El buen pastor - Alfa y Omega

Hay momentos en los que callarse nos hace cómplices de la injusticia. El silencio, por cobardía, llega a ser pecado, si cuando ves a tus hermanos sufriendo no dices nada. Por eso, se siente una inmensa alegría cuando tu pastor, el obispo Mark J. Seitz, da públicamente la cara por los más indefensos, los migrantes que llenan nuestra frontera. En una valiente carta pastoral, insta a los sacerdotes de todas las parroquias de El Paso a ayudar y acoger a los inmigrantes y perseguidos, y rechaza las caracterizaciones de esta ciudad fronteriza que han hecho altos personeros del actual Gobierno. Permitidme que comparta con vosotros pedazos de la carta del pastor a quien en estos momentos me siento orgullosísimo de servir:

«Hemos presenciado la demonización de los migrantes y escuchado palabras de odio hacia nuestros vecinos de México. […] Este año, las acciones severas para la aplicación de la ley han aumentado y las deportaciones de aquellos sin antecedentes penales han aumentado también. La desconfianza ha crecido entre las comunidades y los que hacen cumplir las leyes. Hemos visto a los solicitantes de asilo, incluso a periodistas que huían por salvar la vida, que ahora son puestos en centros de detención como un hecho normal. Hemos escuchado amenazas de que los niños migrantes podrían ser separados de sus madres en la frontera».

«Somos el lugar del que muchos hablan cuando se refieren a inmigración. Nos caracterizan como un lugar de caos y violencia, pero nuestra comunidad es pacífica, es un lugar de encuentro de diferentes culturas, pero especialmente con la cultura de México y eso nos ha enriquecido y nos ha hecho más fuertes».

«A los que dirigen la Patrulla Fronteriza y el Servicio de Inmigración y Naturalización, apelo a su compromiso con los nobles ideales de la Constitución de igualdad de trato bajo la ley y el debido proceso».

Pasé diez años de mi vida pidiendo a chavales de Ciudad de los Niños que quisiesen a su madre, aun siendo prostituta, porque era su madre. Es cierto que la Iglesia se ha prostituido y vendido al poder con más frecuencia de la que quisiéramos los que la tenemos como madre, pero la seguimos amando con todo y sus arrugas, porque es nuestra madre. Madre santa y pecadora. Pero, a fin de cuentas, madre.

No hay ni un solo lugar de frontera en el mundo, donde la madre Iglesia no esté implicada educando, curando, llenando de ternura… Hoy, gracias a nuestro pastor Mark, la Iglesia quiere ser una luz en la oscuridad, y un rayo de esperanza para aquellos a los que se les cierran todas las puertas. Y no hay ni un solo sacerdote en la diócesis de El Paso (Texas) que no haya oído la voz de su obispo, y se haya puesto manos a la obra para colaborar con sus comunidades para que nuestros hermanos migrantes tengan un lugar donde acogerse. Un lugar donde reciban pan y cariño. Y, sobre todo, el respeto que como seres humanos se merecen.