Todos estamos llamados a la santidad - Alfa y Omega

Todos estamos llamados a la santidad

Bajo el lema «Christifideles laici, a la luz de Evangelii gaudium», nuestro cardenal arzobispo, con motivo de la celebración, en la solemnidad de Pentecostés, del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, ha escrito una Carta pastoral, en la que dice:

Antonio María Rouco Varela
Una de las celebraciones de Pentecostés, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, en la catedral de la Almudena

El apostolado seglar asociado celebra este año un importante acontecimiento, al recordar los 25 años de la publicación de la Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles laici, del Papa san Juan Pablo II. Hoy, con la perspectiva que nos da el tiempo, podemos valorar en su justa medida el significado de este documento magisterial y del Sínodo que le precedió. Fue, sin duda, una importante contribución a la comprensión de la vocación y misión de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo. Esta valoración ha de hacerse, además, teniendo como punto de partida las Constituciones conciliares Lumen gentium y Gaudium et spes, y el magisterio más reciente del Papa Francisco, en concreto, su Exhortación apostólica Evangelii gaudium.

Vocación, comunión y misión

Vocación, comunión y misión son los tres términos que mejor resumen la propuesta hecha a los laicos tras el Concilio Vaticano II, que podemos encontrar iluminada en los textos magisteriales referidos.

Todos los cristianos, por el sacramento del Bautismo, hemos sido incorporados a Cristo y, por lo mismo, llamados a una comunión de vida con Él. En esto consiste la vocación universal a la santidad. Como nos recordaba san Juan Pablo II, «la dignidad de los fieles laicos se nos revela en plenitud cuando consideramos esa primera y fundamental vocación, que el Padre dirige a todos ellos en Jesucristo por medio del Espíritu: la vocación a la santidad, o sea, a la perfección de la caridad» (ChL 16).

Esta santidad a la que todos estamos llamados es la fuente de alegría del Evangelio, que «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (EG 1). Acoger el Evangelio y la salvación que proclama es el inicio del camino de santidad que conduce al cristiano hacia la plenitud de la vida en Cristo.

El gozo del encuentro con el Señor resucitado está en el origen de la comunión de la Iglesia y de la misión, consistente en llevar esta alegría a todos los hombres. Como podemos leer en Christifideles laici, «la comunión representa, a la vez, la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión» (ChL 32). Esto es lo que, sin duda, hemos experimentado en este segundo curso de Misión Madrid, colaborando juntos en la misión en parroquias, colegios y movimientos. Las distintas iniciativas que se han llevado a cabo han nacido de la respuesta a una llamada del Señor: que todos los hombres puedan conocer el amor que nos ha sido revelado en Jesucristo.

Al mismo tiempo, la misión es una ocasión para que cada uno de nosotros nos hayamos encontrado una vez más con este amor, fundamento de nuestra vida. Así, la misión no terminará, sino que hace de cada uno de nosotros un discípulo misionero.

«La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. (…) Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús» (EG 120).

Todos somos necesarios para llevar el Evangelio hasta los confines del orbe

Queridos fieles laicos reunidos en la Acción Católica y en los diversos movimientos y asociaciones de apostolado seglar presentes en Madrid, me dirijo especialmente a vosotros en esta celebración de Pentecostés. Todos y cada uno sois necesarios para que se cumpla el mandato del Señor de llegar hasta los confines del orbe. Os pido que releáis la Exhortación Christifideles laici a la luz de la Evangelii gaudium, desde estas claves que os propongo, de forma que se renueve en vosotros la llamada a la santidad y el deseo de vivir en el corazón de la comunión eclesial. Así podremos dar testimonio del amor que nos ha sido revelado en Cristo.

Que Santa María, Nuestra Señora de la Almudena, nos enseñe a acoger los dones del Espíritu Santo para que den fruto en la comunión de la Iglesia. Que ella, Estrella de la nueva evangelización, nos conduzca en el camino de la misión.