«Solo un poquito…» - Alfa y Omega

No ha pasado una semana desde que le dieron el alta a mi amigo Juan y hoy lo he visitado en su casa. Estaba en el sillón del comedor y, aunque sus hijos están muy pendientes de él y casi no le dejan solo, sigue sin encontrar un motivo para vivir, porque sin su esposa no encuentra sentido. Durante la hora que permanecí en su casa me explicó cada una de las fotografías que cuelgan en la pared del salón y me pidió otra vez entre lágrimas: «Por favor, deme usted un consejo para que pueda irme olvidando un poquito de ella. Solo un poquito… Por favor».

Yo no supe qué responder, pero sí experimenté lo que dice san Pablo en la primera carta a los Corintios, que se ha convertido en la lectura oficial de cuantos celebran su boda por la Iglesia: que el amor nunca se acaba y que, cuando dos personas se aman como Juan amaba a su mujer, el amor sigue vivo a pesar de superar los 80 años; sigue muy vivo, porque ha sido toda una vida construyendo juntos el nosotros, todo lo que han ido creando juntos y regalándose cada día para encontrar el camino de la felicidad. Esto forma parte de lo que la Biblia quiere decir con las palabras: «Y serán los dos una sola carne». No es el tiempo el que cura las heridas del duelo, sino que cuando el dolor de la separación sea sanado por la fuerza del nosotros, este señor mayor y grande en el amor descubrirá que, más importante que fijarse en la soledad que produce la ausencia de su esposa muerta, es fijarse en la fuerza que da el saber que ese nosotros que han construido juntos no morirá mientras él permanezca vivo y que es lo único que le podrá dar motivos para seguir viviendo con la ilusión y la esperanza del que descubre que debe vivir por los dos. O mejor dicho, que mientras él siga vivo todo lo que construyó junto a su esposa jamás podrá desaparecer y nada ni nadie podrá impedir que siga vivo mientras Juan siga en este mundo.