«Hemos visto el sufrimiento de nuestro pueblo» - Alfa y Omega

«Hemos visto el sufrimiento de nuestro pueblo»

«Estamos con vosotros», les dicen los obispos a los grandes perdedores de la crisis: los inmigrantes –con y sin papeles–, los jóvenes obligados a emigrar, los mayores parados… La Instrucción pastoral Iglesia, servidora de los pobres es una enmienda a la totalidad al modelo económico vigente en España. El documento propone un gran pacto social contra la pobreza, y recuerda a los católicos que la opción preferencial por los pobres es parte central del mensaje evangélico

Ricardo Benjumea
Una mujer es desahuciada en Madrid el 20 de febrero de 2015

Iglesia, servidora de los pobres es el primer gran documento de la era Francisco en España. «Recogemos el gran mensaje del Papa en su Evangelii gaudium, pero aplicado a la situación concreta de España», dijo este lunes, al presentar la Instrucción pastoral, el Presidente de la Comisión episcopal de Pastoral Social, monseñor Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.

«Tenemos el reto de ejercer una caridad más profética»

Erradicar la corrupción«Los procesos de corrupción que se han hecho públicos, derivados de la codicia y la avaricia, provocan alarma social y despiertan gran preocupación entre los ciudadanos. Esas prácticas alteran el normal desarrollo de la actividad económica, impidiendo la competencia leal y encareciendo los servicios. El enriquecimiento ilícito que supone constituye una seria afrenta para los que están sufriendo las estrecheces derivadas de la crisis; esos abusos quiebran gravemente la solidaridad y siembran la desconfianza social. Es una conducta éticamente reprobable, y un grave pecado».

«Es de justicia reconocer que la mayoría de nuestros políticos ejerce con dedicación y honradez sus funciones públicas; por eso resulta urgente tomar las medidas adecuadas para poner fin a esas prácticas lesivas de la armonía social. La falta de energía en su erradicación puede abrir las puertas a indeseadas perturbaciones políticas y sociales».

Las causas de la crisis

«Hoy imperan en nuestra sociedad las leyes inexorables del beneficio y de la competitividad. Como consecuencia, muchas personas se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Parecía que todo crecimiento económico, favorecido por la economía de mercado, lograba por sí mismo mayor inclusión social e igualdad entre todos. Pero esta opinión ha sido desmentida muchas veces por la realidad. Se impone la implantación de una economía con rostro humano».

Empobrecimiento espiritual

«Por encima de la pobreza material, hay otra menos visible, pero más honda. (…) La indiferencia religiosa, el olvido de Dios, la ligereza con que se cuestiona su existencia, la despreocupación por las cuestiones fundamentales sobre el origen y destino trascendente del ser humano no dejan de tener influencia en el talante personal y en el comportamiento moral y social del individuo».

«Este empobrecimiento espiritual se da también en muchos bautizados que carecen de una suficiente formación cristiana y vivencia de la fe; esta falta de base les convierte en víctimas fáciles de ideologías alicortas, tan propagadas como inconsistentes, que les conducen a veces a una visión de las cosas y del mundo de espaldas a Dios, a un agnosticismo endeble. Nos están reclamando a gritos el beneficio de una nueva evangelización».

«Los pobres también están necesitados de nuestra solicitud espiritual».

Crece la desigualdad

«Lo que la crisis ha puesto de manifiesto es que, en nuestra economía, en época de recesión, se acrecienta la pobreza, sin que llegue a recuperarse en la misma medida en épocas expansivas. La crisis no ha sido igual para todos. De hecho, para algunos, apenas han cambiado las cosas. Todos los datos oficiales muestran el aumento de la desigualdad y de la exclusión social, lo que representa sin duda una seria amenaza a largo plazo».

Reivindicación de lo público

«Debemos recordar que es la comunidad política la que tiene la responsabilidad de garantizar la realización de los derechos de sus ciudadanos; a sus gestores, en primer lugar, les incumbe la tarea de promover las condiciones necesarias para que, con la colaboración de toda la sociedad, los derechos económico-sociales puedan ser satisfechos, como el derecho al trabajo digno, a una vivienda adecuada, al cuidado de la salud, a una educación en igualdad y libertad».

«El principio de subsidiariedad establece un contrapunto a las tendencias totalitarias de los Estados y permite un justo equilibrio entre la esfera pública y la privada; reclama del Estado el aprecio y apoyo a las organizaciones intermedias y el fomento de su participación en la vida social. Pero nunca será un pretexto para descargar sobre ellas sus obligaciones eludiendo las responsabilidades que al Estado le son propias; fenómeno que está comenzando a suceder en la medida en que los organismos públicos pretenden desentenderse de los problemas transfiriendo a instituciones privadas, servicios sociales básicos, como, por ejemplo, la atención social a transeúntes».

