Un católico en la vida pública - Alfa y Omega

Recibimos en la catedral de Ávila los restos mortales de (…) don Adolfo Suárez. Le acogemos en este retorno a su ciudad, a su catedral. Salió de aquí después de haber vivido unos años de juventud apasionados. En la época en que llegó a Ávila procedente de Cebreros, era bastante fácil vivir la fe. Su familia, católica practicante, le educó en la fe y en ella vivió. El ambiente, las clases del colegio y del instituto, la sociedad abulense facilitaban al máximo. Como muchos jóvenes, participó en el movimiento juvenil de Acción Católica. Allí acudía a las reuniones de formación, a la santa Misa, y a otras actividades lúdicas. Dada su capacidad de liderazgo, un día se dirigió al obispo don Santos Moro para pedirle: ¡Hay que renovar la Acción Católica!, y don Santos le nombró presidente de la asociación. En una campaña dirigida por él para remover la conciencia de los jóvenes, nació De jóvenes a jóvenes. Toda la ciudad se preguntaba qué sería aquello. En el Teatro Principal explicó con otros compañeros sus inquietudes para promover la fe, dando un gran impulso juvenil a la ciudad. En ocasiones, dialogaba con don Baldomero Jiménez Duque, Rector del seminario, buscando luz en el sendero de su vida. La encontró en el ejercicio de la política.

Ahora Adolfo Suárez vuelve a casa para reposar junto a quien fue todo en su vida, su esposa Amparo. Su atención a ella, particularmente durante su última enfermedad, estuvo tan llena de amor que algún biógrafo ha confesado que nunca conoció un caso como el suyo, de mayor entrega a la compañera de su vida. Del matrimonio nacieron cinco hijos. También hoy rezamos por Mariam. (…)

Podemos afirmar que Adolfo Suárez ha sido un católico en la vida pública. (…) De todos es reconocido que su gran aportación a la sociedad española y a la comunidad internacional ha sido la reconciliación del pueblo español. Su política consiguió que las dos Españas volvieran a encontrarse, tras décadas de animadversión y de odio. En su proyecto político y social todos habitábamos la misma tierra, bajo las mismas condiciones y oportunidades. (…)

Sufrimiento y cruz han sido características que han acompañado al Presidente en su largo camino. No sólo durante la enfermedad en los últimos años, también el sufrimiento anidó en su alma por la muerte de su esposa y de su hija, y por la profunda soledad que envolvió la última etapa de su quehacer político. Adolfo experimentó el abandono de algunos de sus colaboradores, el abatimiento personal, la ingratitud como respuesta a su entrega. Comprobó, además, con amargura el sacrificio que su familia había padecido a causa de sus necesarias ausencias. (…)

Oremos, queridos amigos, por Adolfo Suárez. Encomendemos su alma a Dios. Pidamos que el Señor perdone todos sus pecados. Y que la Santísima Virgen, nuestra Señora de Valsordo, Patrona de Cebreros, lo acompañe hasta su Hijo, en esta hora.