Misión viva en Munich entre emigrantes - Alfa y Omega

Misión viva en Munich entre emigrantes

Europa tiene mucho de desierto religioso. La sequía espiritual hoy es la nota dominante. Lo religioso no inquieta ni preocupa a los jóvenes, da la impresión. Y las expresiones religiosas, bastante reducidas, devaluadas y ritualistas, parecen ajenas a las preguntas fundamentales de la persona actual en esta modernidad líquida

Nicolás Castellanos Franco

Pero no todo es así. Acabo de venir de Munich, de la Misión de Habla Española, de confirmar a 31 jóvenes, ocho adultos de once nacionalidades de Europa y de América Latina. En estos tiempos recios, de fuerte secularización, de olvido de Dios, el grito de los emigrantes, desde sus pobrezas de soledad, de vulnerabilidad, de abandono, de desesperanza se hace cuasisacramento en la presencia de las Hermanas del Santo Ángel: Vicenta, Floren, Justa y Teresita, en comunión estrecha con el capellán de la misión Alberto Martínez y los sacerdotes José Antonio Arzoz, Alberto Torga, José Luis Gambra –fallecido–, y los laicos comprometidos que les acompañan y les han acompañado. Saben dar respuestas de buenas samaritanas para saciar el hambre de Dios y el hambre de pan y las peores hambres de valores: justicia, paz, amor, solidaridad, caridad, esperanza…

La Misión Católica de Habla Española de Munich, como otras, está comprometida con aquel imperativo de la Evangelii nuntiandi, de Pablo VI, en 1975: Un elemento esencial de toda evangelización es la promoción humana de todo el hombre y de todos, mujeres y hombres. Las hermanas angelinas, Alberto Martínez y Juan Antonio Torres han hecho presente el evangelio del Reino entre los emigrantes: expertos profesionales, técnicos, personas vulnerables, presos en la cárcel, enfermos… Lo cual constituye un nuevo paradigma eclesial a la hora de evangelizar, de plasmar el proyecto de humanización de Jesús, orante profundo que pasaba las noches en oración pero se dedicaba a curar enfermos, dar de comer al hambriento y cuidar las relaciones humanas para una buena convivencia.

Hoy en la Iglesia tenemos que valorar, poner en práctica estos signos, estas presencias significativas, legibles, creíbles para lo jóvenes de hoy. Marcar el énfasis en la dimensión social y caritativa de la comunidad cristiana, hacerlo con tanta intensidad como en las otras dos dimensiones, religiosa y sacramental. Allí, en la misión de Munich, las celebraciones de la Eucaristía dominical, con la participación real de niños, jóvenes y adultos, son expresión de que existe comunidad creyente, comunidad de pertenencia y de referencia que constituyen la segunda familia de los emigrantes.

También valoro la misión ad gentes. Así lo testimonian las misiones de las hermanas del Santo Ángel en Malí y del Proyecto Hombres Nuevos en Bolivia. Hemos sentido la caricia de Dios a través de sus gestos de solidaridad y comunión con nuestra gente empobrecida.

Por todos los medios hay que alargar y prolongar la presencia del Santo Ángel, del incombustible Alberto Martínez y del Padre Juan Antonio Torres, benedictino.