Francisco fue su confesor, la admiraba, y hoy está rumbo a los altares - Alfa y Omega

Francisco fue su confesor, la admiraba, y hoy está rumbo a los altares

El arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Mario Poli, presidió este lunes la clausura de la fase diocesana de la causa de canonización de la sierva de Dios Martha Pereyra Iraola. Acompañaron al cardenal Poli religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, familiares y allegados a la causa, y Gonzalo Pereyra Iraola, su postulador

Esteban Pittaro

La causa de esta religiosa argentina es muy cercana al Papa Francisco. El padre Bergoglio y la hermana Martha se conocieron mucho, desde que Francisco era muy joven, confirmaron a Aleteia desde la Causa.

Siendo provincial jesuita, compartieron misiones en La Rioja, y ya en Buenos Aires, fue su confesor, y la frecuentaba muy seguido en la comunidad de Almagro, donde la hermana Martha pasó sus últimos días. De él fue la iniciativa de comenzar el proceso de canonización en 2004. «No quisiera morirme sin verla beata»”, escribió al postulador en 2012.

Martha Pereyra Iraola nació el 26 de agosto de 1913 en Buenos Aires. Fue la sexta de los diez hijos de Martín Pereyra Iraola y Esther Ayerza. A los 9 años perdió a su madre. Estudió en el Colegio de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, de Buenos Aires.

En 1933, a los dos años de haber finalizado el colegio descubrió su vocación religiosa e ingresó en el noviciado del Sagrado Corazón de Jesús. Desde ese momento comenzó un largo camino de amor puro a Dios, y de constante entrega y servicio a los que más lo necesitaban.

Comenzó a colaborar en colegios tras pronunciar sus primeros votos. En 1942 realizó los votos perpetuos y con ese paso adquirió mayores responsabilidades que la llevaron, en contra de su voluntad, a no tener una vida tan «escondida».

Tras el Concilio Vaticano II e inspirada en él, Martha inició una nueva labor de gran cercanía con los más necesitados y pobres. Tras más de 35 años de servicio en colegios de Buenos Aires, se ofreció para acompañar a su familia religiosa en el trabajo en distintas ciudades como Reconquista, Famatina, Libertad y Villa Diamante, entre otras.

En 1991 regresó a Almagro, Buenos Aires, por problemas de salud. Allí siguió siendo ejemplo para sus hermanas. Falleció el 25 de agosto de 1998, a los 85 años. A su funeral asistió el ya obispo Bergoglio, quien más tarde inició el proceso de canonización.

Al introducir la reseña escrita por Fray Contardo Miglioranza, el hoy Papa escribió: «La Hermana Martha es un rayo de luz que pasó por la vida de esta Arquidiócesis predicando, con su solo vivir, la mansedumbre del mensaje evangélico. Pero no se trataba de una mansedumbre y humildad pasivas, sino fuertemente apostólicas, porque la Hermana Martha tenía celo apostólico. Amaba a su Señor y ardía porque fuera conocido y amado. Muchas veces hablé con ella y, después de esas conversaciones, salí renovado y con deseos de seguir más de cerca al Señor».

«A ella le debo mucho, pues su ejemplo me fortaleció para seguir adelante en el servicio del Señor», escribió de la Sierva de Dios Martha Pereyra Iraola el hoy Papa Francisco.

Esteban Pittaron / Aleteia