Arabia Saudí - Alfa y Omega

De la visita la semana pasada del príncipe de Arabia Saudí a España no se ha dicho nada con respecto a la conculcación sistemática del derecho humano a la libertad religiosa que se da en su país. Recelosa no solo de reconocer este derecho, sino también de otros proclamados por la Declaración Universal de los Derechos Humanos como son los derechos de las mujeres o la libertad de expresión, Arabia Saudí cuenta con casi un tercio de extranjeros entre sus habitantes, entre los que, junto a budistas e hindúes, hay más de un millón y medio de católicos, procedentes fundamentalmente de la India y de Filipinas, que no solo sufren intolerancia (rechazo social, discriminación laboral, impedimento en el acceso a la ciudadanía, inhabilitación política, etc.), común a otros países árabes del entorno, sino una prohibición directa de los cuatro pilares básicos de la libertad religiosa: libertad de culto, libertad de manifestación pública, libertad de enseñanza, y libertad de agrupación.

Pero aún más grave y extrema es la persecución religiosa de los musulmanes que, por contagio de la amplia comunidad cristiana afincada en el país, optan por convertirse al cristianismo. En este caso el sistema jurídico del país que se enorgullece de ser la cuna del islam, donde están emplazados sus dos santuarios más sagrados (La Meca y Medina), castiga con la pena de muerte a quien ose tal provocación. Sin necesidad de un código penal escrito, a todos se les debe aplicar la sharia, para la que la conversión de un musulmán a católico es considerada la más grave de las blasfemias. Por indicación de una ley promulgada en 2014, se consideran la blasfemia (cualquier mínimo gesto de proximidad al cristianismo) y la defensa del ateísmo como actos terroristas, castigados con la cárcel y la flagelación.

Por otra parte está la actuación de Arabia Saudí en el extranjero. No pocos analistas consideran que su promoción de mezquitas en Europa, financiadas con dinero saudí, va ligada a la promoción de clérigos musulmanes al frente de las mismas con perfiles no muy dialogantes. Desde el Parlamento Europeo algunos parlamentarios españoles e italianos intentaron en su día que se condicionase el permiso para que Arabia Saudí financiase mezquitas en territorio europeo a que en territorio saudí se permitiese la construcción de iglesias cristianas. Pero en esto la culpa es de los europeos que, fieles o no a Dios, ya no lo somos ni siquiera a los derechos humanos.