Dos nuevos santos - Alfa y Omega

Dos nuevos santos

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

El Papa Francisco ha aprobado los Decretos que reconocen los milagros atribuidos a la intercesión de los Beatos Ludovico de Casoria y Amato Ronconi, ambos testigos de aquellas palabras del Evangelio: Al que llama, se le abrirá. Ludovico Palmentieri es uno de esos cristianos normales, que de tanto buscar a Dios acabó dejándose encontrar por Él, llevándole incluso más allá de su vocación. Nacido en Casoria (Nápoles), el 11 de marzo de 1814, ingresó en los Frailes Menores en 1832 y fue ordenado sacerdote en junio de 1837. Hasta aquí, todo normal: Ludovico se dedicaba a la enseñanza y su vida transcurría entre clases de Filosofía, Física, Química y Matemáticas. Sin embargo, no le bastaba, y quería más: en un día sin precisar del año 1847, experimentó una segunda conversión, una llamada dentro de la llamada, como decía la Beata Teresa de Calcuta al referirse a su propia experiencia vital. Él lo llamó Mi lavado: después de varios meses de inquietud, deseando amar más a Jesús y a los demás, sin encontrar la manera, pero poniéndose a tiro rezando más, orando más, pidiendo más luz…, Ludovico la encontró en la iglesia de las sacramentinas, rezando ante el Santísimo expuesto. Tiempo después diría: «Yo no pedía a Dios el éxtasis, el secuestro, las visiones…, sino el trabajo, las obras, la fe, la salvación de las almas». Así, el Señor le indicó un nuevo camino al servicio de los más pobres y los enfermos. Empezó montando una farmacia para los frailes enfermos, y acabó fundando las Congregaciones de los Hermanos de la Caridad y de las Franciscanas de Santa Isabel, así como multitud de iniciativas orientadas a la atención de sacerdotes enfermos, inmigrantes, mudos, ciegos, ancianos, huérfanos… También puso en marcha un Observatorio meteorológico, cinco revistas, una edición de bolsillo de la Biblia, etc. Ante este monumental despliegue, Juan Pablo II dijo, el día de su beatificación: «La amplitud del radio de acción de tu apostolado nos deja perplejos, y nos preguntamos espontáneamente: ¿Cómo pudiste estar tan cercano a tantas miserias, con tanta fantasía en la promoción humana? Y, una vez más, nos responden tus palabras: El amor de Cristo hirió mi corazón», que son precisamente las palabras que Ludovico dejó escritas en su Testamento, y que explican cómo el amor busca amor y encuentra amor.

El Beato Amato Ronconi también estaba vinculado a la espiritualidad franciscana, a través de su Orden Tercera. Nacido hacia 1226, Amato se tomó en serio el Evangelio, en especial las palabras del Señor: Toma todo lo que tienes, véndelo y dáselo a los pobres. Él dio todo el dinero que se había ganado como agricultor, lo que le valió no pocas incomprensiones familiares, y se dedicó a una vida de oración y penitencia, cobrando una importancia decisiva las cuatro peregrinaciones que realizó a Santiago de Compostela a lo largo de su vida. Quizá por este motivo decidió fundar él mismo un albergue para acoger a pobres y vagabundos, a las afueras de su pueblo, lo que hizo que sus vecinos de toda la vida le tomasen por loco. Sin embargo, él ya había escogido, y se quedó con la mejor parte.