Fieles madrileños hacen ya cola para encontrarse con el Cristo de Medinaceli - Alfa y Omega

Fieles madrileños hacen ya cola para encontrarse con el Cristo de Medinaceli

Carlos González García
Foto: José Luis Bonaño

Manoli tiene 81 años, una vitalidad imperecedera y una mirada capaz de soportar cualquier temporal. «Yo llevo viniendo al Cristo desde que tenía 37 años», reconoce sonriente, mientras confiesa que «lo primero que le pido es que me dé salud para poder venir, y lo segundo que arregle un poquito el país».

A tan solo tres días de que la basílica de Jesús de Medinaceli (plaza de Jesús, 2), custodiada por los padres capuchinos, abra sus puertas para el tradicional besapié a la imagen del Cristo, la plaza de Jesús ya luce tapizada con sillas, mantas y, sobre todo, con corazones ansiosos de que llegue el primer viernes de marzo.

Foto: José Luis Bonaño

«Aquí he visto llover y nevar, y siempre he sido la primera»

A la intemperie del día y de la noche, sobreponiéndose al cansancio y al frío, se encuentra Manoli. «44 años seguidos visitándole al Cristo, y vengo porque, de momento, todo lo que le pido me lo concede». «¿Es milagroso, entonces?», le pregunto, mientras se tapa el cuello con el chaquetón que le protege de las peores horas del día. «A lo mejor, si deja de concederme algo, me cabreo y dejo de venir…», asegura, entre risas. «Y por las noches paso un frío insoportable, ¿eh? Pero ni un constipado, ni tos, ni nada por el estilo… ¡El Cristo me cuida!».

Decidida y paciente, se mantiene fiel a su promesa. Y por eso permanece allí, sin moverse de su silla negra de playa, desde el pasado 20 de febrero. «Yo he nacido en Ceuta, he vivido en Marruecos y da la causalidad de que este Cristo ha estado donde yo. Después me vine a Madrid y, desde entonces, no he faltado un solo viernes». Habla con fe y sin tapujos, consciente de absolutamente todo lo que dice: «Aquí siempre he sido la primera, siempre. He visto llover, nevar, de todo… Y cuando viene alguien por aquí, dice: “¡Ya está ahí la Manoli!”, porque me conocen hasta los coches. Y mientras pueda venir, lo haré», subraya, a la vez que atiende a su hija, que la llama por teléfono para saber cómo se encuentra. Y cuando termina con ella, insiste en su verdadera devoción: «Yo le pido a Jesusito que me dé vida y salud hasta que Él quiera y me necesite aquí».

Foto: José Luis Bonaño

Un matrimonio que nació a los pies de Jesús

A pocas sillas de Manoli se encuentran M.ª Carmen y Jesús. Este matrimonio de Entrevías se casó en la basílica de Medinaceli hace 43 años. Y desde entonces, desde aquel sacramento que los unió para siempre, no han dejado de poner su vida en los pies de quien preside el templo. «Nosotros llevamos aquí desde el pasado miércoles, y comenzaros a venir hace 27 años a ver al Cristo». M.ª Carmen cree que «realmente es muy milagroso», y «a nosotros, en particular, nos ha concedido lo que le hemos pedido».

Su marido confirma todas y cada una de las palabras de su esposa, y la anima a contar las razones de su fe: «He tenido muchas, muchas caídas, y muy gordas, y me he levantado. Gracias al Cristo y a los médicos, por supuesto, pero es verdad todo lo que cuento». Y tras un pequeño parón emocionado, Jesús continúa narrando los motivos que ciñen el credo de su mujer: «Venir aquí te hace mucho bien y te llena de una paz increíble». En 19882, Mª. Carmen fue diagnosticada de leucemia y tuvo que pasar por quirófano por un tumor cerebral, «y, a los dos días, estábamos aquí… ¡ni tres días ingresada! Y le acaban de operar de una cadera, con una prótesis y está estupendamente… ¿Cómo no vas a venir?», revela agradecido. «Oye, que los médicos son fantásticos, pero si el Cristo nos echa una mano, pues mejor», apunta su mujer. «Pero la echa, ¿eh? Vaya que si la echa», concluye Jesús.

Foto: José Luis Bonaño

«Aquí estaré hasta que pueda»

Cerrando la fila están María y Esther. Amigas y vecinas de Vallecas, llevan allí desde el viernes 22 de febrero. Esther lleva 39 años seguidos, sin faltar, además, un solo viernes, visitando Medinaceli. «Comencé a venir cuando a mi hija le diagnosticaron meningitis, le pedí al Cristo que le curase y, desde entonces, no he faltado un solo año». Ella está delicada de salud, porque ha sido trasplantada dos veces del riñón. Sin embargo, tener a su hija ofrecida le mantiene con una confianza inquebrantable: «Aquí estoy y estaré hasta que pueda, sin perder la esperanza y muy agradecida». De hecho, reconoce que la semana que no puede ir se siente vacía por dentro: «Cuando no me es posible venir, me encuentro muy mal y me falta algo; y cuando vengo a Jesús, salgo nueva».

María, su amiga, acude «porque todas las cosas que le pido me las cumple, y vengo a agradecérselo». También destaca que el frío es el principal inconveniente, a pesar de que está recién operada del cúbito y del radio. «El tema del frío es lo peor, porque las noches se hacen muy largas y yo he tenido noches de estar en la calle Atocha y caerme hasta nieve…». Sin embargo, María no desfallece en su misión porque su razón es más grande que su miedo: «Ahora tengo a un hijo que está dedicado, y vengo a pedir al Cristo por él». Y «todo merece absolutamente la pena».

Foto: José Luis Bonaño

Un triduo en honor al Cristo

La basílica, en unión con la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Medinaceli, organiza un amplio programa de cultos estos días. Comienzan con un triduo que se desarrollará los días 26, 27 y 28 de febrero, con Eucaristía predicada a las 20:00 horas, para concluir con besapié a la imagen de Jesús.

Los actos del primer viernes de marzo darán comienzo con la celebración de la Eucaristía a las 00:00 horas del viernes día 1. Desde ese momento, la basílica permanecerá abierta a los fieles, y se celebrarán misas cada hora. La última, a las 24:00 horas del viernes. La cripta abrirá con el mismo horario que la basílica, para que aquellas personas que lo deseen puedan acudir a confesarse.

El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, presidirá una solemne Eucaristía en honor al Cristo, a las 12:00 horas.

Como viene siendo habitual, el templo cerrará sus puertas cuando termine la larguísima cola de fieles que cada primer viernes de mes de marzo acuden a venerar la imagen del Jesús de Medinaceli. Se estima que en esta jornada pasen por la basílica de los padres capuchinos más de medio millón de fieles.