El Papa a los jóvenes: «San Francisco era un joven como vosotros. ¡Pero soñaba!» - Alfa y Omega

El Papa a los jóvenes: «San Francisco era un joven como vosotros. ¡Pero soñaba!»

Francisco se reúne con 70 mil jóvenes, que llegaron al Circo Máximo romano de toda Italia: el clericalismo es «la perversión de la Iglesia». Invitó a los jóvenes a «arriesgarse a sí mismos en el testimonio». Sin él, «Jesús es prisionero de nuestras cerrazones»

Vatican Insider
Foto: ANSA

«La Iglesia sin testimonio es solamente humo». El Papa Francisco se reunió el sábado en el Circo Máximo con 70.000 jóvenes que llegaron a Roma desde todos los rincones de Italia y los exhortó a seguir «grandes sueños» en la vida (como hacía el joven san Francisco, que «cambió la historia de Italia», a pesar de que dijeran que estaba loco), a vivir el amor sin «peros» («en Argentina decimos que tienes que poner toda la carne en el asador») y a evitar el clericalismo, «perversión de la Iglesia», saliendo de sí y yendo al encuentro de los demás, para ofrecer testimonio concreto de la fe.

«Si nosotros los cristianos, sea yo laico, sacerdote, monja u obispo, si no aprendemos a escuchar los sufrimientos, escuchar los problemas, quedarnos callados, dejar hablar y escuchar, nunca seremos capaces de dar una respuesta positiva», dijo el Papa al responder a la pregunta que le hicieron algunos de los jóvenes que llegaron a la capital italiana desde alrededor de doscientas diócesis italiana.

El chico, Dario, enfermero en un instituto de cuidados paliativos, dijo: «Para los jóvenes ya no son suficientes las imposiciones desde lo alto, a nosotros nos sirven pruebas y un testimonio sincero de Iglesia que nos acompañe y nos escuche para las dudas que nuestra generación cotidianamente se plantea». Muchas veces, dijo Jorge Mario Bergoglio, «las respuestas positivas no pueden darse con las palabras, tienen que darse arriesgándose a sí mismos en el testimonio. En donde no hay testimonio no está el Espíritu Santo. Se decía de los primeros cristianos: “Mirad cómo se aman”, porque la gente veía su testimonio. Ellos sabían escuchar y después vivían como dice el Evangelio».

«Ser cristiano no es un estatus»

«Ser cristiano –prosiguió el Papa– no es un estatus cualificado en la vida… “Te agradezco, Señor, porque soy cristiano y no soy como los demás que no creen en ti”. ¿Les gusta esta oración? Es la oración del fariseo: “Pobre gente, no comprende nada, no fue a la catequesis, no fue a un colegio católico o a una universidad católica, pobre gente”. ¿Esto es cristiano? No, esto escandaliza. Esto es pecado. “Te agradezco, Señor, porque no soy como los demás, voy a Misa el domingo, llevo una vida ordenada, me confieso”. ¿Esto es cristiano? No: debemos elegir el testimonio. Una vez en un almuerzo con los jóvenes en Cracovia, un chico me dijo: “Tengo un problema, tengo un compañero agnóstico. ¿Qué tengo que decirle para hacerle comprender que la nuestra es la verdadera religión?”. Yo le dije: “Querido, lo último que tienes que hacer es decirle algo. Comienza a vivir como cristiano y será él el que te pregunte por qué vives así”», dijo el Papa entre los aplausos de los chicos.

Dario, recordó el Papa, se refirió a los «inútiles fastos y los frecuentes escándalos» que vuelven «a la Iglesia poco creíble a nuestros ojos». «El escándalo de una Iglesia formal», sin testimonio, explicó el Papa, «el escándalo de una Iglesia encerrada, que no sale. Él todos los días tiene que salir de sí mismo, esté contento o triste, para acaricias a los enfermos, para dar los cuidados paliativos que hagan menos doloroso el tránsito hacia la eternidad, y él sabe qué es salir de sí mismo, ir hacia los demás, ir más allá de las fronteras que me dan seguridad».

Contra el clericalismo

Muchas veces, dijo el Papa, «Jesús toca a la puerta desde dentro de nosotros, para que lo dejemos salir, porque sin testimonio lo mantenemos prisionero de nuestras formalidades, de nuestras cerrazones, de nuestro egoísmo, de nuestra manera clerical de vivir. El clercalismo, que no es solo de los clérigos, sino que nos afecta a todos nosotros, es una perversión de la Iglesia. Yo los invito a preguntarle, a Dario o a algún otro que haga este trabajo y sea capaz de salir de sí mismo: ¿Cuándo digo: “la Iglesia no da testimonio”, puedo también decirlo de mí? Cada uno de nosotros puede criticar a aquel sacerdote, a ese cristiano, si no es capaz de salir de sí mismo para dar testimonio? Queridos jóvenes –concluyó– la Iglesia sin testimonio es solamente humo».

