Preparados para la gran ciudad - Alfa y Omega

Preparados para la gran ciudad

María Martínez López
Una actividad en la residencia de estudiantes San Agustín, de Tolé. Foto: Centro Misional Jesús Obrero

En la misión agustina de Tolé, en Chiriquí (Panamá), los tres sacerdotes y el hermano agustino que junto con 200 delegados de la Palabra están al frente de sus 95 comunidades rurales saben que su trabajo con jóvenes va contrarreloj: la mayoría acabará emigrando a la ciudad para estudiar o buscar unas oportunidades que esa recóndita zona rural no ofrece. En Panamá, el área metropolitana de la capital concentra la mitad de los cuatro millones de habitantes del país.

Adaptarse a su nueva realidad es un reto para esos jóvenes. La falta de recursos los lleva a los barrios más problemáticos, «y hay un riesgo alto de que olviden lo que han aprendido o incluso caigan en adicciones o en una mayor pobreza», explica Pedro Moreno, el párroco. Por eso, la pastoral juvenil en Tolé busca, sobre todo, «que tengan experiencias fuertes de fe, de evangelización y de comunión, que compartan su espiritualidad con otros. Hacemos muchas convivencias de formación, de oración y lúdicas». Además, los jóvenes participan en misiones a las comunidades más alejadas.

Los responsables esperan que estas experiencias los sostengan cuando dejen su hogar «y les creen la necesidad de buscar una comunidad de referencia», para no vivir su fe en solitario en medio del ambiente relativista. El párroco agustino reconoce que solo una minoría persevera. «Tenemos jóvenes profesionales casados y con hijos, que hoy son líderes y formadores en sus propias comunidades. Y también un número importante de vocaciones». Del resto, solo esperan que la semilla acabe germinando.

Mirando al país en su conjunto, el padre Moreno diagnostica otros desafíos para quienes trabajan con jóvenes. Por ejemplo, «afianzar su identidad», frente al desánimo que les causa que las estructuras socioeconómicas no les permitan desarrollar sus capacidades. En paralelo, los jóvenes –sobre todo indígenas– pueden llegar a asumir la mentalidad de que solo valen si producen, por lo que toda su vida se centra en este aspecto y acaban esclavizados. Por otro lado, «aquí también se ven, incluso entre los jóvenes de menos recursos, los rasgos de esa generación blanda, no formada en el sacrificio» y a la que le cuesta asumir compromisos.