La conversión de Lorenzo «cuando el representante de ese Dios en el que yo no creía» lavó los pies a 12 presos - Alfa y Omega

Amar. Limpiar. Servir. Estas tres palabras y el gesto de arrodillarse y besar los pies a doce internos de Soto del Real la mañana del Jueves Santo por don Carlos, cardenal arzobispo de Madrid, ha encendido en la vida de Lorenzo un rayo de luz y esperanza. «Soy un señor de 52 años, natural de Cáceres y nacido en el seno de una familia desestructurada. Mis padres, drogadictos, estaban separados. De pequeño nunca sentí el cariño de los míos. Todo a mi alrededor hablaba de robo, trapicheo, infidelidades… La palabra Dios jamás sonó en el ambiente en el que me movía. Mi vida la compartía con personas que se pasaban el día robando y drogándose. Todo esto me llevó a mí a drogarme, y para ello tenía que robar y engañar.

Fui detenido al cumplir 27 años y, hasta hoy, entro y salgo de la cárcel. Ahora llevo dos años cumpliendo condena por robo con violencia. En esta situación la vida no tiene sentido, a veces me vienen ganas de quitarme de en medio. Mis compañeros me animan, pero sigo estando solo, sin el cariño que nunca he tenido.

El Jueves Santo me entró la curiosidad de ir a Misa, a ver qué pasaba allí; no me interesaba nada de la religión, pero algo me movió. Durante la celebración mi vida se removió al escuchar que “hay un Dios que quiso hacer de este mundo una casa de puertas abiertas donde todos tengan cabida. En esta casa se aprende a amar porque Dios ama a todos, los limpia y los sirve”. Nuestro Dios ha entrado hoy aquí, en Soto del Real, y a todos os acoge y os quiere”.

¿A todos? ¿También a mí? Cuando el representante de ese Dios en el que yo no creía se arrodilló, lavó y besó los pies, encontré la respuesta. Sí, también a mí me ama, me lava, me besa y me sirve. Viendo a tantos compañeros cantar, sonreír y celebrar, Alguien me dijo en mi interior: “Yo te quiero y quiero que seas feliz”. Y desde ese momento mi vida ha encontrado un motivo. He descubierto que mirando a Dios todo cambia. Me comprometo a ser un hombre nuevo. Con la sencillez del niño que no sabe rezar te pido que me ayudes a mantener encendida esta luz y a amar, limpiar y servir a los demás como lo haces Tú».