El hambre, un problema de solidaridad - Alfa y Omega

El hambre, un problema de solidaridad

El Papa Francisco inaugurará este viernes la Exposición Universal de Milán, con un Mensaje que buscará denunciar el gran escándalo que vive la Humanidad: en un mundo que produce más alimentos de los que necesita toda su población, el hambre sigue siendo una realidad

Jesús Colina. Roma
Fotografía del pabellón de la Santa Sede

Este viernes, 1 de mayo, se inaugura la Exposición Universal de Milán. Un evento planetario en el que participan 148 países y que espera la llegada de unos 30 millones de visitantes. El tema escogido interesa, y mucho, al Papa, que en las próximas semanas publicará una encíclica sobre ecología: Alimentar el planeta, energía para la vida. A mediodía, el Papa Francisco participará en la inauguración con un Mensaje que se proyectará desde las grandes pantallas de la feria. Y es que, cuando se habla de alimentar el planeta, Francisco se siente interpelado a movilizar a la Iglesia y al mundo ante la que considera la injusticia de las injusticias. Como dice él mismo, es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo», pues el planeta produce alimentos en abundancia para toda la población.

Figuración del pabellón de la Santa Sede, en la Exposición Universal de Milán

«Un tercio de la producción mundial de alimentos no está disponible a causa de pérdidas y derroches cada vez mayores –afirmaba en su primer Mensaje como Papa para la Jornada Mundial de la Alimentación 2013–. Bastaría eliminarlos para reducir drásticamente el número de hambrientos». Nos encontramos, por tanto, ante un problema solidaridad.

El pabellón de la Santa Sede

Para contribuir a «educar en la solidaridad», la Santa Sede estará presente en la Exposición con un pabellón que acogerá a los visitantes y ofrecerá eventos hasta el 31 de octubre. El pabellón lleva por título las palabras de Jesús: No sólo de pan. Se conforma de cuatro ambientes que recogen cuatro grandes mensajes del Papa Francisco: Un jardín que hay que custodiar (la dimensión ecológica), Una comida que hay que compartir (dimensión económico-solidaria), Una comida que educa (para manifestar el carácter educativo) y Un pan que hace a Dios presente en el mundo (la dimensión religiosa).

El pabellón utiliza obras de arte, tanto del patrimonio de arte sacro de la Iglesia, como de las modernas técnicas digitales. El coste ha sido de tres millones de euros, financiados por el Consejo Pontificio de la Cultura (Vaticano), por la Conferencia Episcopal Italiana y por la archidiócesis de Milán. Preguntado acerca de si este dinero está bien utilizado, el cardenal Gianfranco Ravasi, Presidente de ese Consejo vaticano, responde que la presencia de la Santa Sede en las Exposiciones universales es ya una tradición que comenzó Pío IX (Papa entre 1846 y 1878). Con estas iniciativas, que permiten a millones y millones de personas entrar en contacto de una manera diferente con la Iglesia y su mensaje, se busca «hacer escuchar la voz de la Iglesia y ofrecer su testimonio sobre los temas delicados y decisivos para el futuro».

Los visitantes del pabellón serán invitados a participar activamente, a través de un donativo, en la acción que el Papa Francisco está promoviendo para asistir a las poblaciones mundiales víctimas de carestías, ya sean provocadas por catástrofes naturales, o por la violencia. La Santa Sede presentará tres películas a los visitantes, de unos cuatro minutos cada una, en las que se presentan cómo la caridad cristiana afronta situaciones dramáticas. Monseñor Giampietro Dal Toso, Secretario del Consejo Pontificio «Cor Unum», organismo del Vaticano encargado de dirigir estas producciones, explica que, de este modo, los visitantes podrán descubrir algo que, con frecuencia, repite Francisco: «La Iglesia no es una ONG, sino una historia de amor».

