Religiosos y jóvenes, una noche para encontrarse - Alfa y Omega

Religiosos y jóvenes, una noche para encontrarse

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Un grupo de jóvenes abarrota el locutorio de unas religiosas, durante el Luces en la Ciudad de 2018. Foto: Delegación de Pastoral Vocacional de Madrid

7.132 religiosos y religiosas de 275 congregaciones distintas constituyen el pulmón de la vida religiosa en Madrid, repartidos en 747 comunidades de vida religiosa. Además, en la diócesis hay 29 institutos seculares femeninos y otros tres masculinos, y 32 monasterios de vida contemplativa, de los que tres son masculinos.

Buena parte de ellos van a ponerse a disposición de los jóvenes en la cuarta edición de la iniciativa Luces en la Ciudad, organizada por Pastoral Vocacional y Juventud de la diócesis de Madrid, junto a la Vicaría de Vida Consagrada y la CONFER, en la que se ofrece a los jóvenes visitar algunas de las numerosas comunidades de vida consagrada y contemplativa que hay en la diócesis, para luego concluir con un rato de oración compartido en la catedral de la Almudena junto al arzobispo.

El objetivo es que jóvenes y consagrados se conozcan, que compartan inquietudes e ilusiones a la hora de seguir al mismo Cristo y también, si cabe, introducir la pregunta vocacional en los jóvenes: una pregunta a la que ha respondido María de Jesús, una joven que está haciendo el noviciado con las Hermanitas de los Pobres en Francia, y que participó en Luces en la Ciudad hace dos años.

Procedente de Salamanca, esta joven de 32 años ya solía ir a ayudar a las religiosas de Salamanca, y decidió ir a Madrid junto a su hermana para participar en esta iniciativa «y conocer a las hermanitas de Madrid y otras comunidades».

«Fue muy bonito compartir todos juntos lo que es vivir con Dios y la vocación que tienen. Unas nos hablaron del colegio que llevan, y otras contemplativas nos contaron cómo era su vida, que vivían en el mundo pero alejadas de él también. Fue como si se encontraran dos mundos desconocidos. Hubo mucha apertura para conocernos. Al fin y al cabo es la misma fe, compartida por personas que llevan vidas distintas. Y después de las visitas celebramos la vigilia con el obispo en la catedral, con canciones. Fue todo muy bonito».

«No acababa de decidirme»

Antes de participar en Luces en la Ciudad, María de Jesús tenía clara la llamada, «pero no acababa de decidirme». Conocer a las Hermanitas de los Pobres de Madrid sirvió para un contacto posterior, que le empujó finalmente a pedir la admisión como novicia en la casa madre en Francia.

Desde allí, confiesa que «lo que más me gusta es estar con los ancianos y compartir mi fe con ellos. Me entusiasma y me llena el alma. Me ayuda a centrarme más en Dios y en la oración, a conocerle más, a tratarle más, no solo los domingos en Misa».

Por eso, a la hora de presentar a cualquier otro joven la opción vocacional, María de Jesús resalta sobre todo «la posibilidad de compartir la vida y darte a los demás, para compartir la oración y la fe; es decir, lo que más te puede llenar».

Para Elías Royón, vicario de vida consagrada de Madrid, el objetivo de la iniciativa no solo es suscitar algunas vocaciones, «que bienvenidas sean», sino sobre todo «dar a conocer que hay luces en la ciudad en la que vivimos: estas comunidades que trabajan en la diócesis entregadas al Señor. La idea es dar a los jóvenes la oportunidad de preguntar y de conocer una realidad para ellos muchas veces desconocida; y dar a los consagrados la posibilidad de dar su testimonio».

En estos cuatro años, «cada vez son más los chicos y las chicas que se apuntan» a este evento, y el balance es «muy positivo», porque los jóvenes «quieren saber cómo viven estos hombres y mujeres».

El diálogo es «muy fructífero», porque los religiosos «pueden ofrecer el sentido de sus vidas: que por encima de lo que puedan hacer les distingue el que están entregados al Señor. Y como muchas comunidades son mayores tienen la oportunidad de testimoniar que se puede ser feliz así durante toda la vida».

Además, son «un buen ejemplo de vida en comunidad. Porque los jóvenes no van a visitar personas individuales, sino comunidades de personas de edades, países y mentalidades distintas». Y por último «pueden dar a conocer las obras apostólicas en las que trabajan: colegios, residencias, centros de Cáritas…, lo que podría favorecer el interés de alguno de estos jóvenes por un voluntariado», concluye Royón.