Cardenal Osoro: «Este Sínodo cambia el modo de entender la misión de la Iglesia» - Alfa y Omega

Cardenal Osoro: «Este Sínodo cambia el modo de entender la misión de la Iglesia»

«De una pastoral para los jóvenes a una pastoral con los jóvenes». Este será uno de los resultados más visibles del Sínodo de los obispos, según el cardenal Carlos Osoro, que participó en la preparación de esta asamblea eclesial. Pero los cambios –vaticina– no van a limitarse a la pastoral juvenil

Ricardo Benjumea
El cardenal Carlos Osoro a su llegada a una sesión del Sínodo de los obispos sobre los jóvenes. Foto: CNS

«Ha sido un mes de trabajo inmenso. He dormido, como mucho, cinco horas diarias, pero vuelvo rejuvenecido, lleno de ilusión y proyectos». El cardenal de Madrid, Carlos Osoro, designado por el Papa miembro de la Secretaría del Sínodo, ha participado en la preparación y en las cocinas de una asamblea eclesial en la que —afirma— ha visto confirmadas antiguas convicciones que tenía ya desde sus primeros años de ministerio sacerdotal, cuando «vivía con jóvenes en situaciones de vulnerabilidad» en la comunidad de La Pajarera, en Torrelavega (Cantabria). «Al volver de Roma —confiesa— he abierto la maleta en la que tengo escritos guardados de cuando era un cura joven, y me parece que se ha cumplido un sueño en mi vida, cosas que entonces yo simplemente intuía y procuraba hacer a mi modo», pero que «ahora veo reflejadas en el documento final del Sínodo». Junto a Carlos Osoro han participado en esta asamblea de obispos, entre otros, los cardenales de Valladolid, Ricardo Blázquez (presidente del episcopado) y Barcelona, Juan José Omella, además del obispo de Calahorra, Carlos Escribano Subías, responsable de Pastoral de Juventud en la CEE.

Más de un cardenal curtido en este tipo de eventos eclesiales ha salido impresionado del Sínodo, asegurando que nunca había vivido otro igual. ¿De verdad ha sido para tanto?
Yo creo que sí. Ha habido un antes y un después. Se pudo ver ya en el anterior sobre la familia, pero justo antes de este Sínodo el Papa publicó una constitución apostólica sobre la institución del Sínodo [Episcopalis communio] que ha marcado una línea muy clara. Hemos visto que no es una estructura más entre las muchas que tenemos, sino una forma de buscar todos juntos la voluntad de Dios: obispos, jóvenes auditores, expertos, representantes de otras confesiones cristianas… Y esto implica una forma de caminar y de salir a anunciar el Evangelio todos a una en la que cada cual asume su misión. Naturalmente que es distinta la misión de un joven que la que pueda tener del obispo, pero todos participan, no solo los clérigos. Esta convicción ha hecho que este Sínodo se haya vivido con mucha alegría y esperanza, aun sabiendo que nos va a llevar a cambios significativos en toda la Iglesia.

¿Como cuáles?
En Madrid, por ejemplo, se va a reestructurar la Curia diocesana. En la nueva organización entrarán laicos, matrimonios, jóvenes… Esto implica un giro significativo en el modo de comprender y realizar la misión de la Iglesia, que debe llegar a todas las parroquias, a todas nuestras estructuras. Es un cambio de mentalidad en el que hemos coincidido en este Sínodo los obispos de todo el mundo. Y los había de todos los continentes, viviendo en situaciones muy diversas, incluso de persecución religiosa, con una Iglesia martirial.

Pero de lo que hablaba en Roma es de los jóvenes…
De pasar de una pastoral para los jóvenes a una pastoral con los jóvenes. De buscar espacios de encuentro con todos para aprender a vivir en un mundo que es plural y multicultural, y hacerlo entre todos más habitable… El Sínodo ha puesto sobre la mesa la voluntad de salir a los caminos por los que transitan los jóvenes —igual que se hizo en el anterior con las familias— para decirles que hay esperanza, para anunciarles el amor misericordioso de Dios. Nos hemos hecho preguntas como estas: «¿De verdad somos interlocutores válidos y significativos para la existencia de los jóvenes de hoy?». Tenemos que buscar con ellos espacios que generen alternativas y den respuestas a los problemas que hoy tienen.

Ya desde el comienzo, en este Sínodo hubo una minoría a la defensiva, cuestionando la propia metodología de trabajo, que según ellos conduciría inexorablemente a una desviación de la ortodoxia doctrinal.
Cuando no nos ponemos a la escucha del Espíritu, cuando no asumimos que el Señor nos prometió que no nos dejaría solos, entonces nos ponemos a vivir con nuestras propias fuerzas, desde nuestras propias ideas, sin dejar que entren otras. Sin embargo, el Señor va trabajando en la vida de la Iglesia. Se han dado muchos pasos desde el Concilio Vaticano II hasta hoy. Los cambios se han hecho despacio, pero la Iglesia nunca ha estado parada, sino que ha estado caminando y a la escucha del Señor. De este Sínodo yo he salido más fortalecido como hombre de fe, al ver cómo el Espíritu actúa en la Iglesia a través de un pueblo en marcha que quiere ser significativo en los caminos por los que transitan los hombres.

