Viaje al cuarto de una madre y Aprendiendo a vivir. De padres e hijos - Alfa y Omega

Viaje al cuarto de una madre y Aprendiendo a vivir. De padres e hijos

Juan Orellana
Estrella y Leonor, en una fotograma de la película Viaje al cuarto de una madre. Foto: Alfa Pictures

Con muy buena acogida en el Festival de San Sebastián –Premio de la Juventud– ha presentado su opera prima Celia Rico Clavellino, Viaje al cuarto de una madre, en la sección Nuevos realizadores. La debutante directora sevillana solo tenía en su haber un corto estrenado en la Berlinale –Luisa no está en casa–, que pone de manifiesto un interés personal de la directora por la situación de tantas mujeres que se sienten solas por dentro a pesar de estar acompañadas por fuera. El filme que nos ocupa trata de una mujer de mediana edad, Estrella (Lola Dueñas), que ha enviudado prematuramente y que vive con su hija veinteañera, Leonor (Anna Castillo). Se acompañan y llevan bien hasta que Leonor anuncia su intención de irse a Londres a trabajar de au-pair y aprender inglés. A partir de ese momento, las cosas van a cambiar entre ellas.

La puesta en escena es muy minimalista, y no simplemente por cuestiones presupuestarias, sino porque Celia Rico quiere mostrar el estrecho y claustrofóbico entorno familiar en el que Estrella y Leonor parecen tenerse solo la una a la otra. En realidad Leonor anhela crecer y volar, pero Estrella, sin querer, no le deja: intenta curar su duelo con el cariño de su hija a la que protege en exceso y vampiriza bienintencionadamente. La quiere poseer para sentirse afectivamente segura. Con la excusa de cuidarla, en realidad se está cuidando a sí misma. Pero la directora ama a sus personajes, los entiende, no los juzga, los apoya y trata de salvar. Por eso el guion nos ofrece un final abierto, en el que brilla una esperanza real para ellas.

Viaje al cuarto de una madre
Director:

Celia Rico

País:

España

Año:

2018

Género:

Drama

Público:

Todos los públicos

No hay nada artificioso en la película: ni puntos de giro sorprendentes, ni ritmo sincopado, ni momentos melodramáticos, ni desenlaces heroicos. Es austera y comedida, como la vida de sus personajes, pero también auténtica y veraz, y es por ello que el espectador se siente como en casa, viendo retratada su vida, o la de su hija, o la de su vecina… pero con el amor que introdujeron en el cine primero Chaplin y luego los neorrealistas italianos. Lola Dueñas y Anna Castillo ofrecen una interpretación naturalista impecable, en la que los silencios y las miradas son más importantes que los diálogos y parlamentos. Una hermosa historia de amor maternofilial y de segundas oportunidades.

El maestro que intercede

Asher, en primer plano junto a su profesor, Rami, en Aprendiendo a vivir. Foto: neweuropefilmsales.com

Si esta película española trata de las relaciones maternofiliales, la israelí Aprendiendo a vivir lo hace de las paternofiliales, aunque en un contexto muy diverso. Un padre separado ha inculcado a su hijo la disciplina y el trabajo duro. El chico es muy impulsivo y no se sabe controlar, lo que le origina innumerables problemas en el instituto. Hasta que un profesor abre en él horizontes nuevos. La película cuenta cómo este docente es capaz de ayudar al protagonista a formular las preguntas precisas que necesita hacerle a su padre para poder crecer humanamente. El final es inesperado y abierto porque el proceso de aprender a vivir no termina nunca, no se resuelve como el guion de una película redonda. Esta especie de cuento contemporáneo ofrece también una mirada crítica que contrapone tradición y modernidad como trasfondo de una brecha generacional.

Aprendiendo a vivir
Director:

Matan Yair

País:

Israel

Año:

2017

Género:

Drama

Público:

+12 años