«Es un tiempo propicio para la evangelización» - Alfa y Omega

«Es un tiempo propicio para la evangelización»

La gallega Eva Fernández Mateo ha sido elegida presidenta de la Acción Católica General para los próximos cuatro años

Ricardo Benjumea
Eva Fernández Mateo, durante la III Asamblea General de Acción Católica, en Santiago de Compostela, en 2017. Foto: III Asamblea General de Acción Católica

Eva Fernández Mateo (Santiago de Compostela, 1977) es ya oficialmente la nueva presidenta de la Acción Católica General (ACG), tras haber recibido esta semana la confirmación por parte de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal. La hasta ahora presidenta de la ACG en Santiago, enfermera de profesión, se trasladará a Madrid a partir del próximo curso y para los próximos cuatro años, mientras su predecesor, Antonio Muñoz Varo, regresa a Málaga para retomar su trabajo de profesor de Matemáticas en Secundaria.

«Todavía me siento muy pequeñita, con muchísimo que aprender, pero sé que no me va a faltar la ayuda de mis compañeros y hermanos en la fe», asegura. Ni tampoco el apoyo de su marido, del cual –reconoce Fernández Mateo– ha tenido que «tirar mucho» en los últimos años, un tiempo ajetreado para ella, obligada continuamente a pedir cambios de turno a sus compañeros de trabajo en el hospital para poder asistir a las reuniones y otros actos de la Acción Católica.

El relevo en la dirección general se produce en una época de profundos cambios y relanzamiento de la organización, refundada en 2009 en la Asamblea de Cheste (Valencia), en la que se constituyó en un solo movimiento, unificando a sus distintas ramas (niños, jóvenes y adultos). El reto es que haya presencia de la ACG en cada parroquia, acompañando y formando en un itinerario de fe a los laicos, si bien –reconoce la nueva presidenta– todavía falta camino por recorrer. «Es importante el papel de cada obispo y de cada párroco. Pero la responsabilidad también es nuestra: cuando nos ven a nosotros ilusionados, esa alegría se contagia».

El Encuentro de Laicos de Parroquia del pasado verano en Santiago de Compostela puso el acento en un discipulado misionero en las parroquias, línea en la que profundizará el encuentro del próximo año, que –adelanta Fernández Mateo– «estará orientado a la presencia en la vida pública» de ese laicado. La hoja de ruta la da el Papa Francisco con su reciente exhortación sobre la santidad, Gaudete et exsultate, que «nos anima a ser discípulos misioneros desde la situación y circunstancias que cada uno vive. Eso es lo que intentamos hacer cada día en nuestros grupos: acercarnos más al Señor, descubrir qué nos está pidiendo, y llevarlo a la práctica, dando testimonio de ese amor en la sociedad, viviendo nuestra fe con coherencia».

Pero además «es necesario formarnos seriamente en qué es lo que el magisterio de la Iglesia nos ofrece y nos pide». Para «a partir de ahí, ser valientes y defender lo que creemos que es bueno para el ser humano y para la sociedad».

Según diagnosticó el encuentro de Santiago, «estamos en un momento muy propicio para la evangelización, porque los laicos estamos nos empezamos a creer que tenemos algo que decirles a los demás, sin ningún tipo de ideología, simplemente porque creemos que el amor de Dios es lo mejor que nos ha pasado en nuestra vida y queremos comunicarlo», asegura Eva Fernández.

¿Y cómo se empieza a construir una parroquia misionera? La nueva presidenta de la Acción Católica se detiene unos momentos a pensar antes de ofrecer algunos consejos prácticos que puedan servir de guía.

«Lo primero –dice– es fomentar la comunión de todas las asociaciones y movimientos de la parroquia, trabajar todos a una».

En segundo lugar, prosigue, «la acogida es fundamental: ser más acogedores con las personas nuevas que llegan a la parroquia, y estar abiertos a las propuestas nuevas, sin esos recelos como los que a menudo tenemos los adultos hacia las ideas que plantean los jóvenes».

«Y que se nos note la alegría de creer en el Evangelio», concluye. Es así como «las personas que viven a nuestro alrededor podrán sentir la alegría y el amor de Dios que nosotros sentimos».