 100 periquitos. Consigue con esta bendita locura «un caos hermosamente subversivo», un verdadero «hogar para los residentes» y «el milagro» de devolver «el brillo en los ojos de la gente» implicada. Sumará al proyecto una colonia de conejos, una bandada de gallinas ponedoras y una guardería para los hijos de los empleados con el resultado de una reducción del uso de fármacos, del gasto general y de la tasa de mortalidad. ¿Cómo logra Bill Thomas revertir la situación adversa? Simplemente permite que los residentes se sientan parte de algo más grande que los trasciende, parte de una familia en la que, además, también pueden ejercer ellos mismos de cuidadores de otros seres vivos.

El relato, ameno por sus maneras novelísticas y gratificante en calidad de saludable autocrítica, es, además, en sí mismo potencialmente sanador dada la naturaleza tabú de la temática. Legitimado como cirujano en ejercicio, concluye Gawande: «Los profesionales de la medicina se concentran en el restablecimiento de la salud, no en el sustento del alma. Sin embargo –y ahí está la dolorosa paradoja–, hemos aceptado que los médicos son quienes deben decidir en gran medida cómo tenemos que vivir los días de nuestro ocaso». Dice que debemos alejarnos de una vez por todas de elipsis flagrantes, circunloquios interminables y eufemismos recurrentes que silencian la problemática. Que urge una mirada honesta de la sociedad sobre la experiencia de envejecer y morir, algo cada vez más costoso en la medida en que filósofos y religiosos vienen siendo eliminados de todo organigrama.

Ser mortal
Autor:

Atul Gawande

Editorial:

Galaxia Gutenberg