Dolor que rompe - Alfa y Omega

Hoy me encuentro con Mihaela en la sala de psiquiatría. Lleva meses viviendo con nosotras. Ha estado acudiendo al centro de día, sobre todo al departamento jurídico –varios delitos pendientes por hurto– y a terapia con la psicóloga. Hace años fue víctima de la trata para cometer actos delictivos, esa forma de trata que, aunque es delito, es difícil de demostrar por desconocida y clandestina. Lo dificulta aún más que no exista un plan integral contra la trata: el actual contempla la explotación sexual, por ser en la que más mujeres se encuentran. Las cifras hablan del 72 %. ¿Y el 28 % restante? ¿Puede el dolor medirse por porcentajes o por el tipo de explotación? ¿Y las oportunidades de defenderse?, ¿la credibilidad? Para las abogadas del proyecto era complicado conseguir que no volviera a prisión. Mihaela ya ha cumplido diez meses de pena: meses de mucha incertidumbre, angustia, rabia. Prefiere huir, o morir.

Mihaela –como supondréis este no es su nombre verdadero– ha ingresado justo cuando las cosas le empezaban a ir bien: no volvió a prisión, tiene un lugar tranquilo y seguro donde vivir, la documentación en regla y fecha para iniciar su incorporación al mercado laboral… Desde hace días estamos muy pendientes de ella. Su comportamiento es extraño, no se encuentra bien. La derivamos a psiquiatría y le pautan medicación, pero a las tres de la mañana tenemos que llamar al 112 porque está alterada, dice cosas inconexas, fuera de la realidad. Las experiencias de dolor van minando y el estrés después de un trauma y una historia llena de abandonos aparece cuando no se espera.

Me recibe con una sonrisa, sus ojos están tristes. Me invita a sentarme en su cama. Las dos cosas me sorprenden, porque hasta ahora ha guardado mucho las distancias, con desconfianza. Me abraza y me cuenta que no sabe qué le ha pasado. Está muy agradecida a sus compañeras de habitación, a la ayuda que le ofrecieron, al equipo de profesionales y a las hermanas que estamos pendientes de ella. «Nunca he experimentado tanto cuidado y atención». Empieza a contarme proyectos de futuro, «cuando salga del hospital». Me acompaña a la puerta con una gran sonrisa y me da un beso.