Cuando el señor Santiago se entusiasmó con la JMJ - Alfa y Omega

Cuando el señor Santiago se entusiasmó con la JMJ

Cuando Juan Pablo II visitó Santiago en el Año Santo de 1982, apenas había más peregrinos a la tumba del Apóstol que los procedentes de las aldeas de Galicia. Cuando el Papa volvió en 1989, pocos pensaban que fuera posible celebrar un gran encuentro de jóvenes católicos en España. Así lo ha narrado José Francisco Serrano:

Redacción
Don Antonio María Rouco, con el Papa san Juan Pablo II, peregrino a Santiago de Compostela para la JMJ de 1989

Si hay un dato que sintetiza e identifica el estilo pastoral del cardenal Rouco son las Jornadas Mundiales de la Juventud. (…) Es la catedral de Santiago, de la que era Deán, el templo en donde comienza la renovación pastoral del Camino de Santiago, de los años santos jacobeos… Coincidía que en el Año Santo de 1976, para dinamizarlo, monseñor Suquía [entonces arzobispo] había nombrado a un grupo de sacerdotes más jóvenes (…) En aquella época, los Años Santos fueron objeto de la acerba crítica de los círculos de la teología y de la pastoral más progresista. No se salvó ni el Año Santo de la tradición jacobea. La primera respuesta renovadora después del Concilio se formula, para ese Año Santo, por don Ángel Suquía, con la introducción de algo que ha marcado ya todos los Años Santos posteriores: la Misa del peregrino. (…)

El de 1982 fue un Año Santo clave, además, con la visita de Juan Pablo II, cuando don Antonio María seguía siendo obispo auxiliar. En ese año, don Ángel Suquía consiguió que la primera visita apostólica de Juan Pablo II a España terminase con un acto europeísta en la catedral de Santiago. (…) «Fue un Año Jacobeo de honda piedad, entrañable [recuerda el cardenal Rouco]. Comenzó a marcar las pautas para el futuro. Recuerdo a un grupo de Madrid, de Comunión y Liberación, que me llamó especialmente la atención, porque estaba formado por jóvenes que estaban en la Iglesia, que vivían la Iglesia y que no habían necesitado volver a la Iglesia, porque nunca se habían ido. Recuerdo que planificamos entonces un encuentro de jóvenes que era inimaginable en la pastoral de las diócesis de España. De hecho, el primer encuentro masivo de esa naturaleza, que fue en la visita del Papa en ese año 1982 en el Santiago Bernabéu, sorprendió a no pocos. Puedo decir que don Vicente Enrique y Tarancón creía que no se podía hacer el encuentro de los jóvenes con el Papa en el Bernabéu, quería organizarlo en un recinto más pequeño. ¿Acudirían? El Bernabéu se desbordó. Fue una señal que después quedó subrayada para la Historia». (…)

La JMJ, de Santiago a Madrid

Monseñor Antonio María Rouco Varela fue nombrado arzobispo de Santiago de Compostela el 18 de mayo de 1984, y tomó posesión el 29 de junio. Don Ángel Suquía había sido llamado por el Papa Juan Pablo II a pastorear la Iglesia en Madrid. Pero la fecha inmediata, en este contexto, es la del 19 y 20 de agosto de 1989, la celebración de la IV Jornada Mundial de la Juventud. (…) Después de la Jornada Mundial de 1987, en Buenos Aires, ese primer paso de lo que iba a ser una gran historia de la pastoral juvenil de la Iglesia católica precisaba ser desarrollado y consolidado. Santiago y su tradición del Camino se ofrecían como una oportunidad única. El cardenal Eduardo Pironio [Siervo de Dios argentino, antiguo Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos], entusiasmado con la idea, les alentó. Lo pidió a la archidiócesis de Santiago, sabiendo que todos los obispos de Galicia estaban con el de Santiago. Y después la Conferencia Episcopal se sumó y aceptó, y agradeció al Santo Padre que viniese.

