Bautizos navideños en las villas de Buenos Aires - Alfa y Omega

Bautizos navideños en las villas de Buenos Aires

Gustavo Carrara, el primer obispo villero, retoma la tradición iniciada por Jorge Bergoglio y bautiza a varios niños y adultos en el comedor comunitario de La Alameda

Lucas Schaerer

En vísperas de la Nochebuena , la Iglesia porteña tuvo un nuevo gesto con los más pobres. El 22 de diciembre, en la sede de la organización La Alameda, en el barrio porteño de Parque Avellaneda, el primer obispo villero de Argentina, Gustavo Carrara, ofició un bautismo a miembros del comedor comunitario.

Carrara llegó en trasporte público poco después de las 10 de la mañana desde el Bajo Flores, donde aún vive, en el Centro Barrial de la parroquia María Madre del Pueblo de la villa 1-11-14. En las mesas del comedor cubiertas por un mantel blanco, se colocó una palangana verde y una jarra color amarillo.

Carrara agradeció al presidente de la Alameda, Gustavo Vera, por «compartir esta fiesta», en la que –dijo– se aplica el mandato de Jesús «vayan por todo el mundo, anuncien la alegría del Evangelio y bauticen en el nombre del Padre, del Hijo y Espíritu Santo, ​que yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo».

«Con el bautismo nos convertimos en hijos de Dios»

El significado del bautismo lo explicó de manera sencilla el obispo para los pobres de la ciudad más rica de la Argentina. «El bautismo es una fiesta porque es la bendición de Dios sobre cada uno de nosotros, el bautismo es unión y nos confirma en la dignidad que cada uno tenemos. Los problemas de nuestro mundo empiezan cuando uno cree que puede vulnerar al otro, por eso el bautismo nos confirma que somos todos iguales antes los ojos de Dios, y amados por Dios, a través de Jesús viene en Navidad a confirmar su amor por nosotros y da su vida en la cruz». Y agregó el obispo –que fue ordenado sacerdote por Jorge Bergoglio– que, «con el bautismo, nos convertimos en hijos de Dios y amplia la familia, nos convoca a vivir en comunidad por eso estamos aquí celebrando con mucha alegría».

Luego pidió bendecir el agua, porque «sin agua no hay vida, por eso es fundamental, y es el símbolo de su gracia, sencilla y fundamental».

Un padre y sus tres hijos se bautizan

El obispo pidió comenzar por la persona de menor edad, un bebé de nombre León. Al terminar de bendecirlo los aplausos. Sus padres contaron que la pensión donde están viviendo subió a 14 mil pesos (325 euros), y están hace dos días en la casa de un pariente, pero van a quedarse en la calle. La madrina del bebé fue una abuela del comedor y el padrino un vecino del barrio.

Luego una madre del comedor bautizó a sus tres hijos: Alex, Luan y Natalia. La madrina fue una de las coordinadoras del comedor, Silvana Las; el padre de la familia, Abraham, también fue bautizado, y su madrina es Sandra, abogada que brinda asesoría gratuita en la Alameda.

Una adolescente, Jazmín de 15 años, fue bautizada. Ella llegó hace poco al comedor, tras el despido de su padre autobusero. Su padrino fue Gustavo Vera y su madrina, una tía. Su familia volvió a la Alameda por la noche porque su hija, de 12, festeja con todos sus compañeros la graduación de primaria.

Como en tiempos de Bergoglio

La última de las bautizadas fue la de mayor edad y la única de nacionalidad boliviana. Hortensia, de 33 años y tres hijos, tuvo como madrina a Tamara Rosenberg, fundadora de la cooperativa textil de la Alameda, y Lucas Schaerer, responsable de prensa de la organización política, social, antimafia y productiva que nació en 2001 como asamblea barrial que se hizo conocida en el mundo por su lucha contra la trata labora, sexual, infantil y el narcotráfico.

Al final del bautismo el obispo Carrara entregó unos rosarios bendecidos por el Papa Francisco, recién traídos desde el Vaticano por Gustavo Vera, además una estampita del Pontífice y le sumo la estampita del día de su ordenación como el obispo de las villas porteñas.

Luego Carrara se quedó a la fiesta, visitó la cooperativa textil y se quedó tomando unos mates con Vera, como años atrás realizará Bergoglio.

La Alameda