Los que acompañan a los acompañantes - Alfa y Omega

Los que acompañan a los acompañantes

CONFER ofrece un grupo de acompañamiento a quienes se encargan de llevar a los demás hacia Dios

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Pixabay

«La supervisión del trabajo de acompañamiento es habitual en otros países en actividades que tienen que ver con las relaciones de ayuda: psicólogos, médicos, trabajadores sociales… En España se está empezando a mover también en el ámbito del acompañamiento espiritual», cuenta Beatriz Areskurrinaga, del equipo médico y psicológico de CONFER, que ofrece a partir del próximo mes de abril un recurso de acompañamiento a quienes ejercen labores de acompañamiento y dirección espiritual.

La iniciativa consiste en un encuentro al mes, con la posibilidad de realizar también sesiones de supervisión espiritual. En cada encuentro, un par de miembros de forma voluntaria ponen en común una situación de dificultad en relación a su vocación de acompañamiento para poder trabajarla juntos. «Puede haber dificultades en la capacidad de escucha, en el proceso de discernimiento, en la transición de un modo a otro de oración…, y también aspectos que tienen que ver con la persona del acompañante, porque en su labor pueden activarse dificultades personales: conflictos pendientes, heridas emocionales, zonas que necesitan conversión, situaciones de transferencia… Son cosas que hay nombrar y aclarar para que eso no interfiera en el proceso de acompañamiento», señala Areskurrinaga, que aclara que la supervisión busca «un trabajo práctico y experiencial que redunde en bien de un tercero ausente: el acompañado, para que pueda recibir la mejor atención posible».

Al mismo tiempo, como en la labor de acompañamiento «puede haber desgaste y momentos duros, se necesita también una pequeña posada, una pequeña comunidad, para cuidarnos los unos a los otros y ser mejores herramientas del Espíritu».

Por eso, el trabajo junto a una grupo de personas dedicadas a la misma misión permite «crecer en nuestra actitud contemplativa, para darnos cuenta de que el verdadero acompañante es Dios, no nosotros. Eso lo sabemos pero debemos tenerlo claro y situarnos contemplativamente ante los procesos de acompañamiento, para ver el rastro de Dios en este proceso. Es algo en lo que hay que ejercitarse permanentemente. Hacerlo en grupo enriquece mucho y ayuda a reconocer el paso de Dios por nuestras vidas. El verdadero acompañante es Dios y al final nuestra función es favorecer la relación entre la persona que ayudamos y Dios», concluye.