El Papa pide a los fieles chinos reconciliación y que sean buenos (y críticos) ciudadanos - Alfa y Omega

El Papa pide a los fieles chinos reconciliación y que sean buenos (y críticos) ciudadanos

«Tengo la convicción de que el encuentro solo será auténtico y fecundo si se realiza poniendo en práctica el diálogo», asegura el Papa Francisco a los católicos chinos, a las autoridades del país y a toda la Iglesia universal. En este sentido, pide a los fieles del país gestos de reconciliación y que sean buenos ciudadanos, también con espíritu profético y sin olvidar la crítica justa cuando sea necesario defender la dignidad de la persona

María Martínez López
Foto: CNS

«La Iglesia en China no es ajena a la historia china, ni pide ningún privilegio», sino construir «una relación basada en el respeto recíproco y en el conocimiento profundo». De esta forma, y con una oración a María Auxiliadora, concluye el Papa Francisco el mensaje que ha dirigido a la comunidad católica china.

En el mensaje, hecho público cuatro días después de la firma del acuerdo provisional con el Gobierno chino sobre el nombramiento de los obispos, Francisco subraya que «el encuentro solo será auténtico y fecundo si se realiza poniendo en práctica el diálogo, que significa conocerse, respetarse y caminar juntos para construir un futuro común de mayor armonía».

El acuerdo acuerdo firmado el sábado –recuerda el Santo Padre– «es fruto de un largo y complejo diálogo institucional» que empezó con san Juan Pablo II y que no tiene más objetivo que «sostener y promover el anuncio del Evangelio, así como alcanzar y mantener la plena y visible unidad de la comunidad católica».

Es significativo porque «por primera vez se contemplan elementos estables de colaboración» con las autoridades del Estado, que reconocen a la Santa Sede como interlocutor. Con todo, al ser provisional «está llamado necesariamente a ser mejorado».

El papel de la Iglesia local en la elección de obispos

Para alcanzar el doble objetivo arriba mencionado –explica el Papa– «era fundamental» afrontar la cuestión de los nombramientos episcopales, una cuestión en torno a la cual se han polarizado «profundas tensiones, heridas y divisiones». El fenómeno de la clandestinidad –continúa– surgió «cuando, en el pasado, se pretendió determinar también la vida interna de las comunidades católicas, imponiendo un control directo más allá de las legítimas competencias del Estado».

El acuerdo sobre la elección de obispos aprobados tanto por la Santa Sede y como por el Gobierno chino, pero siempre con la última palabra del Papa –como recordó el martes en su vuelo de vuelta de Estonia– «no es nada más que un instrumento». No resolverá todos los problemas y será estéril si no va acompañado de una profunda renovación.

Por ello, el Pontífice pide la ayuda de los obispos, sacerdotes, consagrados y laicos. Según la mayoría de especulaciones sobre el contenido concreto del acuerdo, de ellos saldrían en parte los candidatos al episcopado que se propondrán a Roma.

Tienen por tanto el «importante papel» de buscar aquellos que sean buenos; no «funcionarios para la gestión de las cuestiones religiosas» –un perfil más parecido a lo que podrían ser las intenciones del régimen– sino «pastores auténticos según el corazón de Jesús, entregados con su trabajo generoso al servicio del Pueblo de Dios».

Un «sincero deseo de plena comunión»

El texto continúa explicando que el Santo Padre ha tomado la decisión de levantar la excomunión a los obispos hasta ahora no reconocidos por el Vaticano, que se anunció el mismo día de la firma del acuerdo, después de examinar cada caso, reflexionar y rezar «mucho buscando el verdadero bien de la Iglesia», «ante el Señor y con serenidad de juicio».

Un elemento importante en su decisión ha sido «constatar el sincero deseo de vivir su fe en plena comunión con la Iglesia» de los católicos chinos; «también de parte de los que, incluso obispos, han herido la comunión» a causa de su debilidad y sus errores, y «no pocas veces, por la fuerte e indebida presión externa».

A estos obispos rehabilitados, con todo, les pide ahora «que manifiesten, a través de gestos concretos y visibles, la restablecida unidad» con Roma «y que se mantengan fieles a pesar de las dificultades».

Gratitud y admiración a los católicos

El Papa reconoce al comienzo del documento que el «torbellino de opiniones y consideraciones» que han circulado en los últimos tiempos sobre esta cuestión ha «provocado mucha confusión, originando en muchos corazones sentimientos encontrados»: dudas, perplejidad, sensación de abandono y, al mismo tiempo, expectativas y reflexiones positivas.

Por ello expresa a los fieles chinos su gratitud y «sincera admiración», junto con la de toda la Iglesia por su fidelidad, la «constancia en la prueba» y su «arraigada confianza en la Providencia» en los momentos más difíciles. «Tales experiencias dolorosas pertenecen al tesoro espiritual de la Iglesia en China» y en todo el mundo.

Dentro de su ministerio, el Pontífice muestra su deseo de confirmar en la fe a los fieles chinos, a los que exhorta a poner «cada vez con mayor convicción vuestra confianza en el Señor de la historia, discerniendo» hacia dónde dirige el Espíritu a la Iglesia «para superar los inevitables momentos de cansancio».

A la hora de afrontar este nuevo camino, Francisco ofrece como ejemplo la figura del patriarca Abrahán. Si él «hubiera pretendido condiciones, sociales y políticas, ideales antes de salir de su tierra, quizás no hubiera salido nunca». Es decir, no fueron los cambios históricos los que animaron su confianza, sino su fe la que los provocó.

La sociedad espera mucho de los fieles

En este momento histórico, «la comunidad católica en China está llamada a permanecer unida, para superar las divisiones del pasado que tantos sufrimientos han provocado y lo siguen haciendo». Por ello, todos los cristianos deben hacer «gestos de reconciliación y de comunión», les pide.

En cuanto a su papel en la sociedad, les exhorta a que «sean buenos ciudadanos, amen totalmente a su patria y sirvan a su país con esfuerzo y honestidad». «Muchos compatriotas esperan de ellos un grado más en el servicio del bien común y del desarrollo armonioso de la sociedad entera».

Esta vocación a la presencia pública incluye una dimensión profética, que «puede exigirles también la dificultad de expresar una palabra crítica, no por inútil contraposición, sino con el fin de edificar una sociedad más justa, más humana y más respetuosa con la dignidad de cada persona».

Diálogo cultural

En otro lugar del mensaje, Francisco describe a China como «una tierra llena de grandes oportunidades», y a su pueblo como «artífice y protector de un patrimonio inestimable de cultura y sabiduría» que desde hace siglos tomó contacto con el cristianismo. Subraya así una línea de acercamiento basada en el diálogo cultural de la que ha sido un importante valedor en los últimos años, con interesantes iniciativas fruto de la colaboración bilateral.

El mensaje de Francisco incluye también unas ideas dirigidas a toda la Iglesia universal. En ellas, se subraya que lo que está ocurriendo en China es «uno de los signos de nuestro tiempo». Ante esta coyuntura histórica, todos «tenemos una tarea importante: acompañar con la oración fervorosa y la amistad fraterna a nuestros hermanos» en China. «Deben experimentar que no están solos en el camino».

Todas las comunidades pueden y deben, además, implicarse en la medida de sus posibilidades en la vía del diálogo cultural. Francisco pide a «cada comunidad católica» del mundo que valore y acoja «el tesoro espiritual y cultural específico de los católicos chinos. Ha llegado la hora en que probemos juntos los frutos genuinos del Evangelio sembrado en el seno del antiguo Reino del Medio».