Se abre la causa del misionero ahogado por salvar a unos niños - Alfa y Omega

Se abre la causa del misionero ahogado por salvar a unos niños

El hermano Pedro Manuel Salado ya está más cerca de la santidad. Primer español cuya causa se abre por la vía del ofrecimiento de vida propuesta por el Papa en 2017, este gaditano falleció exhausto en la orilla en 2012 tras salvar a siete niños de morir ahogados en el Pacífico

Cristina Sánchez Aguilar
Pedro Manuel Salado, misionero  en Ecuador, con un grupo de los niños de la casa en la que trabajaba y otra de las misioneras del hogar. Foto: Diócesis de Córdoba

Era domingo. 5 de febrero de 2012. Un día aparentemente tranquilo en la costa de Esmeraldas, en Ecuador. La comunidad misionera del Hogar de Nazaret había decidido llevar a los niños de la casa de acogida que regentan en la localidad de Quinindé a pasar el día a la playa de Atacames. La hermana Rosi y una de las niñas mayores se quedaron en una casita haciendo la comida, pero el hermano Pedro Manuel y la hermana Juani, directora de la casa hogar, acompañaron al resto de niños a que se bañaran un rato en las aguas del Pacífico.

«Esa mañana habían avisado por radio de que esa zona era insegura, pues se preveían pequeños terremotos», recuerdan desde la institución de vida consagrada, fundada por la ciudadrrealeña María del Prado Almagro. Pero la noticia no llegó hasta Atacames; «los mismos guardacostas desconocían esta advertencia y no pusieron la bandera amarilla que sí ondeaba en otras playas de Esmeraldas».

Los pequeños jugaban tranquilos en la orilla cuando, de pronto, un remolino se llevó a siete de ellos hacia dentro. «El hermano Pedro Manuel, pese al respeto que le tenía al mar, no dudó en lanzarse al agua diciendo que tenía que salvar a sus niños. Fue sacándolos uno a uno». Una lucha despiadada, porque como recuerda la hermana Juani, «un socorrista que ayudó a sacarlo del agua nos dijo que era completamente imposible que los salvase y, aun así, lo consiguió».

Los dos últimos, Selena y Alberto, estaban ya muy lejos. «Apenas se distinguían sus cabecitas desde la orilla», recuerda la misionera. Pero los niños se mantenían a flote sin saber nadar porque, como asegura Selena, «sabía que mi papi Pedro nos iba a salvar. Cuando llegó hasta nosotros vimos que estaba muy cansado». Fue entonces cuando llegó el surfista y con su tabla logró devolverlos a los tres a la orilla. A los niños, en perfecto estado. Al hermano Pedro, ya con los pulmones encharcados. Murió en la orilla, exhausto, mientras «sus niños pedían de rodillas a Dios que no se lo llevase. Pero Él ya le tenía preparado un lugar en el cielo, seguramente muy cerca de la Virgen, a quien tanto amó». «Papi Pedro murió como vivió, entregando su vida a Dios y a sus niños», afirmó el obispo español de Esmeraldas, Eugenio Arellano, al conocer la noticia.

Primera causa en España sobre ofrecimiento de vida

Este 12 de octubre el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, presidió la sesión de apertura de la causa de beatificación y canonización del religioso, celebrada en la catedral de Córdoba. «Es la primera causa que se abre en España sobre el ofrecimiento de vida» el nuevo camino que propuso el Papa en 2017 para alcanzar la santidad, asegura el postulador de la causa, Miguel Varona. «Esta propuesta del Papa encaja a la perfección con la historia de Pedro Manuel: hay que probar que un cristiano asume un riesgo donde hay peligro de muerte». Metiéndose en el agua, culminó su ofrecimiento diario de dar la vida por los otros. Además, una de las primeras cosas que se exige «es que haya fama de santidad. Y con él la hay, porque no solo de Ecuador, sino desde muchos países de América Latina, acuden a la tumba a pedir favores». Este conocimiento se debe «a los medios de comunicación, que han difundido su historia».

El hermano Pedro Manuel Salado, nacido en Chiclana en 1968, era un joven tímido y apasionado de la guitarra. Tras un viaje a Taizé en 1990, comenzó el noviciado en el Hogar de Nazaret de Córdoba, institución de vida consagrada dedicada a vivir en fraternidad y trabajar con niños en situaciones de desamparo.

Nueve años después fue destinado a Quinindé para realizar su misión en una casa hogar que la institución tiene en Ecuador. Allí trabajó sin descanso hasta su fallecimiento, «con una entrega reconocida por aquellos que lo conocían y convivían con él», recuerda la hermana Juani. «Era un imán para los niños, siempre tenía tiempo para jugar con ellos y contarles un repertorio de historietas». Aquel fatídico 5 de febrero «nos mostró de verdad todo el amor que tenía a sus niños: dio la vida por ellos».