La paz interior de Francisco - Alfa y Omega

El sábado pasado, en un encuentro con 500 chiquillos de enseñanza secundaria venidos de Milán, uno de ellos, Jácopo, le preguntó con la mayor naturalidad: «¿Y qué sentiste cuando te eligieron Papa?».

La respuesta vino acompañada de una sonrisa amable: «Sentí que el Señor quería que trabajase aquí… y yo dije: «adelante»… Sentí paz, esta es la palabra. Y he sentido paz hasta el día de hoy». Cuando se observa de cerca a Francisco en medio de problemas, disgustos y tormentas de todo tipo, resulta asombrosa su paz interior.

El pasado enero, en un encuentro privado con 90 jesuitas en Santiago de Chile, el Papa les sorprendió: «Ha sido un tiempo tranquilo este del pontificado. Desde el momento en que en el Cónclave me di cuenta de lo que se venía –una cosa de golpe, sorpresiva para mí–, sentí mucha paz. Y esa paz no me ha dejado hasta el día de hoy. Es un don del Señor que le agradezco. Y de verdad espero que no me lo saque. Es una paz que siento como regalo puro, un regalo puro».

Les dijo también que considera normales las resistencias, continuas desde el Concilio Vaticano II, «que no puedo negar. Las veo y las conozco». Pero no le obsesiona la hostilidad pues, «por salud mental, yo no leo los sitios de internet de la llamada resistencia. Sé quiénes son, conozco los grupos, pero no los leo, simplemente por salud mental. Si hay algo muy serio, me avisan para que yo lo sepa».

La etapa más dura en la vida de Jorge Bergoglio fueron nueve años de su exilio en Córdoba (1983-1992) después de haber sido provincial de los jesuitas de Argentina. Fue «un tiempo oscuro, de gran desolación» en el que «recé mucho, pero me sentía seco como un madero. Me ayudó mucho la oración allí, delante del sagrario…». En llamativo contraste, desde que fue elegido Papa disfruta de una gran paz y del don de la alegría, de la sonrisa que anima a quien se le acerca.

A un periodista curioso por saber cómo le gustaría que le recordase la historia, Francisco le respondió: «No lo he pensado, pero me gusta cuando uno recuerda a alguien y dice: “Era un buen tipo, hizo lo que pudo, no fue tan malo”. Con eso me conformo». Paz interior.