El Espíritu según Vanier - Alfa y Omega

El Espíritu según Vanier

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: www.larchedaybreak.com

«Dios interviene en la vida de un ser débil, que está necesitado, en situación de pobreza, un ser que se siente perdido, angustiado y no sabe qué hacer. Todos nos sentimos con frecuencia en esa situación en la que experimentamos un sentimiento de impotencia»: este es el punto de partida de Jean Vanier, fundador de la comunidad El Arca, en su meditación sobre el Espíritu Santo que recogen las páginas de Grito de pobre, grito de Dios, publicado por la editorial Perpetuo Socorro.

Por eso, necesitamos al Espíritu Santo: «Lo necesitamos cuando experimentamos un sentimiento negativo hacia nosotros mismos. Cuando nos vemos confrontados en situaciones difíciles con nuestros hijos y nos sentimos perdidos. Cuando surgen sentimientos de culpabilidad y de agresividad, de ira y de violencia por nuestro pasado, por el mal que hemos hecho o hemos padecido».

Para Vanier, los enfermos y discapacitados con los que vive en la comunidad son la herramienta con la que indaga en todo aquello que nos pasa. Como Francis, un niño de 11 años con una discapacidad intelectual, que el día que hizo la Primera Comunión en París, un tío suyo le dijo a su madre: «¡Qué Eucaristía más bonita! Qué pena que Francis no haya podido entender nada…». El niño lo oyó y, ante la contrariedad de su madre por esas palabras, le dijo: «No te preocupes, mamá, Jesús me quiere como soy». Por eso Vanier exclama que «escuchar que Jesús te dice: “Eres importante para mí, eres hermoso, te amo” es lo único que importa».

Cuenta también la historia de Pauline, una mujer discapacitada, apartada de su entorno, donde la veían con vergüenza, rechazada. El amor que recibió en El Arca apaciguó su violencia, hasta el punto de salir de sí misma un día en que puso la mano en la cabeza de Vanier y le dijo: «Pobre anciano». Su actitud se había transformado en ternura, porque lo contrario a la violencia no es la no-violencia, sino la ternura, «la cima de la madurez», según Vanier.

«El amor recibido de una madre es una realidad espiritual», «El poder puede hacer daño a los demás cuando los queremos controlar», «Vivimos en un mundo en el que intercambiamos información, pero sin presencia», son algunas de las reflexiones de Vanier en el libro, que concluye diciendo que «es necesario trabajarse uno mismo y dejar que el Espíritu Santo Cambie nuestros corazones», porque el Paráclito «viene a fortalecernos y a revelarnos que somos más hermosos de los que nunca nos atreveríamos a imaginar, y que nos ama».