Otro de los obstáculos que ha tenido que vencer este Sínodo ha sido el escándalo de los abusos sexuales, que ha acaparado buena parte de la atención mediática.
Sí, a veces ha existido el peligro de que este asunto ocultara otras cuestiones que también son importantes. Y no digo que los abusos no lo sean: hay que tomar las decisiones que sean necesarias para que no se produzcan más. Pero tampoco podemos hacer una lectura de hechos ocurridos hace 20 años a la luz de la perspectiva que tenemos hoy.

Para los jóvenes que han participado en el Sínodo esta era una cuestión muy importante desde el punto de vista de la credibilidad de la Iglesia.
No serían jóvenes si no captaran los problemas que existen en la realidad. El joven tiene unas antenas especiales para percibirlos en cualquier época de la historia. Son ellos quienes nos dicen hoy no a los abusos, no a cerrar las fronteras a las personas que huyen de su país por motivos económicos o por las guerras, no a la discriminación, no a la marginación de personas…

¿Está hablando de la acogida a las personas homosexuales?
Sí, aunque sin reducir la identidad de la persona a su sexualidad. Hay una esfera mucho mas grande desde la cual hay que entender al ser humano, en la que se encuentra un Dios que es amigo del hombre, que enriquece la existencia humana y nos orienta a vivir de una manera determinada, pero siempre como hermanos, nunca como enemigos.

El Papa ha vuelto a plantear en este Sínodo una alianza entre ancianos y jóvenes. ¿Cómo es esto?
Porque son las dos generaciones que mejor se entienden. Gracias a su experiencia, los mayores han aprendido lo que es fundamental y decisivo en la vida, y que en el fondo es lo que atisban las antenas de los jóvenes. Ojalá que nosotros —me refiero a España— fuésemos capaces de escuchar lo que captan las antenas de los más jóvenes y de aprender más de la experiencia los mayores.

Un grupo de jóvenes, durante la celebración del Parlamento diocesano de la Juventud, en Madrid, en mayo. Foto: Deleju

El documento final constata que buena parte de los chicos y chicas de hoy no esperan ya nada de la Iglesia, sino que la consideran más bien una «presencia fastidiosa». ¿Qué respuesta han planteado dar los obispos dar a esta realidad?
Hay una conciencia de la necesidad de una nueva pastoral. En Madrid quiero proponer una serie de proyectos (tres, cuatro, seis… grandes proyectos) en los que muchos jóvenes puedan participar y encontrarse también con otros que no creen.

¿Qué tipo de proyectos?
Yo quisiera buscarlos con los mismos jóvenes. Los Parlamentos de la Juventud [iniciados en la archidiócesis en febrero] van a continuar en cada vicaría, y habrá un parlamento permanente que se reunirá conmigo las veces que sea necesario para saber lo que piensan los jóvenes. A estos parlamentos están todos invitados, no solo los creyentes.

El Papa dice que cuando uno sale a la calle se constipa. ¿Qué actitud espera del conjunto de la Iglesia para acompañar estos gestos de apertura?
Siempre una actitud de aceptar que podemos coger un catarro, pero que, si no salimos, no nos encontraremos con nadie. Donde están los demás es a donde tenemos que ir. Donde están, no donde yo quisiera que estuvieran.

¿Y qué pasa si en esos lugares los jóvenes católicos no son bien recibidos?
Puede ser, pero los recelos y el rechazo desaparecen cuando nos conocemos. Hay que buscar espacios donde podamos encontrarnos todos.

Existe hoy una juventud que no ha sido evangelizada, que se ha socializado completamente al margen de la fe católica, lo que supone una novedad histórica en España.
Por eso es muy importante hacer posible que haya un encuentro de verdad con nuestro Señor, y quienes mejor nos ayudan a encontrarnos con Él son los pobres.

Si hacemos que los jóvenes salgan a buscar a los más pobres y a estar con ellos, no desde las ideologías sino con el corazón, ahí van a encontrarse con Dios y ahí nos vamos a encontrar todos.

En fin de año Madrid recibirá a miles de jóvenes europeos en el Encuentro Europeo de la Comunidad ecuménica de Taizé, que se ha convertido en un icono de la sed de espiritualidad de buena parte de la juventud. ¿Lo ve como una continuidad de este Sínodo?
Quisiera que lo fuese. El hermano Alois [superior de la Comunidad de Taizé] ha estado en el Sínodo y he podido encontrarme con él. Es una delicia encontrarse con personas que buscan al Señor y ayudan a jóvenes de todo el mundo, de todas las ideas, a encontrar un espacio donde pueden experimentar que hay algo nuevo, distinto. Va a ser una experiencia muy positiva. Lo que sí me gustaría es que, esta Navidad, las familias de Madrid respondiesen y abrieran sus casas para recibir a estos muchachos que nos recuerdan que Europa tiene necesidad de volver a dejar nacer a nuestro Señor en el centro de nuestra existencia. En muchas ocasiones Europa ha dado la espalda Dios. Lo seguimos haciendo cuando nos cerramos en nosotros mismos, cuando no dejamos entrar a otros por prejuicios diversos, cuando salimos a otros lugares solamente en busca de riquezas para traérnoslas y disfrutarlas egoístamente nosotros… Estos jóvenes nos pueden ayudar a recuperar algo que es muy necesario para Europa.