Los jóvenes, ejemplo de acogida - Alfa y Omega

Los jóvenes, ejemplo de acogida

La ONG Entreculturas y la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense intentan cambiar la percepción del extranjero con la exposición Miradas que Migran. Los visitantes más jóvenes son los más sensibles

Rodrigo Moreno Quicios
Los alumnos del Centro de Formación Padre Piquer visitaron la exposición Miradas que Migran, coordinada por Entreculturas y la Universidad Complutense de Madrid. Foto: Rodrigo Moreno Quicios

Omar aún recuerda el rechazo que sufría de pequeño por su origen extranjero: «No llevaba muy bien las miradas que recibía mi madre por llevar velo o por hablarme en árabe y eso me generaba mucha rabia». Sin embargo, a sus escasos 15 años, este adolescente madrileño de padres marroquíes ha conseguido convertir el dolor en una fuente de esperanza: «La rabia que tuve puede ayudarme a conseguir mis logros en el futuro si consigo orientarla hacia un cambio a mejor».

En ese empeño por sanar sus heridas, Omar visitó en diciembre junto a sus compañeros de instituto la tercera edición de Miradas que Migran, una exposición coordinada por el equipo educativo de la ONG Entreculturas y la Universidad Complutense. Durante la semana que la exhibición abrió sus puertas en la Casa San Ignacio (un centro social de la Compañía de Jesús), sus visitantes pudieron «trabajar metáforas visuales para crear una sociedad de acogida entre todos», explica Juanita Bagés Villaneda, docente de la Facultad de Bellas Artes y una de las responsables de la muestra.

Para lograr su objetivo, los autores de la exposición (alumnos todos ellos de la Universidad Complutense) han seguido un proceso artístico junto a Entreculturas. «Al inicio del proyecto tuvimos una serie de sesiones de reflexión conjunta sobre la movilidad forzosa en el mundo que le sirvió al alumnado para realizar diferentes creaciones artísticas como vídeos o carteles sobre la temática», explica Clara Maeztu, educadora de la ONG.

A través de las obras que componen la exposición, Omar y el resto de alumnos del Centro de Formación Padre Piquer (dependiente de la Compañía de Jesús) han tomado conciencia de las dificultades que sufren las personas de origen migrante. Un tema del que oyen hablar mucho pero sobre el que admiten no estar lo suficientemente concienciados. «Corremos el riesgo de pensar que, como ya lo sabemos, no vamos a prestarle atención», comenta Manuela, compañera de instituto de Omar.

De ascendencia dominicana, Manuela aspira a ser diseñadora de interiores. Una inquietud que le ha llevado a analizar con mayor detenimiento las imágenes de la exposición. «Estos carteles han conseguido emocionarnos y que seamos más conscientes de lo que está sucediendo», asegura. Sabe de sobra de lo que habla porque, al igual que Omar, también ella sufrió discriminación de niña por el color de su piel. «Cuando yo era pequeña, el racismo se notaba mucho más. En el colegio me insultaban y me decían: “Negra, vete a tu país”».

Una alumna comparte los sentimientos que le sugiere una de las obras de la muestra. Foto: Rodrigo Moreno Quicios

Manuela no se deja amedrentar. Ya no es aquella niña que vivía con miedo las burlas de los demás. «Merezco que me respeten como a cualquier otra persona sea yo negra, amarilla o verde», reivindica. Ha aprendido a hacerse valer y a quererse tal y como es porque «quien va a pasar el resto de la vida contigo eres tú misma».

También los alumnos de familias originarias españolas han aprendido al mezclarse con otras culturas. Lucía ingresó en el Centro de Formación Padre Piquer después de estudiar en otro instituto «en el que había como mucho una o dos personas de color». Y aunque, como ella misma reconoce, «al principio fue un impacto y temía no actuar como debía y hacerle daño a alguien», con el paso de los años la variedad se ha ido normalizando en su vida hasta dejar de percibir diferencias en las personas por su origen. Ahora, ella y sus compañeros conviven entre sí sin prestarle especial importancia al origen de cada uno, lo que impresionan a sus profesores. «Yo no puedo estar más agradecido porque cada vez que les escucho hablar me enseñan una lección», dice uno de ellos.

Los artistas también aprenden

Del mismo modo que los estudiantes del Centro de Formación Padre Piquer han profundizado en su conocimiento sobre las migraciones al visitar Miradas que Migran, la exposición ha servido para sensibilizar a sus propios autores, alumnos de la Universidad Complutense. «Hemos creado un proyecto de aprendizaje-servicio en el aula que ha alcanzado los objetivos de las asignaturas vinculando a los alumnos a la realidad de nuestra sociedad», explicaba Juanita Bagés Villaneda, profesora de la Facultad de Bellas Artes, durante la presentación del proyecto en la sede de Entreculturas.

Antes de comenzar su proceso creativo, los autores de Miradas que Migran estudiaron en profundidad los fenómenos migratorios para poder lanzar un mensaje exhaustivo a la par que movilizador. «Cuando empezamos a hacer los carteles, decidimos investigar y ampliar el proyecto para abarcar todas las facetas posibles», explicaba Paula Quiñones, una de las alumnas participantes en el proyecto. Una ambiciosa labor de documentación que, en su opinión, «nos ha llenado mucho porque nos ha hecho unas personas mucho más completas».

Una generación acostumbrada a convivir con los migrantes

La convivencia con personas de origen migrante, un fenómeno relativamente reciente en España, es el pan de cada día para los nacidos a principios de siglo, quienes han compartido colegios y columpios con niños de orígenes diferentes al suyo. De los poco más de 900.000 extranjeros censados en 2000, se pasó en solo diez años a 5.750.000, lo que supuso toda una transformación sociológica. Y mientras algunos adultos vivieron con recelo e incluso con rechazo este nuevo escenario, los más pequeños crecieron percibiendo la presencia de inmigrantes en la sociedad española como un hecho natural. Según el último barómetro del CIS, el 11,4 % de las personas de entre 45 y 54 años mencionan la inmigración como uno de los tres principales problemas en la actualidad para España frente al 6,5 % de los jóvenes de entre 18 y 24 años.

Lucía, una alumna quinceañera del instituto Padre Piquer, considera esta diversidad de opiniones como un incentivo más para profundizar en sus propias convicciones. «No debemos pensar qué hacer para que los otros cambien sino cambiar nosotros para mejorar porque aún estamos en el kilómetro cero y tenemos que seguir avanzando», dice.