La celebración de una Jornada como la de Santiago era un interrogante: ¿qué iba a pasar?, se preguntaban todos. Diseñaron lo que sería la Jornada Mundial de Santiago en unas semanas de trabajo intensas, encerrados en la nueva casa de las religiosas calasancias de Dorrón (Pontevedra). Lo hicieron con un equipo en el que estaban don Eugenio Romero Pose, don Salvador Domato y otros jóvenes sacerdotes, y don Ricardo Blázquez se sumó después de ser consagrado obispo auxiliar el 29 de mayo de 1988. De allí salió la concepción de la Jornada Mundial de la Juventud actual, con la semana previa, las catequesis… (…)

«Estábamos intentando abrir un camino. Un camino que quedó para el futuro. Ahí ha quedado, ahí ha quedado. Es verdad, ese formato de la Vigilia, al final, ha terminado de muy buen modo, con Benedicto XVI, que lo convirtió en una Vigilia de oración, de honda adoración eucarística. Eso no tiene marcha atrás, y yo creo que acertamos con la fórmula». (…)

«Al final se habló, yo no sé si el dato está absolutamente verificado, de cinco mil autobuses que habían llegado a Santiago para la JMJ, y claro, cinco mil autobuses en aquella Galicia, de aquellas carreteras del año 1989, era mucho autobús y mucho chaval en los coches». Comenzaba la vuelta de los jóvenes a sus casas. Rezaba: «¡Dios mío, que no les pase nada…!». La certeza de que así había sido la tuvo el lunes por la mañana. Le dio la noticia el mando de la Guardia Civil de la zona oeste de España, que le dijo: «Señor arzobispo, tranquilo, todos han vuelto a su casa, todos han vuelto sanos y salvos a su casa». Y concluye: «Fue una especie de regalo de la Providencia. El hecho de que los jóvenes vuelvan a su casa sin que les ocurra nada se ha convertido en una especie de marca de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Parece como si fueran un objeto de especial Providencia del Señor». (…)

Don Antonio María Rouco, con Benedicto XVI durante la JMJ de Madrid 2011

La historia no se repite. Pero la experiencia gozosa de las Jornadas Mundiales de la Juventud volvió a aparecer en la vida del cardenal. Hasta tal punto la experiencia de comunión con Benedicto XVI fue intensa durante la JMJ, que Rouco Varela rememora cómo el Papa «vivió unos días muy gozosos, sin sombra de preocupación que le perturbase el alma. Al contrario. Se emocionó algunas veces. Se alegró otras, muchas más. Y tengo la impresión de que se marchó a Roma más fresco físicamente, en sus fuerzas físicas y psicológicas». (…)

La JMJ de Madrid se preparó muy cerca del Papa, de su pensamiento, con un tema cristológico de leitmotiv que reflejaba la característica más pronunciada de su pontificado: la centralidad cristológica. «En un mundo marcado de entrada por la palabra crisis, y casi unilateralmente utilizada desde el punto de vista social, sociológico y económico, sobre todo en Europa y en los países de raíz cristiana, una crisis que procede del hombre que rompe con Dios, pasando primero por la ruptura con Cristo, la JMJ puso a Cristo en el centro. Y creo que los jóvenes, sobre todo en esa adoración de la noche ante el Santísimo, pusieron de manifiesto que la lluvia era lo que menos les preocupaba y les interesaba. Lo que les interesó de la JMJ, en el fondo, era Cristo». (…)

A la hora de hacer balance de la JMJ de Madrid, contempla aquellas jornadas como una oleada de gracia para la Iglesia, como un fruto desde el punto de vista de la evangelización. (…) «Si la vida en Madrid fuera siempre tal como transcurrió aquella semana en las calles -apunta-, ¡esto sería un adelanto del Paraíso! ¡Y cuántas señoras mayores, y también señores, me han dicho que se pasaron esos días delante del televisor, llorando, porque veían con emoción que la Iglesia no era sólo un grupo de amigas piadosas que van a misa todos los días!». (…)

¿Hubo, para el cardenal Rouco Varela sorpresas en la JMJ de Madrid? La gran sorpresa fue, sobre todo, para quienes tenían una imagen falseada de la Iglesia. Estas personas descubrieron que merece la pena no alejarse de la Iglesia, y que a lo mejor ha llegado el momento de buscar el camino de vuelta hacia ella. Ahora el Papa Francisco está ratificando ese camino.