La Última Cena, de Tintoretto

Las películas narran el compromiso del Papa y de organismos caritativos de la Iglesia en tres situaciones extremas: en Burkina Faso, donde la Fundación Juan Pablo II para el Sahel está desarrollando proyectos de potabilización y distribución del agua; en Ecuador, donde los visitantes de la Expo podrán ver la multiplicación del pan que todos los días realiza el Banco de Alimentos de Guayaquil; en Erbil, el Kurdistán iraquí, donde las imágenes permiten recuperar la fuerza de compartir el pan y de la institución de la Eucaristía, pues, como nos explica monseñor Dal Toso, «la paternidad de Dios nos hace a todos hermanos».

El Consejo Pontificio «Cor Unum» ha preparado también una exposición fotográfica que lleva por título Heridas del corazón, heridas del planeta, y denuncia lo que sucede cuando «el hombre rompe la alianza con Dios-creador». Se trata de imágenes procedentes de los cuatro rincones del planeta, tomadas por fotógrafos de reconocimiento internacional que las han cedido al Vaticano gratuitamente, en las que se puede ver con los propios ojos lo que es el hambre en el mundo, «entendida en su sentido más amplio, que es hambre material y espiritual».

El arte cristiano también dará su contribución en esta obra de educación sobre las diferentes dimensiones del pan. En los primeros tres meses, se expondrá La Última Cena, de Tintoretto (1561-1562), procedente de la Iglesia veneciana de San Trovaso; y en los otros tres meses se expondrá el tapiz de La institución de la Eucaristía, de Pedro Pablo Rubens (1632-1650), procedente del Museo Diocesano de Ancona (Italia).

Fotografía del pabellón de la Santa Sede

Grandes chefs con los pobres

Entre las once organizaciones que participarán en la Expo, estará presente Cáritas Internacional, para llevar a este foro mundial la campaña global Una sola familia humana, alimentos para todos, que fue inaugurada por el Papa Francisco el 10 de diciembre de 2013. La campaña tiene por objetivo promover el reconocimiento del derecho a la comida como derecho inalienable del ser humano en los diferentes países del mundo, alentar cambios personales y sensibilizar a la sociedad civil sobre el tema de la seguridad alimenticia. En este contexto, Cáritas se propone concienciar a los visitantes de la Expo sobre el derroche de alimentos. Dar de comer a tantos millones de visitantes a la exposición implica tirar comida. Por ello, Cáritas Milán ha creado un sistema para recoger los desperdicios y ha llamado a cuarenta de los mejores chefs de cocina del mundo, veinte italianos y veinte extranjeros, para que cocinen con estos ingredientes para los pobres de la ciudad. Los grandes chefs ofrecerán su contribución entre mayo y julio en el nuevo Refectorio ambrosiano, un nuevo servicio que la Iglesia dejará como herencia para los necesitados de esta ciudad, una vez que queden cerradas la puertas de la Expo.

El lugar escogido ha sido un antiguo teatro dela parroquia de San Martín, en el barrio griego de Milán, una sala realizada en los años treinta. Y, al igual que en los antiguos refectorios que se crearon en Milán, sus paredes serán decoradas por grandes artistas. Esto es, por ejemplo, lo que hizo Leonardo Da Vinci, cuando pintó La Última Cena en el refectorio del convento junto al santuario de Santa María de las Gracias. La sala, que ha sido totalmente reestructurada, recuperando su antiguo brillo, será enriquecida por obras de arte de varios artistas contemporáneos: Enzo Cucchi, Carlo Benvenuto, Maurizio Nannucci, Mimmo Paladino, Giuseppe Penone. En el salón central, se expondrán doce tablas realizada por algunos de los más importantes designers italianos: Mario Bellini, Pierluigi Cerri, Aldo Cibic, Michele De Lucchi, Giulio Iacchetti, Piero Lissoni, Alessandro Mendini, Fabio Novembre, Franco Origoni, Gaetano Pesce, Italo Rota, Dwan Terry, Matteo Thun, Patricia Urquiola.