El Papa evocó el caso de la traducción italiana del padrenuestro, que proponía la fórmula «no nos induzcas en tentación»: «Esta traducción italiana, recientemente ha sido ajustada con la precisa traducción del texto original, porque podía parecer un equívoco», dijo el Papa. «¿Puede Dios padre “inducirnos” a la tentación? ¿Puede engañar a sus hijos? Y por esto, la verdadera traducción es “no nos dejes caer en la tentación”. Impídenos hacer el mal, líbranos de malos pensamientos… A veces las palabras, aunque hablen de Dios, traicionan su mensaje de amor. A veces somos nosotros los que traicionamos el Evangelio».

«Vuestros sueños dan miedo a los adultos»

A una chica que le contó su experiencia de elegir estudiar Historia del Arte a pesar de que el profesor a quien se había dirigido la hubiera desanimado invitándola a estudiar Economía, el Papa respondió insistiendo en la necesidad de soñar en grande. «Los sueños de los jóvenes le dan un poco de miedo a los adultos, porque cuando un joven sueña, va lejos», dijo Francisco. «Tal vez porque han dejado de soñar y de arriesgarse, tal vez porque sus sueños ponen en crisis sus decisiones de vida. Sueños que llevan la crítica. Pero ustedes no se dejen robar sus sueños, no se dejen robar sus sueños».

«Había un chico aquí en Italia, veinteañero, que comenzó a soñar a la grande –continuó el Santo Padre–. Su papá, un gran empresario, trató de convencerle y él dijo: “No, yo quiero soñar esto que siento dentro”, y al final se fue para soñar y el papá se fue detrás de él y ese joven se refugió en el obispado y se despojó de la ropa y se la dio al padre: “Déjame ir”. Este joven, un italiano veinteañero, se llamaba Francisco, y cambió la historia de Italia. Francisco se arriesgó a soñar en grande, no conocía las fronteras, y soñando acabó la vida. Pensemos, era un joven como ustedes, pero, ¡cómo soñaba! Decían que estaba loco porque soñaba así, y tanto bien hizo y hace constantemente. Los jóvenes le dan un poco de miedo a los adultos, porque han dejado de soñar, de arriesgarse, se acomodaron bien y el sueño es peligroso. Y ustedes no se dejen robar sus sueños», dijo el Papa.

«Un joven que no sabe soñar es un joven anestesiado, no podrá comprender la vida, la fuerza de la vida: los sueños te despiertan y te llevan más allá», añadió Francisco, invitando a no tener sueños «miserables», sueños de «comodidad», a no ser jóvenes «de sofá» que «se jubilan a los veinte años», sino, por el contrario, a ser «capaces de soñar» y convertirse en «maestros del sueño: “Padre, ¿dónde puedo comprar pastillas para soñar?”», dijo el Papa imaginándose a un joven interlocutor que le habla de droga. «No, esas no, esas no te hacen soñar, esas te adormentan el corazón, esas te queman las neuronas, esas te arruinan la vida. ¿Y dónde puedo comprar los sueños? No se compran los sueños, son un don de Dios, un don que Dios siembra en los corazones. Ofrezcan sus sueños, nadie, tomándolos, los hará menos ricos. Sean peregrinos por el camino de sus sueños, arriésguense por ese camino, no tengan miedo», dijo el Papa citando a Juan XXIII: «Nunca he conocido a un pesimista que haya hecho nada bueno».

Atreverse a amar

Otra chica le preguntó al Papa, con entusiasmo, sobre el deseo de formar una familia y la tentación de postergar esta decisión por motivos profesionales. «¡Es valiente Martina! Nos mueve a todos la estabilidad, y habla con fuego. Yo no sé… me dan ganas de preguntarle, ¿es la sobrina de san Juan Crisóstomo?», dijo el Papa con sentido del humor. «Puso el dedo en la llaga, la decisión del amor. “Pero… No ahora, cuando acabe los estudios, por ejemplo”. Ese “pero” nos detiene, no nos deja seguir adelante, nos quita la libertad. Siempre hay un “pero”, que a veces se vuelve más grande que la decisión misma y la sofoca».

El Papa invitó a los chicos a distinguir entre el amor verdadero y el «entusiasmo amoroso maquillado de amor», y los exhortó a no dudar frente al verdadero amor. «El amor no tolera medias tintas, o todo o nada. En el amor, para hacer que crezca, no funcionan los atajos. El amor debe ser sincero, abierto, valiente. En el amor tú debes poner todo: debes echar toda la carne al asador, así decimos en Argentina».

«No se conformen con el paso prudente de quien se acomoda al fondo de la fila», dijo el Papa al retomar la palabra al final de la velada con los 70.000 jóvenes. «Se necesita la valentía de arriesgar y dar un salto hacia adelante, un salto audaz y temerario para soñar y realizar como Jesús el Reino de Dios, y comprometerse por una humanidad más fraterna. Me encantaría verlos correr con más fuerza que quienes en la Iglesia son un poco lentos y temerosos, atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Santa Eucaristía, y reconocemos en la carne del hermano sufriente. Que el Espíritu Santo los empuje en esta carrera para adelante. La Iglesia necesita su impulso, el impulso de sus intuiciones, de su fe. Y cuando lleguen a donde no hemos llegado, tengan la paciencia para esperarnos, como Juan esperó a Pedro frente al sepulcro vacío».

Iacomo Scaramuzzi / Vatican Insider