«Les abrió el entendimiento» - Alfa y Omega

«Les abrió el entendimiento»

III Domingo de Pascua

Daniel A. Escobar Portillo
Aparición de Cristo en el Cenáculo. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York

La celebración eucarística de este domingo propone un pasaje que es la continuación del relato del encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús. «Estaban hablando de estas cosas», nos dice. El Evangelio insiste en la perplejidad de los que oían los relatos sobre las apariciones de Jesús. No tiene nada de particular el plantear dudas ante unos episodios inauditos y en contraste radical con lo que estas personas habían visto unos días antes: un condenado a muerte en la cruz, abandonado por casi todos. La aparición repentina del Señor resucitado en medio de ellos eleva al máximo la dramaticidad y la tensión. Lucas utiliza los términos «aterrorizados» y «llenos de miedo», puesto que creían estar viendo un espíritu. Su mente, por lo tanto, estaba cerrada para comprender lo que había ocurrido.

La Resurrección de la carne

El texto del Evangelio propone la Resurrección como el dato central del cristianismo, verdad fundamental que es preciso reafirmar siempre con fuerza, puesto que negarla, como de varios modos se ha intentado hacer y se sigue haciendo, o transformarla en un acontecimiento puramente espiritual, significa desvirtuar la misma fe. Al igual que el evangelista Juan el domingo pasado, también este domingo Lucas quiere destacar que Jesús no es un fantasma. Además de hacer referencia dos veces a sus manos y a sus pies, signo de la identidad con el que murió en la cruz, adopta varios términos que recalcan que están viendo algo tangible y no se hallan frente a una ilusión o fantasía que se desvanece. Palpar, carne y huesos son palabras que pretenden hacernos ver que los discípulos se encuentran ante una persona real: «Soy yo en persona». Con este énfasis se trata de defender el valor de la carne. En el credo apostólico confesamos «la resurrección de la carne». Y este domingo estamos ante una verdadera manifestación de esta realidad, que sustenta nuestro credo. Sabemos que algunas tradiciones de aquella época, procedentes del ámbito griego, consideraban el cuerpo y la carne como algo negativo. El cuerpo era visto como una especie de prisión en la que estaba encerrada el alma y, por lo cual, la muerte era, en cierto modo, considerada como la liberación del alma del cuerpo. Sin embargo, no es esta la perspectiva bíblica, que considera el cuerpo como creado por Dios y, por lo tanto, algo bueno en sí mismo. Para la fe cristiana esta orientación tiene consecuencias fundamentales, ya que la corporeidad de Cristo es la culminación de la creación de todas las cosas por Dios y, en especial, de la creación del hombre por las manos de Dios.

«Comió delante de ellos»

La presencia del Señor con los discípulos no sirve a estos únicamente para verificar una identidad con quien murió en la cruz. Jesús no se muestra vivo solo para que los discípulos lo vean y lo toquen. El objetivo de sus apariciones es también cambiar su modo de ver la realidad. Y esto requiere una explicación o enseñanza de Jesús, que tiene como finalidad permitirles ver la continuidad no solo con lo que Él les había enseñado durante tres años, sino con lo que estaba escrito desde siglos antes en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos, es decir, en el Antiguo Testamento. Sin embargo, en Cristo se reconoce no solo una continuidad, sino también un cumplimiento: «era necesario que se cumpliera todo», escuchamos también. El ámbito en el que esta explicación se lleva a cabo es en torno a una mesa. La tradición ha considerado la celebración eucarística, también alrededor de una mesa, como el lugar en el que podemos reconocer a Jesucristo resucitado. Así pues, para descubrir a Jesucristo vivo en medio de nosotros es necesario que alguien nos abra los ojos para comprender la Eucaristía y, al mismo tiempo, sentarnos en la mesa en la que el Señor está en medio de nosotros.

Evangelio / Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las escrituras. Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».