El Papa recuerda en Letonia el alto precio que pagaron muchas personas por conquistar la libertad - Alfa y Omega

El Papa recuerda en Letonia el alto precio que pagaron muchas personas por conquistar la libertad

Francisco rinde homenaje a la gesta de los cristianos que perseveraron durante la persecución religiosa bajo las ocupaciones de la Alemania nazi y la Unión Soviética. El reto es hoy la indiferencia religiosa

Ricardo Benjumea
Foto: REUTERS/Max Rossi

El ecumenismo, la secularización y la memoria histórica han sido los ejes de la mañana del Papa en Letonia, donde llegó poco después de las 8 de la mañana para una visita de apenas 13 horas de duración.

Se trata de un país sometido a serias tensiones debido a la falta de la integración de la población rusa que permaneció tras la disolución de la URSS. Moscú sigue muy de cerca los acontecimientos, amenazando ocasionalmente con algo más que palabras veladas con una intervención militar con la excusa de proteger a estas importantes minorías. Letonia, igual que Lituania y Estonia, es miembro de la OTAN.

En su encuentro con las autoridades del país, el Papa aludió a las etapas más duras de la historia del país, con las invasiones nazi y soviética, destacando como está nación «ha sabido cambiar su luto y dolor en canto y danza y se ha esforzado en transformarse en lugar de diálogo y de encuentro, de convivencia pacífica que busca mirar hacia delante».

En pleno centenario de la independencia de 1918, Francisco destacó en su encuentro con las autoridades, el cuerpo diplomático y la sociedad civil «el precio de esta libertad que habéis tenido que conquistar y reconquistar. Una libertad –añadió– hecha posible gracias a las raíces que os constituyen».

En un país fuertemente secularizado, también la presidenta, Raimonds Vejonis, aludió ante al Papa al «culto al consumismo» como un gran desafío para la sociedad, junto a otros problemas, como el cambio climático, que hace peligrar los ecosistemas en el Mar Báltico.

Los católicos conforman aproximadamente un 25 % de la población letona, pero han resistido algo mejor que la mayoría evangélica (alrededor del 35 %) el empuje de la secularización. Los ortodoxos, por su parte, suponen una quinta parte, y suelen identificarse con la minoría rusa.

A todas las Iglesias cristianas apeló Francisco en un encuentro ecuménico celebrado en la catedral evangélica de Riga. La fe –advirtió– corre el peligro de acabar convertida en «una pieza del pasado, una atracción turística y de museo».

Algunos piensan que «en nuestras sociedades, los cristianos tienen cada vez menor márgenes de acción o de influencia», pero «esto no debe conducir a una actitud de encierro, de defensa e incluso de resignación», añadió.

Son tiempos para «la misión» desde «la unidad» de todos los cristianos. «La unidad a la que el Señor nos llama es una unidad siempre en clave misionera, que nos pide salir y llegar al corazón de nuestros pueblos y culturas, a la sociedad posmoderna en la que vivimos», apostilló el Papa.

De la persecución, a la indiferencia religiosa

Tras este encuentro ecuménico, el Papa se trasladó a la catedral católica, donde contrapuso la «constancia» durante las épocas duras marcadas por «el horror de la guerra, la represión política, la persecución y el exilio», con la situación actual, en la que la misión exige grandes dosis de «paciencia».

Sometidos a muy duras pruebas en el pasado, los cristianos han «perseverado en la fe». «Ni el régimen nazi, ni el soviético apagó la fe en vuestros corazones y, en algunos de vosotros, incluso, no os hizo desistir de entregaros a la vida sacerdotal o religiosa, a ser catequistas, y a múltiples servicios eclesiales que ponían en riesgo la vida», destacó Francisco. «Habéis combatido el buen combate». Hoy, sin embargo, lo que toca es «ser constantes» y no ceder «a la decepción y a la tristeza» ante los nuevos riesgos que surgen en la sociedad.

El Papa aludió también a los ancianos, con injustas y dolorosas situaciones en las que «el supuesto tren de la libertad y el progreso acaba teniendo en quienes lucharon por conquistar derechos, su furgón de cola». Por eso animó a la Iglesia a recordar a los jóvenes que el cuidado y protección de los que nos antecedieron «es querido y valorado por Dios».