Examen de conciencia - Alfa y Omega

Examen de conciencia

Isidro Catela
Cartel de la serie 'Examen de conciencia'
Cartel de la serie Examen de conciencia. Foto: NETFLIX

Netflix acaba de estrenar una serie documental sobre los abusos sexuales en la Iglesia. Dirigida por el periodista Albert Solé, Examen de conciencia aborda unos cuantos casos ocurridos hace tiempo en España. Son tres entregas de unos 50 minutos de duración cada una, en las que la imprescindible voz de las víctimas lleva el peso, hasta el punto de que es una de ellas (Miguel Hurtado, que se presenta a sí mismo como activista), quien toma la manija del relato y reconoce que lo hace como parte de una terapia de supervivencia.

Si eres católico, es imposible no afrontarla como todo un ejercicio penitencial, y, en cualquier caso, es imposible no terminar de verla sin que se te haya hecho un nudo que se te agarra al estómago y a la conciencia. Son especialmente interesantes algunos testimonios, desde dentro de diferentes instituciones eclesiales, que piden perdón expreso por lo sucedido y reconocen que no se actuó de manera adecuada.

Dicho todo esto, es una lástima que, bajo esa apariencia de relato objetivo, sin voz en off, tejido solo con los testimonios de fuentes muy variadas, se note tanto la posición ideológica que hay tras cada posición de la cámara. Por supuesto que la Iglesia también debe dejarse ayudar desde fuera en la tarea ya emprendida del examen de conciencia, y que es solo la primera de las cuatro partes que una buena confesión requiere, pero dudo mucho de que este sea el tipo de ayuda externa que la Iglesia necesita. Como en otros casos, también aquí el talón de Aquiles es la pretensión de instruir una suerte de causa general periodística que embarre a toda la institución eclesiástica, sin el suficiente coraje para, además de denunciar con dureza lo encontrado, poner los datos en el contexto adecuado que ayude a comprender que con la pederastia estamos ante una auténtica lacra social, que no se va a resolver con diagnósticos que traten de hacernos creer que las mayores (y casi únicas) fuentes de todos los males son la Iglesia católica y los 40 años de nacionalcatolicismo.