Iglesia es caridad

«La Iglesia es caridad. Lo ha sido, lo es y será siempre».

«Si el Evangelio que anunciamos no se traduce en buena noticia para los pobres, pierde autenticidad y credibilidad». El servicio privilegiado a los pobres está en el corazón del Evangelio».

«Si Dios es amor, el lenguaje que mejor evangeliza es el del amor. Y el medio más eficaz de llevar a cabo esta tarea en el ámbito social es, en primer lugar, el testimonio de nuestra vida, sin olvidar el anuncio explícito de Jesucristo».

«Tenemos el reto de ejercer una caridad más profética. No podemos callar cuando no se reconocen ni respetan los derechos de las personas, cuando se permite que los seres humanos no vivan con la dignidad que merecen. Debemos elevar el nivel de exigencia moral en nuestra sociedad y no resignarnos a considerar normal lo inmoral. Porque la actividad económica y política tienen requerimientos éticos ineludibles, los deberes no afectan sólo a la vida privada. La caridad social nos urge a buscar propuestas alternativas al actual modo de producir, de consumir y de vivir, con el fin de instaurar una economía más humana en un mundo más fraterno».

«Dar testimonio de la misericordia de Dios [es] un deber de toda la comunidad, y no solamente de unos pocos, digamos, especializados en este ministerio. Es necesario que la comunidad cristiana sea el verdadero sujeto eclesial de la caridad y toda ella se sienta implicada en el servicio a los pobres; toda la comunidad ha de estar en vigilancia permanente para responder a los retos de la marginación y la pobreza».

En cuanto a las formas, se ha propiciado la máxima participación de todos los obispos. Aunque el peso de la elaboración recayera sobre la Comisión de Pastoral Social, el texto no fue aprobado hasta el final de la Asamblea Plenaria celebrada entre Madrid y Ávila la pasada semana, y sólo tras muchos debates en los que se introdujeron diversas aportaciones. Cuando, en la inauguración de la Asamblea, el cardenal Blázquez afirmaba que confiaba en que el documento pudiera «ser aprobado», estaba indicando que la Instrucción no llegaba ya cocinada para que los obispos se limitaran a votarla, como ha podido ocurrir con otros documentos en el pasado, aseguran fuentes de la CEE. Ésta es la colegialidad que quiere impulsar el Papa. En junio, al recibir al Presidente –cardenal Blázquez–, Vicepresidente –monseñor Osoro– y Secretario General –don José María Gil Tamayo–, Francisco les pidió revalorizar la Conferencia Episcopal como institución y potenciar la sinodalidad en el episcopado.

En el contenido, los ecos franciscanos se perciben, en la Instrucción pastoral, en elementos como la crítica al modelo económico «establecido exclusivamente sobre el afán de lucro», que ha provocado un fuerte aumento de la desigualdad y ha dejado en la cuneta a una legión de desposeídos (inmigrantes, jóvenes y mayores de 50 años parados, niños que viven en la pobreza y sin «un ambiente familiar y social apto para crecer»…). «Las víctimas de esta situación social sois nuestros predilectos», les dicen los obispos a los grandes perdedores de esta crisis. Como le ocurrió al Señor con su pueblo en Egipto, «también nosotros, pastores del pueblo de Dios, hemos contemplado cómo el sufrimiento se ha cebado en los más débiles de nuestra sociedad. Pedimos perdón por los momentos en que no hemos sabido responder con prontitud a los clamores de los más frágiles y necesitados. No estáis solos. Estamos con vosotros; juntos en el dolor y en la esperanza».

Los obispos se pronuncian en términos rotundos sobre la corrupción, abogan por «una verdadera regeneración moral a nivel personal y social» y proponen a toda la sociedad–según lo definió monseñor Omella– «un pacto contra la pobreza».

Acogida, por un voluntario, en el Centro Jesuita de Atención al Inmigrante, en Madrid. Foto: Pueblos Unidos

Hay también un llamamiento específico a los católicos, recordándoles que todos están llamados «al compromiso social», y animándoles a la participación activa en la vida pública. Además de la defensa del matrimonio o el derecho a la vida, la doctrina social de la Iglesia –recuerdan los obispos– incluye promover la justicia social.

«No es un documento contra nadie», aclaró en la presentación el Secretario General de la CEE, don José María Gil Tamayo. Esta Instrucción pastoral «no es la palabra de un contrincante político en un tiempo electoral. Es la voz de la Iglesia que quiere iluminar la conciencia de sus fieles y quiere decir una palabra, desde la doctrina social de la Iglesia, sobre los problemas que ocurren en este país también para aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que quieran escucharla».

Puede leer la instrucción completa pinchando aquí.