El corazón joven no se rinde - Alfa y Omega

«Juntos podemos cambiar el mundo». Después de un fin de semana precioso, experimentando la fuerza creyente, arrolladora y esperanzadora de los jóvenes, esta canción sigue resonando en nuestro interior. Tres días compartiendo los sufrimientos y las alegrías de jóvenes que todavía no llevan en esta peregrinación de la vida ni dos décadas y ya han tenido que lidiar con la soledad, la orfandad, los padres trabajando en el extranjero, el abandono, el homicidio de algún familiar y las adicciones.

Mientras en Filipinas el presidente sigue con esa lucha contra la droga, debo decir que me estremezco cuando reduce las vidas humanas a números y las trata como plagas, cuando son solo seres humanos necesitados de ayuda. Hay 5.000 admitidos por la Policía como «muertos en una operación policial», pero quedan otros 25.000, muchos jóvenes, que son esas «muertes bajo investigación», perpetradas por asesinos enmascarados.

No hemos llegado a tiempo y eso duele profundamente. Para mí es un revulsivo hoy pues creo, como dice un himno, que «el Amor redime la condena y la salud nace de la herida». Sé que existen otros caminos para rescatar a los jóvenes. Si esos jóvenes hubieran tenido la oportunidad de estar con nosotros hubieran podido experimentar, como los nuestros, la mirada creyente e incondicional de nuestro Buen Dios, recibir el perdón y la gracia para cambiar primero lo que no hay de amor ni de Evangelio en sus vidas, y así poder apostar por un mundo diferente que se reconstruye desde las heridas.

Los que estuvieron este pasado fin de semana han entendido la llamada de Dios para llegar a otros jóvenes que, como decían ellos mismos, son rebeldes porque sus corazones no entienden un mundo sin amor.

En el Sínodo de los obispos en el que participan 34 jóvenes quiero pronunciarme y apelar a esa inocencia que no se rinde. Escuchémoslos desde su realidad y que toquen profundamente nuestra indomable esperanza para juntos poder cambiar este mundo.