Caracoles en su salsa - Alfa y Omega

Caracoles en su salsa

Maica Rivera

«Cuando un ser humano se hace preguntas incómodas, del tenor: ¿es necesario ir tan rápido? o ¿de verdad necesitamos tanto para ser felices? le llaman rebelde». Por eso Rebelde es el nombre con que una sabia tortuga bautiza al caracol protagonista de esta «novela para jóvenes de 8 a 88 años», que decide abandonar su confortable hábitat para buscar su identidad y averiguar las razones de las lentas cadencias de su naturaleza.

Audaz e inconformista, el animalito emprende un viaje en el que descubrirá que valiente no es aquel que no siente miedo sino el que, padeciéndolo, es capaz de superarlo. Dejará atrás el prado aparentemente seguro, llamado el País del Diente de León por los caracoles viejitos, en alusión al más sabroso de los manjares, para adentrarse con firme voluntad en el territorio de lo desconocido. Lo que descubrirá es que el establecimiento de su comunidad no resulta tan seguro como pensaban, sino que se encuentra seriamente amenazado por la acción del hombre con su maquinaria y el devastador avance del asfalto, una «asfixiante capa negra que solo genera tristeza» y que se convertirá en la más peligrosa de las tentaciones: el agradable calorcito que proporciona, más allá de ser falso (no es genuina fuente de energía sino algo artificial, producido por no reflejarse la luz), constituye una trampa letal, pues convierte a la fauna amodorrada en presa fácil.

Como cabe esperarse, Rebelde regresa con el resto de los caracoles para liderar el éxodo a una tierra prometida, y cuando consigue verificar, tras las mofas y la incredulidad de los veteranos, la urgencia de su alarma para partir, no siente orgullo soberbio sino el profundo peso de la responsabilidad respecto al futuro de sus iguales. Es un auténtico líder que verá puesta a prueba su fe para obtener finalmente la revelación de que lo que importa no es el destino, sino cómo afrontamos el camino que recorremos hasta él.

No podemos olvidar el personaje melancólico del búho, por los honores que hace a la amistad ayudando a los caracoles en la supervivencia y, sobre todo, por su crecimiento en la historia, siendo un secundario capaz de superar todo lo que le pesa (el recuerdo de lo que antaño le hizo feliz) para volver a volar y con ello prestar auxilio.

La fábula concluye que el dolor de un adiós es un espejismo, porque el verdadero hogar, el País del Diente de León, va dentro de cada uno de nosotros. A pesar del tono sobrio y la narración seca, nos vemos conmovidos ante las conchas vacías de los caracoles que pierden la fe en el camino, ante el camino de baba sobre la escarcha, «huella del dolor pero también de la esperanza». Tiene algo de platónico que la tortuga que da nombre al caracol se llame Memoria; y acaso lo más entrañable sea la preocupación del animalillo por reconocerse con su propia denominación, ¿acaso no nos llama Dios a cada uno por nuestro nombre? Sobre ese plan que Dios tiene para cada uno de nosotros podemos vislumbrar el pleno sentido de la lentitud: gracias a ella los topos, que toman al joven caracol por un héroe, pueden interceptarle en medio del trayecto para que les confirme los males acechantes y así salvarse también.

Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud
Autor:

Luis Sepúlveda

Editorial:

Tusquets