Leña al fuego de la vanidad - Alfa y Omega

El colmo de la ironía con el legado del maestro del nuevo periodismo Tom Wolfe (1930-2018) es que hoy, sí, todos queremos contarlo todo en primera persona como él en los 60, pero hacerlo al estilo depauperado del siglo XXI, sin haber salido a la calle para verlo que para eso tenemos internet y las redes sociales (¡horror!). Esto no es todo, su debut novelístico en los 80 con La hoguera de las vanidades (Anagrama) ha terminado siendo mucho más reportaje que literatura, un guiñol satírico muy trágico y nada cómico en cualquier caso.

En la surrealista era Trump, su escandalosa división de clases reviste fisicidad de muro, y su escisión de las dos Nueva York, entendida la metrópoli como centro de todas las metáforas de contemporaneidad, se comprende mejor que nunca en los estereotipos de tensiones raciales, corrupción y radicalización de ideologías sectarias. Muy atrás se nos queda la adaptación cinematográfica de Brian de Palma de los 90, cuando instintivamente ahora asimilamos al protagonista Sherman McCoy encarnado por Tom Hanks, amoral, egocéntrico y frívolo yuppie, con no pocas celebridades, o mucho peor, políticos, en base al amarillismo de las informaciones cotidianas.

McCoy, asesor financiero de Wall Street, que se llama a sí mismo «amo del universo», es un treintañero cuyos exiguos principios de vida orbitan en torno a alardear de su elevado estatus mientras que su mujer se pasa la vida en el gimnasio y se duerme llorando a causa de sus infidelidades. A la muerte de Wolfe, pervive en llamas, incombustible, esta narración bestseller sobre las altas finanzas, los restaurantes de moda y las exclusivas parties de Park Avenue, el submundo picaresco de la Policía y los tribunales del Bronx, y el mafioso universo de Harlem.

El dandi del chaleco blanco de lino deja una herencia agorera con su historia rocambolesca sobre el atropello a un estudiante de raza negra de un barrio deprimido acometido por el exitoso broker y su amante, ambos dados a la fuga después en el Mercedes-Benz deportivo. La anécdota es que Wolfe avanza el espíritu enloquecido de los linchamientos populares a golpe de tuit. Lo estremecedor es que nos aproxima en clave hiperrealista a nuestra pobreza social donde el débil, la víctima, es la última de las preocupaciones de la justicia, de los medios de comunicación, de la sociedad, del sistema, como el joven malogrado de la novela.